Cap 46. Paola

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Hela y Estani se quedaron atrás.

El muy capullo de la entrada sabía que íbamos en grupo, pero nos dejó entrar junto a los dos tíos que ahora iban por delante gritando y asustándose a la más mínima. ¿Qué gracia tenía esta atracción si no podíamos reírnos de nuestros amigos? A mí no me daba ni una pizca de miedo y, a juzgar por su cara, Amadeo tampoco parecía estar impresionado con los efectos especiales del pasaje. Le eché un vistazo a sus labios; al final la que se había quedado con ganas de más era yo, porque él no había mostrado signo alguno de querer repetirlo. Apretujé mi hombro contra el de Amadeo y le rodeé el brazo con lentitud para no sentirme mal si me rechazaba de repente.

Nos habíamos liado la noche anterior, eso me confundía porque no sabía hasta dónde llegaba el límite de nuestra confianza. Amadeo sonrió y me cogió la mano para que me anclase a su brazo sin titubear. Eso me sorprendió, además de que estaba más fuerte de lo que parecía a simple vista. ¿Desde cuándo pensaba en qué hacer con un chico? Siempre lo hacía y listo. Me molestaba más estar a su lado sin saber cómo actuar que los chillidos de los malditos niños de delante.

—¿No te gusta el pasaje? —preguntó y elevó la vista al techo.

El jardín interior de la mansión estaba iluminado con focos que simulaban una gran luna y decorado con niebla espesa, eso hacía que el perfil de Amadeo resaltase en la oscuridad. Luego, me observó de soslayo esperando una respuesta.

—Supongo que algo bueno tendrá. —Resoplé y miré atrás—. No me gusta que me hayan separado de mi Hela.

—El lado bueno es que tenemos tiempo para charlar con tranquilidad.

—¿Vienes a un pasaje del terror a charlar con tranquilidad?

—¿Acaso quieres hacer otra cosa? —inquirió con voz insinuante.

A menudo, era yo quien intimidaba a los tíos con los que me enrollaba. Sin embargo, Amadeo no se cortaba un pelo. No iba a caer en su juego ni iba a quedar por debajo. Me detuve en seco, le solté el brazo y le rodeé el cuello para ponerme de puntillas. Él no vaciló ni un segundo en sujetarme el mentón para abrirme la boca e invadirme con su lengua. Después, bajó las manos a mi cintura y sentí que me derretiría con sus caricias. Nos besamos unos segundos y lo paré poniendo las manos entre nosotros.

—No quiero relaciones ni estoy acostumbrada a liarme con tíos solo por unos buenos morreos.

—¿Me estás pidiendo que te invite a casa esta noche? —dijo con una sonrisa burlona.

—Estoy poniendo límites.

—¿Te vienes a casa esta noche? —preguntó entonces más serio, con las manos aún en mi espalda.

—¿Por qué iría a...?

—Porque no quiero límites —me interrumpió—. Si necesitas sexo para no sentir que estás yendo lenta o empezando algo serio conmigo, lo tendremos.

Consiguió ponerme el corazón en un puño. Me observaba con intensidad, con los ojos oscuros bajo la tenue luz del jardín y provocándome escalofríos al mover los dedos para acariciarme la espalda. Sus palabras eran, posiblemente, las más serias que había oído de parte de un chico de su edad. ¿Acaso yo le gustaba en serio? ¿Me gustaba él a mí o era un calentón de los de siempre? No podía permitirme hacerle daño, ya no era por el grupo, sino por él. Era demasiado bueno como para actuar de la misma manera que hacía con el resto de los tíos.

—Gracias, pero no soy una violadora —espeté e intenté alejarme sin mucho esfuerzo.

Como esperaba de Amadeo, me retuvo.

—A mí también me apetece, Paola.

—¿Qué hay de tus padres? No me gustan las presentaciones familiares.

—No están en casa.

Me lo estaba poniendo muy difícil.

—Estás chiflado.

Esa vez no insistió, parecía saber que me costaba acceder con palabras. Me moría de ganas por ir a su casa, por supuesto, pero me superaba el miedo a las consecuencias o a sentirme extraña si llegábamos más allá. Lo había visto todo el tiempo como a un amigo intocable, quizá para algunos besos en plena borrachera y fin, y ahora de repente... Me estaba besando los labios y bajando poco a poco al cuello mientras introducía una mano por debajo de mi camiseta y yo dejaba escapar un gemido delatador al sentir su piel en mi vientre. Se detuvo y me sonrió tan cerca que pude notar el cosquilleo de su aliento en el cuello.

—Lo estás deseando —me susurró casi en el oído.

—Que te den —le respondí con otra sonrisa en los labios.

De pronto, entre la neblina vimos una luz, la de la puerta abriéndose para darle acceso a la siguiente pareja, que eran nuestros amigos. Reímos nerviosos, nos cogimos de la mano y corrimos en dirección a la salida para proteger nuestro secreto un poco más.

©Amor por Causalidad I (APC) (COMPLETA) FINALISTA WATTYS2021Donde viven las historias. Descúbrelo ahora