1. Aquí dentro siempre llueve (Chris Pueyo)

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La última vez que me miré al espejo
me dijo que llevaba dos años sin dormir.
Y los espejos no mienten.



Entendí su mirada
como quien se detiene ante la poesía, comprendiendo que no llega para salvarte, pero concede ese segundo exacto de luz en los ojos
que nos hace reconocer la herida para después respetarla.



Me dijo su nombre y pronuncié Tristeza.
Caminaba lento
como quien corre con el corazón de cemento.
Su espalda era una enorme escarificación de adioses.
Sus ojos, alquitrán.
Solía llorar barcos.
Y en su pelo anidaban pájaros inalcanzables.



Solo que la última vez pensé que no regresaría y me descubrí echándole de menos.
Ahí lo entendí todo.



Por su parte no temáis, la tristeza no entiende de puertas y poco después volvió a aparecerse en la ventana de mi pecho.
Por la tuya tampoco, he precintado con palabras el hueco que ocupa tu recuerdo en alguna zona posterior de mi cuerpo, allí donde el olvido no puede tocar.
Y ellas no te olvidarán.



Por la vuestra, a ver si os enteráis, somos chicos tristes, y los chicos tristes somos felices así.



Recoge tu corazón roto, y sopla:
hazles el amor a tus guerras
sumérgete en la poesía
como el impostor que aguanta la respiración
en un mundo de anfibios,
júrate (y por consiguiente, el más digno
de todos los amores) la libertad eterna.



Prefiero los libros
porque ellos nunca me dejaron sin batería.



Todavía guardo la historia que me diga que no tienes ni puta idea del amor, que de ti y de las canciones aprendí que lo más bonito existe y que todo acaba.



Si dejas escapar a las mejores personas estás perdido, que quienes te quieran lo hagan sin poemas ni palabras brillantes, que quienes te quieran lo hagan con la acción de respetar tus alas, porque el error sería no volver a cometerlos, a quienes me reprochan que he cambiado podría darles la razón, lo hice con los míos y a mejor.



No me mires así, si no vas a quedarte, no te atrevas a volver, tú nunca fuiste tan valiente, vuela después de correrte, que el último que deje de amar pierde.
Que yo me detengo donde quiero, cojo aire y sigo caminando.



La tristeza es un barco hundido, los recuerdos una cama en medio del mar, el desamor, una despedida kilométrica.



Que te deseo más un final feliz que a ti y que quizá por eso no te deseo demasiado.



Si pudiera volver hacia atrás, te besaría con los ojos cerrados para que no descubras que mañana está lloviendo.
Quiero decir:
cogería tu mano por primera segunda vez y te llevaría allí donde ni yo pudiera rescatarnos.
Bailaría tu risa, dejaría de ser un corazón con piernas, cambiaría cualquiera de La Oreja por un rockandroll, follar sería más una fiesta que una despedida, donde dos lobos se revientan la boca por una canción
bajo la almohada:
aullaré fuerte para recordarte que sigo olvidándote.



Cómo explicártelo:
a ti volvería a pasarte los labios por todos los accidentes de tu vida, sin miedo a la infección.



Hay un muchacho enamorado de la lluvia desde que no llora solo, su tiempo es una aguja en el pecho, su ropa, vendajes del hogar, su futuro le susurra fantasma por las grietas, hubo una vela que cansada de la soledad se enamoró de su sombra, hay un muchacho que renunció a ti para poder brillar.
Hay una diferencia entre ser poesía y ser poeta.
Hay un muchacho escuchando el parquet de tu regreso, soñando con tus pies desde que son silencio, será que nada deja más huella
que los pasos de quien te abandona.
Hay un muchacho valiente porque lo de ser cobarde ya le ha costado demasiado.



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