Cap 10. Hela

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En cuanto el semáforo se puso en verde, crucé el paso de peatones que nos separaba. Me había puesto unos jeans desgastados, una camiseta negra de mangas cortas a juego con los botines con tachas y el pelo suelto para ir cómoda. Mis amigas estaban esperándome en la puerta de Libertydance, imaginé que habrían pasado el día juntas al ver a Nicki con ropa de Paola, los brazos cruzados y la nariz roja de haber estado llorando toda la tarde. Alcé la mano en señal de saludo y las achuché unos segundos antes de sumergirnos en la penumbra del pub.

—¿Cómo estás? —inquirí durante el abrazo a Nicki.

—Mejor —contestó haciendo pucheros.

—A ti mejor ni te pregunto —me dirigí a Paola con una sonrisa pícara y me sacó la lengua.

Desde luego, debía de ser la que mejor se lo había pasado con aquel camarero tatuado. Cogí a Nicki de la mano como si fuese mi hermana pequeña y entramos en el pub bajando unas escaleras, adentrándonos en una enorme sala subterránea con poca iluminación y focos neones en todas las direcciones. Había gente bailando al ritmo lento de una canción que tocaba un grupo en el escenario, pero la mayoría bebía en las mesas altas y bajas. Pillamos la primera baja que vimos, pegada a la pared y cerca del escenario; buena ubicación. Reuní nuestros bolsos en la silla que sobraba, cogí la cartera y me puse en pie. La música cesó.

—¿Qué os pido?

—Coronita —farfulló Paola poniendo morritos para pintárselos.

Nicki se tomó su tiempo para pensar.

—Lo mismo que tú.

—¿Segura?

Asintió y me encogí de hombros. La barra estaba a unos pocos metros de nosotras, con dos camareras bastante guapas abrillantando vasos mientras contemplaban el escenario. Me giré por inercia y vi a un joven de cabellos rubios de espaldas y agachado, comprobando el cableado. Luego mis ojos se posaron en el micrófono. ¿Cómo sería cantar frente a estos desconocidos? Conociéndome, bochornoso. Intimidante.

—Una Coronita y dos Judas —les pedí y una de ellas me guiñó el ojo.

A mi espalda una voz masculina comenzó a cantar una canción que reconocí al instante porque, de hecho, estaba en la lista de mis canciones favoritas: All I Want de Kodaline. Me volteé rápida tras pagar y vi al chico rubio solo, con la guitarra entre los brazos y el micro a la altura de los labios:

And all I need is to find somebody. I'll find somebody...

Por casi un minuto, mientras lo oía y veía cantar, me olvidé de las cervezas que había pedido. Su voz era grave y suave, más cautivadora que la del cantante original y menos profesional. Con los ojos cerrados se mecía según los dedos tocaban unos acordes u otros, y los mechones lacios sobre la frente lo hacían con él. Sentí el impulso de hablarle a Max, conmovida por la melodía romántica de la canción; no lo hice, el móvil estaba en el bolso que había dejado en la silla. Las vistas desde ahí eran espectaculares, sin duda, pero me percaté de que Paola y Nicki me reclamaban desde la mesa con exagerados aspavientos y los labios fruncidos con desagrado.

—Pero ¿qué hacías allí parada, tía? —me interrogó Nicki al posar las cervezas en la mesa.

—Déjala, anoche se enrolló con Max, estará en babia.

—¿Qué pasó anoche? Que aún no me habéis contado nada —procuré cambiar de tema disimuladamente.

—No te escapas, canalla. Cuéntale a Nicki cómo te encontré y deja las penas para más tarde.

Suspiré y una sonrisa sin contención afloró en mis labios.

—Pues... anoche le besé.

—¿¡Qué!? —exclamó devolviendo la cerveza a la mesa con un sonoro golpe—. ¿Cómo ocurrió? ¡Cuéntalo todo, no te quedes ahí!

—Me encontró en el porche porque salí a tomar el aire.

—Estaba como una cuba —intervino Paola.

—Hablamos y bueno, lo invité a bailar. Luego, lo llamé capullo por haberme ignorado.

Paola soltó una carcajada burlona volviéndome a interrumpir y Nicki y yo la fulminamos con la mirada. Se pasó los dedos por la boca como si cerrase una cremallera y proseguí:

—Le pedí más explicaciones de las que debía y después le planté un beso.

—¿Tú? ¿La doña tímida cogiendo las riendas?

—Hay que tener en cuenta que la doña tímida estaba muy borracha, y cuando se pasa con el alcohol se vuelve una fiera.

El comentario de Paola me hizo reír. No solía volverme una fiera, más bien solía cagarla, y mucho. Si Max no hubiese querido ir más allá de las conversaciones que teníamos a diario, ese beso podría haber arruinado nuestra relación. Le pegué un gran trago a la Judas y me deleité del frío que descendía garganta abajo.

—Tu turno. —Señalé a Nicki y el semblante le cambió a uno alicaído.

—Anoche me reencontré con mi ex, no es que volviese a sentir algo por él, pero estuvimos hablando un rato de buen rollo hasta que...

—Hasta que el flipado se desvió de tema —comentó irritada Pao.

—Sí, empezamos a echarnos cosas en cara y removimos muchas cosas del pasado.

—¿Pero sientes algo por él ahora? —quise saber preocupada, aquel tío le había hecho mucho daño el año en que nos conocimos las tres.

Nicki negó con la cabeza.

—Aunque no sienta nada por él, duele recordar lo bonito que fue y lo mal que terminó.

—Por su culpa —recalqué.

—Le puse los cuernos al final, tía...

—¿Cuántas veces te los puso él a ti? —gruñó Paola cerrando el puño como si quisiese hacerlo añicos.

—Creo que necesitamos otra ronda de cervezas —sugerí.

—Eso, ¡la resaca se arregla con más alcohol!

—¿Lo mismo?

Asintieron con un "otro día invito yo", me levanté cogiendo los botellines al mismo tiempo y los llevé a la barra para pedir otra ronda. Repasé el escenario, ya no cantaba nadie, solo música ambiental de fondo. Y bajé la vista al reloj de mi muñeca. Faltaba poco para que el grupo que habíamos venido a ver subiese a tocar, ¿no? Apoyé los brazos en la barra y esperé a que la camarera se acercase.

—Una Coronita y dos Judas —pedí entregándole el dinero justo.

—A mí una Heineken, por favor —pidió también alguien detrás de mí, aprovechando que la camarera había salido de su escondite para atenderme.

Qué oportunista. Siempre había odiado esa cerveza, me daban ganas de escupir cada vez que me la ofrecían. La camarera puso los botellines en la barra y mis ojos se movieron a la vez que extendía el brazo para entregarle la Heineken al oportunista. Era un chico, el chico. Rubio, tejanos y camisa de cuadros abierta con otra básica negra debajo. El mismo que había cantado momentos antes sobre el escenario All I Want. Me atravesó con su mirada turquesa y sonrió.

—No es para mí —dijo excusándose por la cerveza que había pedido como si mi cara expresase cuánto la detestaba.

—Oh, no, no es por eso. —Levanté las manos nerviosa.

—¿El qué? —inquirió confundido.

—¿Eh?

No entendía nada y él lo supuso. Comenzó a reírse y yo lo hice tras él. Qué situación más bochornosa, menos mal que el frío de las cervezas ayudaba a que me bajase la temperatura.

—Es que te has quedado mirándome —dijo bajando la voz como si compartiéramos un secreto.

—Estaba pensando que cantaste muy bien antes —confesé tensa mientras me recogía un mechón de cabello tras la oreja, y preferí no comprobar si mis amigas estaban haciéndome aspavientos desde la lejanía de nuevo.

Tenía una expresión relajada, la misma que sobre el escenario, pero cuando le dio un trago a la Heineken arrugó la cara por completo. Le gustaba tan poco como a mí, y me contuve la risa ante el desconocido.

©Amor por Causalidad I (APC) (COMPLETA) FINALISTA WATTYS2021Donde viven las historias. Descúbrelo ahora