2: Eleanor y Park (Rainbow Rowell)

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No me gustas —le dijo—. Te necesito.


Pregúntame si quieres por qué te necesito —susurró—. Pero no lo sé. Sólo sé que es así...


Eres la chica más inteligente que he conocido jamás, la más divertida, y todo lo que haces me sorprende. Y me gustaría poder decir que esas son las razones de que me gustes.


—No me gustas, Park. Yo... creo que vivo por ti.


No soy dueña de mí misma, soy tuya. ¿Qué pasa si de repente te das cuenta de que ya no te gusto? ¿Cómo voy a gustarte tanto como tú me gustas a mí?


La quería. Claro que sí. No había otra explicación para... todo lo que Park sentía.


Te he pedido que sonrieras porque estás preciosa cuando sonríes.


¿Que si lo echaba de menos?

Quería perderse en él. Rodearlo con los brazos como un torniquete.


Sabes cómo hacer que una chica se sienta especial.


—Lo que quería decir es que hoy tienes el mismo aspecto de siempre. Y siempre estás guapa.


Y cuando Eleanor sonreía, algo se rompía dentro de Park.

Algo se rompía siempre.


No era guapa exactamente. Emanaba algo artístico, y el arte no busca ser bonito; busca despertar tus sentimientos.


La próxima vez —prosiguió—. Me limitaré a decir: Eleanor, escóndete tras esos arbustos conmigo, porque me voy a volver loco si no te beso.


Lo hacía porque era distinta... porque no le asustaba ser diferente. (O quizás porque aún le daba más miedo ser como todo el mundo)


Lo que intento decirte es que tú eres la definitiva. Eres la persona con la que quiero estar.


Podía poseerlo y abrazarlo. Quizás no para siempre —no para siempre, seguro— y tampoco en un sentido figurado. Sino literal. Y ahora. Era suyo.


Solo hay uno como él, pensó, y está aquí.

Él sabe si me gustará una canción antes de que la haya oído. Se ríe de mis chistes antes de que haya terminado de contarlos. Hay un lugar en su pecho, justo debajo de su cuello, que hace que quiera cumplir las promesas que le hago.

Solo hay uno como él.


No estoy listo para que dejes de ser mi problema.


Me has salvado la vida, intentó decirle. No para toda la eternidad. Seguramente solo de manera temporal. Pero me has salvado la vida y ahora soy tuya. La persona que soy aquí y ahora es tuya. Para siempre.


Te quiero —dijo Park para sí. O quizás en voz alta. Ella ya no podía oírle.


Park nunca la amaría más que el día de su despedida.

Y Eleanor no podría soportar que la amara menos.


"Nada termina nunca."


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