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Tras el transcurso de un par de días, y algunos altibajos en el estado anímico de Jimin por culpa de su disforia, todo pareció querer volver poco a poco a la normalidad.

Una normalidad en la que, aprovechando la progresiva mejora del castaño, Yoongi decidió volver a pedir turnos en la tienda, retomando su trabajo y, por lo tanto, viéndose obligado a abandonar el apartamento.

Había tenido sus dudas; por supuesto que sí.

Dejar solo al menor después de lo que había pasado hacía ya unas semanas no terminaba de dejarte tranquilo; porque a pesar de todo el tiempo transcurrido, los sucesos ocurridos en casa del chico y protagonizados por su madre y el marido de esta, no dejaban de parecer aterradoramente recientes.

Los últimos días tampoco ayudaban; y es que, aunque Jimin asegurase estar bien a pesar de encontrarse todavía en sus últimos días con la menstruación, Yoongi no podía dejar de pensar en lo duras que habían sido anímicamente las últimas 72 horas para el castaño.

Estaba bien, o al menos eso le había dicho.

Era normal para él sentirse así en momentos como ese; e incluso era normal que aquel sentimiento apareciese de la nada y permaneciese con él durante horas e incluso días, sino más.

Estaba acostumbrado, había dicho lleno de seguridad.

Y a pesar de lo firmes que habían sonado sus palabras, dejar solo al menor seguía sin permitir a su conciencia quedarse tranquila; a pesar de que, tras haber hablado de ello en una larga conversación, el menor había mantenido su inquebrantable postura en todo momento.

Jimin no tenía ningún problema con ello; e incluso, percibiendo la duda del azabache ante aquello, insistió en que volviese a tomar los turnos que Jin le había estado cubriendo.

No podía permanecer allí encerrado para siempre, y mucho menos podía provocar que el mayor permaneciese recluso con él.

Debía avanzar; ambos debían hacerlo.

Y si ello conllevaba enfrentarse a una soledad que podía parecer terrorífica a simple vista, entonces sin duda estaba más que dispuesto a intentarlo.

Estaba tan decidido a ello, que incluso tuvo que encargarse de llevar a Yoongi hasta la puerta del trabajo, acompañándole a la tienda y asegurándole hasta el último momento que no tenía nada de lo que preocuparse; que sin importar qué, él estaría bien.

Y mientras volvía a casa, la sensación de la mano del azabache sujetando la suya todavía seguía fantasmalmente presente.

Del mismo modo que, al recordar la delicadeza con la que el mayor había acunado su rostro y le había besado con dulzura, tuvo que morder su labio inferior para contener inútilmente la sonrisa que adornó su rostro.

Sonrisa que se ensanchó cuando, por primera vez, usó sus propias llaves para abrir la puerta del edificio.

Se adentró distraídamente en el recibidor, pensando en los exámenes que se aproximaban peligrósamente con el paso de los días y en lo mucho que todavía tenía que estudiar para ellos; pero cuando caminaba hacia los ascensores, un pequeño detalle robó al completo su atención.

Allí, en los buzones metálicos para el correo que se encontraban en la entrada del edificio, en aquel designado al apartamento que compartía con Yoongi, había una carta.

Una carta que generó una gran curiosidad en Jimin; curiosidad que le hizo, sin siquiera procesar sus movimientos, encontrarse con el sobre entre las manos.

Era para el azabache; pero antes de haber leído su nombre escrito en la correspondencia, ya había tenido la certeza de ello.

Y sin embargo, lo que mas curiosidad generó en él, fue leer el nombre del remitente mientras subía en el ascensor.

fe(male) ◇YM◇Donde viven las historias. Descúbrelo ahora