2: Fantasmas del Mercado de Sombras

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Luchamos con más fuerza cuando está en juego lo que nos es más querido que nuestras propias vidas, dijo Jem.


Todos ellos tenían sus heridas, pero el Hermano Zachariah no pudo evitar sentir resentimiento hacia ellos, incluso por el privilegio de sentirse heridos.


Toda esta gente peleaba por no sentir, tratando de congelar sus corazones dentro de sus pechos hasta que el frío los fracturara y los rompiera. Mientras que Jem habría dado cada fría mañana que tenía por un día más con un corazón cálido, amar a quien amó alguna vez.


—No me gusta la idea de renunciar a mi independencia. Antes de ser la hija de mis padres o la hermana de mis hermanos, soy mía. Ya soy muchas cosas para mucha gente. No necesito ser nada de nadie más, no por mucho tiempo.


La vida no es un bote, llevándonos lejos en una marea cruel e implacable de todo lo que amamos. Para mí no estás perdido para siempre en alguna costa lejana. La vida es una rueda.


Sabía cómo era reclamar lo que amabas, cada vez más insistente porque la gente dudaba del amor que te pertenecía.


La vida estaba repleta de corazones rotos y oportunidades perdidas.


Alec había escuchado un poema que se leía en las bodas:

Mi verdadero amor tiene mi corazón y yo tengo el suyo. Nunca hubo un trato más justo realizado.


El amor que era permanente ante los ojos de todo el mundo, demandando respeto, gritándole a los cuatro vientos el verdadero conocimiento que Alec tenía cada vez que se levantaba cada mañana. No hay nadie más para mí, hasta el día que muera: que todo el mundo lo supiera.


—Viví por mucho tiempo —dijo Jem—, pero viví en una jaula de huesos y silencio, sintiendo cómo mi corazón se convertía en cenizas.


—Eso espero —dijo Alec—. Tenemos que confiar en las personas, ¿cierto? Como estabas diciendo. No solo en las personas que amamos.


—No, nunca he creído ser bueno con las palabras. Me gusta la música. Es más fácil expresar lo que sientes con música.


—Tu voz es la música que más amo en el mundo entero.


Roland dijo que los dos eran niños perdidos y que podrían perderse juntos. Dijo que no le importaría perderse, si podía perderse con ella.


—No importa lo oscuro y desesperanzado que se veía el mundo, Lucie siempre podía encontrar la belleza en una historia.


Si amabas a alguien, confiabas en él.


Porque amaba de una manera tan abnegada, lo convertía en alguien débil.

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