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Menos de diez horas atrás, cuando Jimin se había mirado en ese mismo espejo al volver a casa, su rostro le había regalado la sonrisa mas amplia y sincera que alguna vez recordaba haber tenido.

Sus mejillas habían dolido debido a ello, y un ligero rubor todavía estaba presente en ellas cuando se había mirado; y en el instante en que el chico se percató de eso, no pudo saber si era a causa del frío, de las mariposas que se agitaban violentamente en su estómago, o de una mezcla de ambas.

Aunque lo cierto es, que aquello no podía importarle menos.

Irónicamente, en aquel momento, recordar lo ocurrido la noche anterior solo le causaba una gran inquietud.

Nada quedaba de aquella radiante sonrisa que achinaba sus ojos hasta hacerlos desaparecer; no, el rostro que ahora le devolvía la mirada en el espejo estaba repleto del mas profundo arrepentimiento.

Su mirada estaba cargada de culpa, y las agradables cosquillas que había sentido en su estómago, se habían vuelto ahora unas desagradables nauseas.

Y Jimin tuvo que subir levemente la tela de su falda, para pellizcar fuertemente uno de sus muslos, hincando sus cortas uñas en la piel de su pierna para evitar correr al baño y cepillar sus dientes con fuerza nuevamente, al igual que la primera vez que se había visto en aquella situación.

Porque estaba sucio, pero no quería acabar con las encías llenas de yagas como la última vez.

Siseó entre dientes, conteniendo un suave gemido de dolor, y supo que en su muslo quedaría una pequeña marca morada que le acompañaría durante un par de días.

—Los Shin están abajo—Avisó su padrastro al otro lado de la puerta, tras golpearla suavemente, logrando así que Jimin desvaneciera la presión que estaba ejerciendo en su pierna al salir de su ensoñación—Apúrate.

El chico suspiró pesadamente, mirándose por última vez en el espejo y arreglando la tela de su vestido; comprobando también, que no quedaba rastro del chico feliz que había visto la noche anterior, a pesar de que aún era capaz de sentir los labios de Yoongi danzando sobre los suyos.

Sonrió levemente, o al menos lo intentó, porque su reflejo no le devolvió más que una mueca extraña e incómoda; y tras agarrar su abrigo se encaminó a la planta baja de la vivienda.

Suspiró de nuevo, mentalizándose, y plasmó una alegre sonrisa en sus labios antes de salir a recibir a los vecinos, incliándose levemente para saludar al matrimonio que se encontraba al otro lado de la puerta, dispuestos a marchar hacia la iglesia.

Si al menos Jungkook se encontrara allí, las cosas serían algo diferentes; quizás se sentiría algo menos solo, quizás simplemente podría evadirse de su situación hablando con él de cualquier trivialidad.

Quizás eso le ayudaría a escapar de su propia mente; porque en ocasiones, sus pensamientos parecían querer enterrarle vivo.

Pero el joven Jeon nunca acompañaba a sus tíos a la misa de los domingos; de hecho, no los acompañaba en ninguno de sus rituales religiosos, y es que, según el muchacho le había contado a Jimin, a pesar de respetar sus decisiones, su ateísmo era algo que su tía aun estaba en proceso de asimilar completamente.

El camino hasta la iglesia fue tortuosamente silencioso para el chico, dejando así a su mente divagar libremente sobre pensamientos que prefería no tener en aquellos momentos.

Y es que, realmente no le parecía buena idea recordar cómo Yoongi había acariciado su rostro después de besarle; y mucho menos le parecía conveniente cómo ese recuerdo le hacía querer volver a probar los labios del mayor, a pesar de saber que se arrepentiría de ello segundos después.

fe(male) ◇YM◇Donde viven las historias. Descúbrelo ahora