Cap 75. Estani

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Después de lavarme la cara y tomarme dos cafés para conducir la mitad del camino de vuelta a Madrid, seguía teniendo los ojos pegados. Me había pasado media madrugada consolando a Jimmy porque Nicki había desaparecido durante horas y luego se había negado a dormir con él. Terminé compartiendo cama con él, que sollozaba con el corazón encogido repitiendo que la rubia del grupo iba a dejarlo en cualquier momento.

Se estaba portando fatal con nuestro amigo, y nos estaba pasando factura a Amadeo y a mí porque no nos hacía ninguna gracia verlo deprimido sin merecérselo.

Recogimos la casa, hicimos las maletas y las acomodamos en el coche. Amadeo volvió a guardar las llaves de la vivienda en la cajita de seguridad y, sin apenas intercambiar palabras entre ninguno de nosotros, nos subimos al coche y arrancamos rumbo a la capital.

Las chicas no hablaban tampoco, no me extrañaba después de lo que había ocurrido anoche, aunque la que me preocupaba era Hela. Parecía actuar como siempre a pesar de la «broma» que le había gastado la noche anterior. No podía parar de preguntarme qué habría hecho o dicho si la hubiera besado de verdad. Desde luego, ganas no me faltaron al verla tan receptiva, pero me contuve por el bien de los dos. Y ahora no sabía si arrepentirme o alegrarme.

No, había tomado una decisión.

Al volver a casa me alejaría un poco para enfriar la tensión entre nosotros. Limitaría el contacto a las grabaciones en el estudio. Ya tenía pensado aprovechar los recreos y horas libres en la universidad para ponerme al día con los estudios y así también ayudar a Jimmy a recuperarse poniendo distancia con Nicki, porque estaba claro que tenía razón. Rompería con él en cualquier momento.

Bajé el volumen de la música para no despertar al pelirrojo, que se había sentado en el asiento de atrás del todo para reponer las horas de sueño. Hela también se había quedado frita en medio de las otras dos chicas, ambas contemplando el paisaje por no mirarse la una a la otra. Miré de soslayo a Amadeo y tuve la sensación de que era el único feliz del grupo. Al menos, había disfrutado casi todo el viaje, a excepción del primer día que le había sentado fatal la comida.

Las horas del viaje de vuelta se hicieron eternas. Apenas parábamos para estirar las piernas un par de minutos y volvíamos a emprender la marcha. Cuando Amadeo se dispuso a conducir los kilómetros restantes, aproveché para echarme una siesta y me desperté ya en Madrid. Fue dejándonos uno a uno donde le indicábamos para que no cargásemos con las maletas; Hela y yo fuimos los últimos en bajarnos. Le dio un beso en la frente a su amiga y nos despedimos de ellos, que se dirigían al aeropuerto para recoger a la madre de Amadeo tras un viaje de negocios. Ella le prestaba el coche durante su ausencia y él hacía de taxista cuando lo necesitaba, un trato justo.

Sin mediar palabra, Hela se encerró en su dormitorio con la madre, queme aposté lo que fuera a que iba a interrogarla hasta la eternidad. Comprobé las notificaciones, me había llegado un mensaje de mi padre desde su reunión de negocios en Valencia, pero no me apetecía hablar del viaje. Solté un resoplido, abrumado por la vuelta a la realidad —la nueva realidad—, y me tumbé en mi cama con el brazo tapándome los ojos porque no estaba preparado para afrontarla.

©Amor por Causalidad I (APC) (COMPLETA) FINALISTA WATTYS2021Donde viven las historias. Descúbrelo ahora