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Jimin se abrazó a sí mismo tratando de resguardarse del frío.

Siguió de cerca a los cuatro adultos que le acompañaban, y metió las manos en los bolsillos de su abrigo, tratando de conservar su calor corporal a pesar de tener las piernas completamente expuestas al gélido viento.

Estaba algo ausente desde que, unos minutos atrás, habían salido de misa.

Por eso no se sorprendió cuando se descubrió no prestando atención a las palabras que el señor Shin le dedicaba.

Su mente no había podido parar de dar vueltas a la sensación de angustia que había sentido durante el acto penitencial; y recordar como había acabado arrodillándose casi sin darse cuenta de ello, hacía arder sus rodillas.

Las cosas estaban escapando de sus manos desde hacía unas semanas, y cada día que pasaba, cada hora, el peso de la culpa por lo que hacía era más y más grande.

—¿Jimin?—Volvió a llamarle el hombre.

El susodicho parpadeó repetidas veces, como si saliese de una ensoñación, y elevó la vista hasta que su mirada se encontró con la de su vecino, sin poder evitar cruzarse antes con la de su padrastro.

Este le miraba desaprobatoriamente; y ante ello, Jimin se limitó a fingir una sonrisa que dedicó a su vecino.

 —¿Si?

—¿Estás bien?—Preguntó él.

Jimin asintió efusívamente, caminando hasta llegar a la par de ambos hombres, que andaban unos metros por detrás de sus esposas.

—No se preocupe, Shin-ssi—Dijo con una dulce sonrisa—Estoy perfectamente.

El chico adelantó levemente su paso y se situó entre ambas parejas.

Miró al cielo mientras seguía caminando, y rogó internamente para que el plan que había trazado de camino a la iglesia unas horas antes, diese resultado.

Suspiró pesadamente y alargó el brazo para agarrarse al de su madre, a la vez que se situaba a la par de la mujer.

—Madre—Murmuró, tratando de ganar su atención pero sin irrumpir bruscamente en la conversación que esta mantenía con su vecina.

—¿Ocurre algo?—Preguntó frunciendo el ceño, mirando como su hija mordía nerviosamente su labio inferior.

—¿Puedo...—Se aclaró la garganta suavemente, tratando de controlar su ansiedad—¿Puedo adelantarme para ir a casa?

La mujer la miró extrañada.

—¿Te encuentras mal?—Preguntó haciendo el amago de tocar su frente para comprobar si tenía fiebre.

—No, no—Negó Jimin, sin saber exactamente como continuar—Es que... Jungkook me... Jungkook me ha invitado a comer.

Ante la mención de aquello, la señora Park no pudo evitar mirar a su amiga notablemente emocionada; como si aquello fuese la señal divina que ambas habían estado esperando durante años.

—¿Jungkook va a llevarte a comer?—Preguntó ahora su vecina.

Jimin asintió.

fe(male) ◇YM◇Donde viven las historias. Descúbrelo ahora