(2) Lady Midnigth: Renacimiento (Cassandra Clare)

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—El mar desgasta los acantilados, Emma, los convierte en arena; del mismo modo, el cariño nos desgasta y rompe nuestras defensas. No sabes lo mucho que significa tener a gente que luchará por ti cuando las cosas vayan mal...


Para ellos, una grieta en él sería como una grieta en el mundo.


Jules había dicho una vez que tratar de ver el mundo a través de los ojos de Ty era como mirar por un caleidoscopio, agitarlo y volver a mirar. Eran los mismos cristales brillantes, pero la distribución era diferente.


—La Cacería Salvaje era la libertad —dijo Mark—. Y la libertad es necesaria.


En la libertad de ser salvaje y sin ataduras. Del ansia que a veces sentía en el alma de no estar conectada a nada, no tener que responder ante nadie, no estar ligada a nada.


—No es fácil tener la Visión si no sabes que hay otros que también la tienen —dijo Julian en voz baja—. Ves cosas que nadie más ve. No puedes decir nada porque nadie te entendería. Tienes que guardar secretos, y los secretos... acaban contigo. Te parten en dos. Te hacen vulnerable.


Si lo besaba, ¿notaría el sabor a sangre o a clavo, o a una mezcla de ambos? ¿Dulce y especiado? ¿Amargo y cálido?


—Esta noche, cuando has bajado la escalera —dijo él, con una voz grave y baja—, estaba pensando en pintarte. Pintar tu cabello. Tendría que emplear blanco de titanio para conseguir el color, la forma en que atrapa la luz y casi reluce. Pero no funcionaría, ¿verdad? No es de un solo color, tu pelo no solo es dorado: es ámbar y león y caramelo y trigo y miel.


—¿Había mentira en este beso?

—No. Pero... —Kieran parecía inseguro—. ¿Las estrellas en tus ojos son por mí o por la Cacería?

—La Cacería era dolor y gloria —contestó Mark—. Pero tú eras lo que me permitía ver la gloria y no solo el dolor.


Su cabello se había aclarado hasta adquirir un tono azul plateado: el océano después de la tormenta.


—Una vez me dijiste que los humanos deseaban lo que no podían tener. Y tú eres medio humano.


—Deseamos lo que no podemos tener —repuso Mark—. Pero amamos lo que nos ofrece bondad.


—"Los caleidoscopios son casi mágicos, Emma. No hay dos personas que vean lo mismo al mirar en su interior"».


—Eso es muy humano —replicó Mark—. Tener celos de un cuerpo, pero no de un corazón.

—Verás, yo no quiero un cuerpo sin corazón —explicó ella.


Y en ese momento Cristina se sintió atraída por él más que nunca, porque conocía esa sensación, la de estar tan vacío por dentro debido a la pérdida que sentías que el viento podría soplar a través de ti.


—Si he aprendido algo en esta vida, y acepto que no he aprendido mucho, es esto: ni los seres mágicos ni los mortales saben lo que es o no es el amor. Nadie lo sabe.

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