(2) Cazadores de Sombras: Ciudad del Fuego Celestial (Cassandra Clare)

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— Recuerdo cuando te pregunté si querías ser mi parabatai, y me dijiste que necesitabas pensártelo un día o dos. Y luego volviste y me dijiste que sí, y cuando te pregunté por qué habías aceptado, me dijiste que era porque yo necesitaba a alguien que me cuidara. Y tenías razón. Nunca había vuelto a pensarlo, porque nunca tuve que hacerlo. Te tenía, y tú siempre me has cuidado. Siempre.


¿Cómo se podía explicar la sensación de mirar al oscuro corazón de un agujero negro?


— No puedo ver a Tessa cara a cara y no contarle la verdad de lo que está ocurriendo aquí. Y más que eso, no puedo ir con Tessa y presentarme como un mortal, como un cazador de sombras, y no explicarle lo que sentía por ella cuando era... —Se interrumpió—. Que mis sentimientos no han cambiado. No puedo ofrecerle eso y luego regresar a un lugar donde pueden matarme. Mejor que siga creyendo que nunca tuvimos ninguna oportunidad.


— Nosotros, los cazadores de sombras, nos ponemos en peligro a todas horas, todos los días. Creo que a veces somos temerarios con nuestro corazón del mismo modo que lo somos con nuestra vida. Lo entregamos, lo damos por completo. Y si no conseguimos lo que necesitamos tan desesperadamente, ¿cómo vivimos?


— Crees que quizá ella ya no me ame —dijo Zachariah—. Después de todo este tiempo. Es una pregunta razonable —continuó él—. Y quizá ya no me ame. Mientras siga viva, bien y feliz en este mundo, yo encontraré el modo de ser también feliz, incluso si no es con ella. 


— Es bueno tener a gente que se preocupe por ti —dijo Alec—. Eso significa que les importas. De ese modo sabes que son tus amigos.


— Ojalá yo tuviera un parabatai —repuso Emma—. Es como alguien que es tu familia, pero porque quiere serlo, no porque tiene que serlo.


A veces, la respuesta más sencilla es la correcta.


Agudas son las flechas de un corazón roto.


— No puedes salvarlos a todos.

— Quizá no —replicó Jace mientras la luz de su mano se iba atenuando—. Pero estaría bien salvar a alguien para variar.


No podía recordar un tiempo en que no lo hubiera amado, o no hubiera confiado en él, y él tampoco le había dado nunca motivo para no hacerlo.


Los deseos de nuestro corazón son armas que se pueden emplear contra nosotros.


Recordó haber pensado: «Ella es todo lo que ve».


— Ya sabes a qué me refiero. No sé cómo he llegado aquí. Mi vida era corriente. Yo era corriente...

— Tú nunca has sido corriente —replicó Jace en voz muy baja. 


— Tienes que saber que no habría deseado una vida diferente —le aseguró ella—. Esta vida me trajo a ti.


— Escúchame, Isabelle, si me pides que elija entre tú y mi mejor amiga, entonces, sí, no pienso escogerte. Porque nadie que me quiera me obligaría a hacer una elección tan estúpida; sería como si yo te pidiera escoger entre Alec o yo. ¿Me molesta ver a Jace y a Clary juntos? No, en absoluto. A su modo, increíblemente extraño, están hechos el uno para el otro. Son lo que tiene que ser. Yo no soy lo mismo con Clary, no así. Yo soy para ti.

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