1: Violet y Finch (Jennifer Niven)

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¿Pueden dos mitades rotas reconstruirse?


El mundo nos rompe a todos, más después, algunos se vuelven fuertes en los lugares rotos.

ERNEST HEMINGWAY


«¿Es hoy un buen día para morir?».

Es lo que me pregunto por la mañana al despertarme. En clase, a tercera hora, cuando intento mantener los ojos abiertos mientras el señor Schroeder sigue soltando su rollo. En la mesa, a la hora de la cena, mientras engullo las judías verdes. De noche, mientras permanezco en vela en la cama porque mi cerebro no se desconecta por culpa de todo lo que tiene que pensar.     

«¿Es hoy el día?».                                                                                                                                                            

«Y si no es hoy, ¿cuándo?».  


Quizá esta vez sí lo haga y deje que el aire me lleve. Será como flotar en una piscina, dejarse arrastrar hasta que no haya nada.


Sucede siempre: la mente en blanco, el despertar.


Cualquiera pensaría que ya me he acostumbrado a eso, pero esta última vez ha sido peor si cabe, puesto que no he permanecido dormido un par de días, o una semana o dos, sino que he permanecido dormido durante todas las fiestas, es decir, Acción de Gracias, Navidad y Año Nuevo. No sabría decir qué es lo que ha sido distinto esta vez, solo que cuando me desperté me sentí más muerto de lo habitual. Despierto, sí, pero completamente vacío, como si alguien se hubiese estado alimentando de mi sangre.


—No sé qué te ha traído aquí arriba, pero, a mi entender, la ciudad se ve más bonita y la gente más agradable, incluso las peores personas parecen casi amables.


Soy ingrávido y libre. Nada ni nadie qué temer, ni siquiera a mí mismo.


Estoy tan cerca de ella que veo que tiene la piel lisa y transparente, con la excepción de dos pecas en la mejilla derecha, y que sus ojos son de un tono verde grisáceo que me hace pensar en el otoño. Son los ojos lo que me llama la atención. Son grandes e inquisitivos, como si lo vieran todo. Aún siendo cálidos, son ojos que no se andan con tonterías, de esos que te miran directamente, y estoy seguro de ello a pesar de las gafas. Es guapa y esbelta, pero no excesivamente alta, con piernas largas e inquietas y caderas curvilíneas, un detalle que me gusta en una chica.


— ¿Me permites que te pregunte una cosa? ¿Crees que el día perfecto existe?

— ¿Qué?

— Un día perfecto. De principio a fin. En el qué no ocurre nada horroroso, ni triste, ni ordinario. ¿Crees que es posible?

— No lo sé.

— ¿Has tenido alguna vez uno?

— No.

— Yo tampoco, pero lo busco.


Además, tengo que comportarme, llevarme bien con los compañeros, reprimirme y no derribar pupitres y contenerme y no incurrir en ninguna forma de «altercado físico violento». Y debo siempre, siempre, haga lo que haga, morderme la lengua, porque, por lo visto, si no lo hago es cuando empiezan los problemas.

Frases de LibrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora