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No fue hasta unos días después cuando Jimin decidió dar el paso.

El primer intento fue cuando el mayor hacía la cena; cuando, tal y como se había vuelto una costumbre, él, encerrado en la habitación que ambos compartían, observaba ensimismado el reflejo de su pecho sin comprimir bajo la ancha tela de la camiseta que llevaba.

Había veces en las que probaba a adoptar poses con las que su silueta fuese menos visible; y había otras, como lo era aquella, en las que simplemente se limitaba a mirar su cuerpo en el espejo.

Era extraño.

Extraña la manera en la que muy poco a poco, casi a un ritmo imperceptible, había dejado de verse como a un desconocido.

Extraña la forma en la que, prácticamente sin percatarse de ello, a pesar de todavía no sentirse conforme con cada uno de los centímetros que componían su cuerpo, había dejado de sentirse como un intruso dentro de su propia piel.

Yoongi tenía razón, y sin haber sido consciente de ello, había logrado cumplir con la promesa que había hecho un buen tiempo atrás.

Dijo que se aseguraría de borrar cada idea negativa que había sido implantada en la mente de Jimin tras años de haber escuchado cuan mal estaba ser quien realmente era, sustituyéndolas por pensamientos mucho más positivos; y quizás no lo había echo de manera consciente, pero cuando el menor se miró aquel día, tuvo la certeza de que, aunque no completamente, lo había logrado.

Ambos lo habían logrado.

Y aquel pequeño logro se sintió como una tremenda victoria para él; porque a pesar de todavía tener un largo camino por recorrer, ya pudo percibir aquel triunfo cosquilleando en alguna parte en el interior de su pecho.

Porque aunque todavía no poseía el valor suficiente como para mostrarse completamente ante el azabache, sí estuvo totalmente convencido de ser capaz de decir adiós al binder mientras estuviesen entre las paredes de aquel apartamento.

Había pasado la última semana mentalizándose de ello, y tras darle muchas vueltas, había concluido que ese debía ser el día.

No podía seguir alargándolo más, pues a cada hora que pasaba, el dolor se volvía más y más insoportable.

Empezaba a notarlo de manera sobrecogedora.

Los efectos de llevar el binder durante días seguidos comenzaba a pasarle factura; y no estaba seguro de ser capaz de permanecer aguantando ese ritmo durante mucho más tiempo.

Su espalda dolía sin importar la posición que su cuerpo adoptase.

Su piel se sentía extremadamente sensible en aquella zona, e incluso el más mínimo roce con las yemas de sus dedos, provocaba un agudo dolor semejante al de una horrible punzada.

Y cuando tomó una profunda bocanada de aire, su pecho ardió, como si fuese incapaz de tomar oxígeno en totalidad de su capacidad.

Una mueca de dolor se dibujó explícitamente en el rostro de Jimin cuando se sintió capaz de notar cómo sus costillas parecían moverse en el interior de su pecho, recolocándose en su posición natural después de haber sido oprimidas durante tanto tiempo.

Supo que no era más que una sensación irreal producto de su propia mente, pero no por ello pudo evitar sentir una terrible incomodidad al estirar sus brazos hacia adelante, haciendo crujir uno de sus hombros.

No quiso volver a ponerse el binder, pero al mirarse en la superficie reflectante, tampoco supo si quería realmente permanecer sin él.

Era demasiado contradictorio.

fe(male) ◇YM◇Donde viven las historias. Descúbrelo ahora