1: El Circo de la Noche (Erin Morgenstern)

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El circo llega sin avisar. No viene precedido de ningún anuncio, no se cuelga cartel alguno en los postes o vallas publicitarias del centro ni tampoco aparecen notas ni menciones en los periódicos locales. Sencillamente, está ahí, en un sitio en el que ayer no había nada.


Tú estás entre ellos, claro. La curiosidad ha sido más fuerte que tú, como suele ocurrir con ella.


Tú también estás considerando la opción de marcharte cuando, de pronto, sucede. Primero, se produce una especie de estallido, que apenas se oye entre el viento y las conversaciones. Luego un sonido más débil, como el de una tetera a punto de empezar a hervir. Y por último llega la luz.


Lee por encima el contenido, pero si la autora de la misiva pretendía con ella provocar algún tipo de impacto emocional, fracasa estrepitosamente.


—Lo del talento natural es un fenómeno cuestionable. Que tenga facilidad, no lo dudo, pero las aptitudes innatas son extremadamente raras.


—Es un riesgo que estoy dispuesto a correr.


—¿Por qué le damos cuerda al reloj?

—Porque todo necesita energía. Debemos poner esfuerzo y energía en todo aquello que deseemos cambiar.


—Me gusta leer —dice—, pero aquí no hay muchos libros. Ya los he leído todos.


—Los nombres no son tan importantes como a la gente le gusta pensar... Si en algún momento crees que necesitas un nombre, lo eliges tú mismo.


El muchacho se pasa la mayor parte del tiempo leyendo. Y escribiendo, claro. Copia fragmentos enteros de libros, escribe palabras y símbolos que al principio no entiende pero que, poco a poco, reproducidos una y otra vez en líneas cada vez más rectas, van volviéndose familiares bajo sus dedos manchados de tinta. Lee cuentos, libros de mitología y novelas. Con el tiempo, va aprendiendo otros idiomas, aunque no le resulta fácil hablarlos.


Tienes que conocer cuáles son tus límites para poder superarlos.


—La gente ve lo que quiere ver. Y, en muchos casos, lo que le dicen que ha de ver.


—Los vínculos son permanentes, hijo

—¿A qué estoy unido, pues?

—A una obligación que ya tenías, a una persona a la que conocerás dentro de algún tiempo. Ahora los detalles no son importantes. No es más que un tecnicismo.


El nombre le suena extraño al pronunciarlo, pues son contadísimas las ocasiones que ha tenido que decirlo en voz alta. Ha escrito tantas veces esa variante de su nombre real combinada con una forma del alias de su instructor, que ya casi la reconoce como propia, pero ahora, al añadirle sonido al símbolo, adquiere unas dimensiones completamente distintas. El hecho de que Isobel lo acepte con naturalidad hace que suene aún más real.


Le resulta demasiado tentador. Haber encontrado a alguien que quizá sea capaz de entender el mundo en el que él ha vivido prácticamente durante toda su existencia... Sabe que no debería dejarse llevar, pero no puede evitarlo.

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