—Sólo porque los demonios dragones estaban extintos...
—Dije casi extintos.
—Casi extintos —dijo con la voz temblándole de ira—no significa que estén LO SUFICIENTEMENTE EXTINTOS.
—¿Cómo es que tú nunca te ensucias?
—Porque soy pura de corazón y eso repele la suciedad.
Ella podía oír la duda en su voz, pero también algo que le decía "sólo quiero que seas feliz".
No puedes romper tu propio ADN, no importa cuánto lo desees. No importa si eso te haría feliz.
Frecuentemente se preguntaba si algo de lo que supuestamente sabía de su vida, o de sí mismo, había sido verdad acaso.
— ¿Recuerdas aquella canción que les cantabas a Isabelle y a Alec... cuando eran pequeños y tenían miedo de la oscuridad?
—¿De qué estás hablando?
— Solía escucharte a través de las paredes. El cuarto de Alec estaba junto al mío. Era en francés. La canción.
—No sé por qué recuerdas algo así.
— A mí nunca me la cantaste.
—Tú nunca le temiste a la oscuridad.
—¿Qué clase de niño de diez años no le teme a la oscuridad?
—No te importa lo que digo, ¿cierto?
Pero sí le importaba. Todo lo que hacía era fingir que no, para que ella no se diera cuenta.
—¿Por qué no puedes decir tú que confías en mí? He vivido contigo casi la mitad de mi vida. Deberías conocerme bien.
Ellos intercambiaron miradas entre sí unos momentos, en una confusión loca, como dos personas transportadas de repente a un planeta extraño con nada familiar.
—Ahora eres mía. Siempre serás mía.
—¿Debo entender que vas a ir corriendo a vendarle las heridas?
En cuanto la puerta se abrió, Jace agarró un lápiz amarillo que descansaba sobre el escritorio y lo lanzó. Voló por los aires y golpeó la pared justo al lado de la cabeza de Luke, donde quedó clavado, vibrando. Los ojos de Luke se abrieron de par en par.
Jace sonrió débilmente.
—Lo siento, no me he dado cuenta de que eras tú.
—¿Tienes que ser tan...? —empezó, pero calló al ver su rostro, que parecía atormentado y curiosamente vulnerable.
—¿Desagradable? —finalizó él por ella—. Únicamente los días en los que mi madre adoptiva me echa de casa con instrucciones de no volver a ensombrecer su puerta otra vez. Por lo general, soy extraordinariamente bonachón. Ponme a prueba cualquier otro día que no esté entre el lunes y el domingo.
—El afecto no funciona de ese modo. —Luke meneó la cabeza—. No puedes cerrarlo como un grifo.
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Frases de Libros
Random"A veces lees un libro tan especial que quieres llevarlo contigo durante meses, incluso después de haberlo terminado". pd: las frases le pertenecen a los escritores/autores de los libros.