(2) El Señor de las Sombras: Renacimiento (Cassandra Clare)

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Pensó que podía sentir como su corazón se rompía, como una pieza de porcelana friable.


—A veces hay que engañar a los que amamos. Pero no puedo ser el instrumento que le cause dolor.


—No —dijo. — Soy diferente —no sonaba molesto, en absoluto molesto, acerca de eso. Era un hecho que sabía de sí mismo y eso era todo.


—No me gustan las multitudes de gente en general. Cuando todos están hablando al mismo tiempo y haciendo ruido. Las multitudes son las peores, especialmente en lugares como, el muelle. ¿Has estado alguna vez allí? —hizo una mueca. —Todas las luces y los gritos y la gente. Es como un vaso que se rompe en mi cabeza.


─¡No necesito ayuda! —gritó otra vez, mientras Diana lo empujaba por los peldaños.

—¡No necesito ser salvado!


—Y lo aman — dijo Nene.

—Creo que te darás cuenta, si te tomas el tiempo para conocerlo, que es fácil amarlo.


—Pero, ¿cómo puedo estar enojado con alguien que ni siquiera recuerda lo que hizo?


—No puedo dejar de preocuparme por lo que estás sintiendo, —dijo Mark. —No puedo dejar de pensar en ti.


Había pensado que el desespero podía matarlo. Pero ahora sabía que la imaginación era algo pálido. Que incluso cuando salía de él en forma de pintura sobre lienzo, no podía captar la riqueza de su piel sobre la suya, el sabor dulce de su boca. Desear no lo mataría, pensó, pero sabía lo que le faltaba.


—Pasé tanto tiempo buscando venganza, pero encontrarla no me hizo feliz.


—Cameron no me hizo feliz. Pensé que todas estas cosas me harían feliz, pero todo era un espejismo. —Se volvió hacia él, con los ojos muy abiertos e increíblemente oscuros. —Eres una de las únicas cosas reales de mi vida, Julian.


—Yo te escogí, y tú me escogiste. Eso es lo que realmente es la ceremonia parabatai, ¿verdad? Es una manera de sellar esa promesa. De decir que siempre te elegiré.


—Eres muy decidida, para alguien tan joven.


—El amor complica las cosas, —dijo Julian. —Un juramento debe estar libre de enredos.


—La gente va a los lugares que significan algo para ellos. —La Reina inclinó su cabeza a un lado.


—Tantas mentiras en tan sólo tres palabras —dijo. —Y ni siquiera le dijo "Te quiero".


—Hay más cosas en el cielo y en la tierra —dijo Gwyn—, de lo que se sueña en tu filosofía.


—Hablando de sueños —dijo. —Has estado en los míos y con frecuencia.


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