Cap 32. Hela

191 43 9
                                    

Habíamos acordado vestir informales para la ocasión. Sin embargo, nuestra amiga la rompecorazones era incapaz de hacerlo si con ello los chicos dejaban de fijarse en su espectacular físico. Nicki y yo, que habíamos vestido unos tejanos simples con sudadera y mochila colgada en la espalda, la vimos llegar a lo lejos con unos pantalones ajustados, una blusa blanca y bolso negro donde supusimos que traería los apuntes que habíamos acordado estudiar. Cruzó el paso de peatones contoneándose y presumiendo de curvas, con una coleta y unas argollas casi tan grandes como sus pechos. Qué guapa era nuestra amiga.

Sin mencionar que llegaba tarde, ya eran casi las ocho.

Esperamos a que se acercase a nosotras, le dimos un achuchón entre gruñidos por no habernos acompañado con la ropa y caminamos en recto hasta llegar a la biblioteca de la Calle Barceló, en pleno centro de Madrid. Era un edificio rectangular, blanco y escaso de ventanas. Para mi gusto, bastante monótono, pero eso no importaba porque íbamos a «estudiar». Habíamos intentado quedar en casa de Nicki y las clases particulares de su hermano Marcus nos lo había impedido. Del piso de Paola ni hablábamos; odiábamos quedar allí, era pequeño y la madre, aunque súper simpática, no nos dejaba hablar tranquilas de nuestras cosas. Porque al final era de lo que se trataban nuestras quedadas de estudio.

En cuanto llegamos a la sala repleta de mesas y estudiantes agobiados por los exámenes, Nicki se acercó con sigilo a nuestros oídos y susurró:

—¿Estamos seguras de esto?

—¿Qué insinúas, pilla? —inquirí sabiendo a la perfección a qué se refería.

Eso, estaba dispuesta a largarme de allí siempre que no fuese yo la mala influencia.

—Hay una cafetería súper molona por aquí cerca. No digo nada y lo digo todo —sugirió Pao y nos mostró la lengua con picardía.

—Me decanto por la cafetería. ¿Hela?

—Una buena charla nos vendrá bien a todas.

Tenemos que ponernos al día, pensaba para sentirme mejor con la decisión que habíamos tomado.

—¡Esa es mi Hela! —se emocionó Pao anclándose a mi brazo y los estudiantes nos mandaron a callar.

Escapamos de aquel lugar antes de que nos fulminaran por armar escándalo en medio de ese fúnebre silencio. El taconeo de nuestra Pétalo no ayudaba. Cogimos una bocanada de aire como si hubiésemos estado allí encerradas un siglo y sonreímos aliviadas por habernos dado el lujo de irnos a merendar en vez de machacarnos los sesos con las asignaturas de la carrera que, al menos a mí, me traían sin cuidado. Estani me estaba enseñando muchas cosas sobre mí misma. No, me estaba ayudando a despertar. Su música era mágica, sus acordes y su voz. Amplié los labios con ilusión al recordar que había compartido conmigo una de sus canciones más íntimas esa misma mañana.

Las tres cruzamos la carretera cogidas de la mano sin esperar a que los semáforos se pusieran en verde, riendo por los nervios ante la posibilidad de ser atropelladas. Qué idiotas y qué inseparables éramos. Al llegar a la esquina de la avenida, nos encontramos de frente con la cafetería que Paola había mencionado. Fachada blanca con adornos de un celeste pastel y un escaparate donde exhibían tartas y dulces artesanales. Qué delicia, eso debía ser un crimen.

Cogimos una mesa con sofás junto a la pared y tendimos los brazos relajadas sobre la mesa de roble. Inspiré hondo, olía a canela.

—¿Quién empieza? —preguntó Nicki ansiosa por contarnos cómo se lo había pasado con Jimmy el día anterior.

—Quien inventa, experimenta —dije antes de que me nombrasen a mí; con lo de Max tendríamos para rato.

Se apretujó los mofletes fingiendo un puchero infantil y se le escapó una sonrisilla de emoción.

©Amor por Causalidad I (APC) (COMPLETA) FINALISTA WATTYS2021Donde viven las historias. Descúbrelo ahora