1. El Príncipe del Sol (Claudia Ramírez Lomelí)

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PARTE 1 (SOL)


No se conocía la noche; no se conocía el frío. El sol no sólo gobernaba los cielos, sino que también era la fuente de vida y magia del reino.


—¿Cómo crees que sería el mundo sin noche? —preguntó el pequeño al fin.

El mayor sonrió.

—No lo sé; yo pienso que muy caluroso.


La última vez que Emil había visto a su madre, ella le había dicho que tenía que ser valiente, pues iba a llegar un día en el que, aunque el sol estuviera en el cielo, sus rayos no brindarían calor.


No con su propio corazón roto.


Estaba enojado, sí, pero más que nada, se sentía desolado.


Los primeros días habían sido los peores, sentía que con su madre se había perdido también una parte de él. El tiempo había hecho que el dolor se adormeciera, pero no que desapareciera, eso no.


<<Cinco minutos más>>. Cerró los ojos y trató de dejar su mente en blanco, sin mucho éxito. A partir de hoy las cosas iban a cambiar y, le gustara o no, tenía que enfrentarlo.


Ella era la persona más valiente, fuerte y dedicada que conocía, no se habría fugado así como así. Sin decir nada. Sin dejar rastro. Sin despedirse.


— Primero, queremos que sepas que todo va a estar bien —dijo Elyon, regalándole esa sonrisa tan grande y característica de ella. ¿Cómo sabían ellas que eso era lo que tenía que escuchar en este momento? La respuesta a esa pregunta le llegó rápido: ellas lo sabían porque lo conocían a él y a su corazón.


— Tu madre tiene razón, tienes la cabeza en los cielos.


En Eben se sentía más cerca de los cielos. Aquí el sol y la luna se veían más grandes. Aquí la brisa era más pura. Aquí podía volar.


Sus momentos en el cielo eran los más preciados que tenía. Eran los que la hacían sentir más viva.


Tal vez, incluso, él le gustaba. Recordaba que cuando era niña lo seguía como una sombra, totalmente embobada.


Pero las cuestiones amorosas siempre habían estado en segundo plano en su vida. Ella quería aventuras, quería conocer todo Alariel; incluso en sus sueños más alocados, quería conocer Illardya, lo cual era prácticamente imposible, pues esas eran tierras prohibidas para todo alariense.

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