16

5.1K 923 204
                                    

Jimin se removió incómodo entre las sábanas de su cama.

No sabía como había llegado allí, tampoco a qué hora lo había hecho; en realidad, vagamente recordaba qué había ocurrido la noche anterior.

Se volteó, y tras esconder la cara contra la almohada, ahogó en ella un quejido de dolor.

La cabeza le daba vueltas.

Ni siquiera se atrevía a abrir los ojos por miedo a que aquello empeorase debido a la luz que se filtraba por sus cortinas, y que además, había sido la causante de despertarle antes de lo que hubiese querido.

Volteó al lado contrario, tratando de darle la espalda a la ventana para así volver a conciliar el sueño.

Pero le fue imposible; el dolor de cabeza no iba a permitir que volviese a dormir con tranquilidad.

Pesadamente, se estiró y se sentó en el colchón, sujetando su cabeza a la vez que mantenía los ojos cerrados.

Bostezó.

Se sentía inestable, no solo físicamente debido al entumecimiento de su cuerpo, sino también de manera emocional.

Y aquella sensación no le gustaba lo más mínimo.

Se arrastró fuera de la cama, y perezosamente entró en el baño dispuesto a darse una ducha fría que le despejase y se deshiciera de su molesto dolor de cabeza.

Quitó la camiseta que llevaba puesta sin tomar demasiada importancia de dónde la dejaba caer y se miró en el gran espejo que había sobre el lavabo.

Las vendas seguían oprimiendo su pecho; siquiera se había molestado en quitárselas cuando había vuelto a casa apenas unas horas atrás.

Miró su reflejo, y sin poder evitar sentir un nudo en el estómago, quitó poco a poco las vendas de su cuerpo.

Dejó salir el aire de sus pulmones, pero no supo si con alivio o molestia.

Las marcas de la tela estaban impresas en su piel junto con algún que otro pequeño moretón y un par de rozaduras; y Jimin pudo sentir como el simple contacto con el aire hacía que aquella parte de su torso doliera.

Y sintió ganas de romper a llorar.

Pero no lo hizo; y con manos temblorosas acarició su estrecha cintura y delineó los costados de su cuerpo, siguiendo con la curva de su cadera.

Agarró el elástico de sus pantalones, y tras un nuevo suspiro, los bajó levemente y dejó que se deslizaran por sus piernas junto con su ropa interior hasta llegar al suelo.

Quiso apartar su mirada del reflejo pero se obligó a no hacerlo.

Era como su propia terapia de choque.

Debía acostumbrarse a verse así, porque por mas que quisiera ser diferente, esa era la forma que Dios le había dado; a su imagen y semejanza.

Irónico.

Se pellizcó la pierna con fuerza cuando sintió la necesidad de agarrar unas tijeras y cortar nuevamente su pelo, que había crecido hasta comenzar a cubrir sus orejas; pero se contuvo.

Su madre no quería eso, y él debía dejar de ser un problema.

Por su propio bien.

Cansado, entró en la bañera y cerró la cortina tras él, dispuesto a arreglarse y despejarse lo máximo posible para asistir a la misa que había esa mañana.

Pero el nudo en su garganta no desaparecía con el agua que caía sobre su cuerpo; al igual que su dolor de cabeza, o las náuseas de su estómago, o las punzadas que sentía en la parte baja de su vientre.

fe(male) ◇YM◇Donde viven las historias. Descúbrelo ahora