(1) Reina del Aire y la Oscuridad: Renacimiento (Cassandra Clare)

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Decían que el impacto amortiguaba los grandes golpes, pero Emma no se sintió amortiguada. Podía verlo y oírlo todo.


A veces la mente sabía cuándo tenía que cerrarse para poder sanar.


—No puedes arreglar el dolor —respondió Simon—. Lo único que soluciona el dolor es el tiempo, y el amor de las personas que se preocupan por ti.


—Necesita esto, Jules. El sueño cura. —Emma vio la clara duda en el rostro de Julian. Sabía lo que estaba pensando: «Dormir no me sanó cuando mi madre murió, o cuando mi padre murió y tampoco sanará esto. Siempre habrá una herida».


—No lo hagas —dijo Julian bruscamente.

—¿Que no haga qué?

—Culparte a ti misma —dijo—. Puedo sentirte pensando sobre cómo debiste hacer algo diferente. No puedo dejar que esos tipos de pensamientos entren, o me haré pedazos.


—Hago planes de un paso cada vez —dijo—. Cuando todo parece abrumarme, me pregunto qué problemas deben resolverse primero. Cuando lo hago, paso al siguiente. Pero no puedo siquiera empezar desde aquí.


Ty se veía... «desconectado» podría ser la mejor palabra para ello, como si todavía no hubiera vuelto a la tierra.


Las personas a veces olvidaban terribles cosas, lo sabía, sus cerebros simplemente se negaban a procesar o almacenar lo que habían visto.


Se había perdido en ella, en ambos, por una totalidad de tiempo; solo había sentido su cuerpo y la parte de su corazón que amaba y estaba herida.


Su vida entera había sido construida entre ejerciendo control sobre sí mismo, sobre la máscara que le mostraba al mundo y ahora se estaba rompiendo en pedazos.


—¿Qué duele más —preguntó Magnus—, el amor o el odio?

—No lo sé —dijo Julian.


— La amo más cada día y mucho más cada vez que intento detenerlo. La amo como si me estuvieran partiendo a la mitad.


—¿Alguna vez has escuchado la frase «adormecer a la razón atrae a los monstruos»?

—Sí —dijo Julian—. Pero seré un monstruo de cualquier forma.


—Julian está... —«Roto, destrozado, en pedazos. Perdido. No, no perdido. Simplemente no está conmigo».


—El dolor no nos hace débiles —dijo Cristina firmemente—. Nos hace humanos.


—La simpatía es común. Conocer la forma exacta del agujero que la pérdida de alguien deja en tu corazón es raro.


Ninguno había conocido nunca un mundo sin el otro en él.


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