Cap 14. Hela

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Estaba en clase con el culo del lápiz entre los dientes, mordisqueándolo y escupiendo las lascas de pintura que a veces se desconchaban. Que mi madre no me pidiese explicaciones por haber salido el fin de semana con unos horarios que yo misma me había impuesto me hacía pensar que ese encuentro entre su pareja y yo estaba muy cerca. Ojalá le durase ese buen humor para toda la vida. Resoplé y me fijé en la cabeza calva del profesor al que no le estaba haciendo caso en absoluto. Luego, me quité el lápiz de la boca y comencé a dibujar circulitos en el cuaderno. Era increíble lo bien que nos lo habíamos pasado la noche anterior, incluso Nicki había olvidado por completo sus penas. Y con razón, ahora estaba escribiéndose por WhatsApp con Jimmy en lugar de atender en clase. Pobre Jimmy, en qué aprieto lo habíamos puesto durante el juego, cantaba que no le quitaba el ojo a mi amiga desde que habíamos llegado al piso de Amadeo. Y me alegraba mucho por ellos, parecía correspondido.

—¿Vamos con ellos en el descanso? —preguntó en bajito apagando la pantalla del móvil—. Dice Jimmy que estarán en las gradas.

—Os dije esta mañana que me vería con Max —me lamenté, y eso que me moría de ganas por verlo después de lo ocurrido en la fiesta.

—¿Y tú, Paola?

—Vale —contestó inmersa en las lecciones de clase tomando notas sin parar.

—Me quiere quitar el puesto de estudiante ejemplar —bromeé señalándola con el pulgar.

—Por mucho que estudie tardo mil veces más que tú en aprenderme las cosas, así que callaos, perras.

El sonido estridente de la campana delató el comienzo del recreo, recogimos los materiales esparcidos por el pupitre alargado que compartíamos las tres y salimos de clase. Con prisa compramos en las máquinas expendedoras bollos con chocolate y batidos del mismo sabor, y nos dividimos al llegar a las escaleras.

—¡No me echéis de menos!

—¡Ni tú a nosotras, futura esposa!

Mientras ellas bajaban al patio para reunirse en las gradas con los chicos, yo las subía para reunirme con Max en la azotea que acaban de habilitar. Como a esta hora la mayoría de los estudiantes se amontonaban en la cafetería, imaginé que podríamos estar a solas un rato, algo que descarté enseguida al atravesar la puerta que daba al exterior. La azotea parecía un parque de atracciones. Había verjas metálicas pegadas a los barrotes y cuatro bancos esparcidos por la zona. Max estaba apoyado en la verja a mi izquierda, con tejanos oscuros, un polo blanco y un bocadillo entre las manos. Despeinado por la brisa de la altura y siguiéndome con sus iris azules. Fue verlo saludándome con la mano y la tensión se encajó en mis hombros.

—Hola —lo saludé avergonzada—. ¿Llevas mucho aquí?

—Unos minutos, es que he salido de clases antes.

Me dejé caer en la verja a su lado y abrí el paquete transparente del bollo con el batido sujeto entre las rodillas para empezar a desayunar. Lo observé de soslayo, nos habíamos besado dos días atrás y ni siquiera me acordaba de cómo se sentían sus labios por culpa del alcohol.

—Trae, dame —dijo inclinándose para coger el batido que aún mantenía entre las rodillas—. Así estarás más cómoda.

—Solo era para abrir esto, ya puedo sujetarlo yo.

—No te preocupes, come tranquila. —Sonrió complaciente para después batirlo en el aire y atravesar el brik con la pajita, y sentí que me derretía por dentro.

¿Cómo podía ser tan guapo, estar tan bueno y ser tan atento a la vez? No te dejes engañar, Hela, todos son así al principio, me repetía para no ablandarme con Max. No me gustaba esa posición, así que cogí impulso para despegarme de la reja metálica y me puse frente a él. Había decidido que perdería mi timidez con los chicos y aún no había empezado a cumplirlo, ya era hora. Pensé tres opciones: pedirle el batido, extender la mano y cogerlo yo misma sin decirle nada, y lo tercero que hice.

Me acerqué a Max y bebí directamente de la pajita sin previo aviso. Se me escapó una risita al notar que se había sobresaltado por mi movimiento. ¡Por dios! Parecíamos dos críos en primaria con tantos rodeos.

—¿Te lo pasaste bien en la fiesta? —inquirí al recomponerme.

—Mejor de lo que esperaba, la verdad. Me sorprendiste.

—¿Y qué esperaba, señorito?

Acalló unos segundos y me observó con las comisuras alzadas. El cabello le revoloteaba sobre los ojos.

—Encontrarte, saludarte, hablar un poco tal vez.

—Lo siento, te llamé capullo sin motivo.

Le arranqué una risa y eso me tranquilizó. Entonces, hizo lo mismo que en la fiesta: apartarme el mechón de la cara y colocármelo tras la oreja con delicadeza. Al rozarla me provocó escalofríos, cosquillas, ganas de volver a besarlo. Este chico me gustaba mucho, desde el día en que habíamos comenzado a hablar.

—Si no hubieras reaccionado así después de desaparecer dos días sin decirte nada, me habría preocupado. Debería de haberte avisado.

Me perfiló el rostro con los dedos desde la oreja hasta la barbilla, la alzó y me plantó un beso acercándose lento para conocer mi respuesta, pero sin pausa. Nuestros labios se rozaron y oí cómo el corazón me bombeaba con más fuerza y rapidez. Se separó y clavamos nuestras pupilas en las del otro.

—¿Haces algo luego?

—Quedar contigo si me lo pides —contesté con una sonrisa.

—¿Quieres quedar conmigo? —me pidió en tono divertido sin soltarme el mentón.

—Si me lo pides así...

Volvió a besarme y se separó del contacto de mi piel a los minutos porque la campana había vuelto a sonar. Nos despedimos con la mano al bajar las escaleras y llegar a mi planta, y pronto lo perdí de vista entre la multitud. El recreo había volado. Las chicas aún no habían llegado al aula cuando me senté y abrí el chat de Max para leer el mensaje que me acababa de enviar. Era ver su nombre en mi pantalla y se me llenaba el pecho y el estómago de una marea de mariposas.

Max:

A las 6 en la boca del metro de Callao.

Hela:

No me hagas esperar 🧐

Max:

Jamás, señorita 😘

©Amor por Causalidad I (APC) (COMPLETA) FINALISTA WATTYS2021Donde viven las historias. Descúbrelo ahora