Cap 71. Hela

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Con una mano sujetaba la copa a medio terminar y con la otra me ajustaba el nudo que me había hecho con las mangas de la camisa en torno a mi cintura porque el calor de la discoteca, aunque estuviésemos en diciembre, había empezado a abrasarme la piel. Las chicas nos lo estábamos pasando genial, hacía tiempo que no salíamos de fiesta las tres a solas. Sin embargo, a mí me faltaba algo. Me faltaba alguien.

Cuando el ritmo de la música cesaba o cuando le daba un trago a la copa, aprovechaba para divisar a lo lejos la entrada y comprobar si Estani venía a buscarnos. Aquel concierto en la taberna me había dejado una sensación extraña. Había durado poco, pero había sido tan intensa nuestra conexión que ahora necesitaba volver a su lado. Reírnos juntos, comentar la experiencia, bromear entre nosotros con cosquillas y caricias espontáneas. Necesitaba encontrarme con su mirada, estaba segura de que eso terminaría de llenar el vacío que sentía en ese momento.

Pensar en lo que había hablado con Paola me inquietaba. Estani y yo nos llevábamos bien por la cantidad de cosas en las que coincidíamos... ¿No? O porque desde el principio habíamos conectado. Eso no debía significar nada extraño. No obstante, me moría de ganas por saber cómo se sentiría él. No creía que existiera ni una remota posibilidad de que estuviese confundido como yo.

Alguien me sujetó la cintura desde atrás y pensé que sería Paola o Nicki, pero una voz ronca pegada a mi oído me sobresaltó.

—Me ha encantado tu audición, pero tu actitud ha sido lo mejor —me imitó el chico de la noche anterior.

Se llamaba... ¿Leo? Me volteé enseguida para zafarme con disimulo y enarqué las cejas. Se había peinado el cabello celeste en punta y el piercing del rayo en el labio que ahora se balanceaba al sonreír relampagueó.

—Era actuación, no audición —lo corregí con retintín.

—Ups —vociferó sin abandonar la sonrisa—. Perdóneme, señorita, tengo memoria de pez.

Rebuscó en un bolsillo interior en su chaleco de cuero y sacó una servilleta. No pude evitar reírme. ¿En serio iba a regalarme de vuelta una servilleta? No me había fijado bien hasta el momento, pero era muy, muy guapo. Mandíbula perfilada, ojos a juego con su pelo, rasgos atractivos y una apariencia tan excéntrica como seductora. El cigarro apagado seguía tras su oreja como si lo hubiese transformado en un complemento que había pasado a formar parte del atuendo.

—Dame un segundo —me pidió amable antes de dirigirse a la barra.

Bebí de mi copa comprobando de nuevo si los chicos entraban en la discoteca y me desanimé al cerciorarme de que parecían haberse olvidado de nosotras. Paola seguía a lo suyo bailando con uno y con otro, aunque sin acercarse demasiado a los tíos, y Nicki había desaparecido desde hacía un rato. Leo regresó con la servilleta y un boli que les habría pedido prestado a los camareros, lo que me devolvió la risa.

—En serio, has estado espectacular. Qué calladito lo tenías.

—No es para tanto —dije tratando de restarle importancia. Volvió a extenderme la servilleta y continué la broma—: ¿Me regalas esa servilleta?

—Solo si me la firmas con tu número.

—¿Y si no quiero dártelo?

—Entonces, acosaré a Murphy hasta que me lo dé.

Estaba chiflado, aunque era un tío bastante enrollado y gracioso. Le quité el boli de la mano y le entregué mi copa para poder firmarle el papelito con un garabato y mi teléfono. A fin de cuentas, estaba soltera... ¿Pero por qué no me sentía cómoda escribiendo aquellos números? Se la devolví, recuperé mi copa y me esfumé con la excusa de buscar a mi amiga desaparecida.

Al final, le había escrito un número falso.

Avancé a paso rápido entre el tumulto con la vista fija en la silueta de Pao al fondo del pub y pensando en las razones de por qué acababa de hacerle eso a un chico encantador. De pronto, me topé con el culpable de frente, que me recibió frenándome con sus manos en mi cintura. Era totalmente distinto a cuando Leo me había agarrado. El corazón se me llenó de felicidad al verlo tan cerca y con la mirada sobre la mía.

Ninguno de los dos dijimos nada.

Como si nos hubiésemos estado buscando toda la noche y por fin nos encontrábamos.

Nos miramos unos segundos y él subió la mano para apartarme el cabello del rostro y pasarlo por detrás de mi oreja. Yo también quería poder tocarlo con la misma facilidad, sin miedos ni dudas. ¿Por qué no era capaz? Ya no recordaba si alguna vez había sido cariñosa con él sin que el peso de nuestra relación fuese un impedimento. Quizá solo estaba confundida por las suposiciones de Paola. Suspiré, quería matarla.

Como si tenerlo tan cerca no me afectase y nuestro silencio acompañado de la música del local no me intimidase, lo insté a seguirme durante la canción que acababa de comenzar. Solo sería bailar. Un baile y me prometía quitarme esas malditas dudas de la cabeza.

Me puse de espaldas a Estani, le sujeté las manos y se las guie hasta mi vientre, que no vacilaron en acariciarme la piel descubierta. Estrechó sus dedos sobre mi ombligo y eso nos acercó más aún. Mi espalda contra su torso y su rostro a un lado del mío, bailábamos como si quisiésemos estrecharnos sin ser descubiertos por nosotros mismos. Pretendimos seguir el ritmo de la música, pero las ganas de mantener esa postura fueron mayores y hubo momentos en los que creamos el nuestro propio. Cerré los ojos, el corazón me iba a mil. ¿Era normal que hiciésemos eso? Yo no lo hacía de forma genuina. ¿Y él? Noté cómo se inclinaba un poco y pegaba su moflete al mío mientras nos mecíamos con la música que se había vuelto lenta y demasiado peligrosa.

—Estani... —murmuré casi sin fuerzas porque las estaba invirtiendo todas en controlarme y no darme la vuelta.

—Dime —me susurró con una voz suave y complaciente.

Me descubrí con ganas de darme rienda suelta, voltearme y besarnos. De repente, había empezado a preguntarme cómo sabrían sus labios. ¿Me gustaba Estani? ¿En serio? No podía. No podíamos. Eso estaba mal. Arruinaría el hogar y la relación de mi madre si ella no me mataba antes. El corazón me dolía, sus manos en mi vientre quemaban.

No entendía por qué siempre me pasaba lo mismo. Por qué siempre hacía las cosas que dañaban a mi madre. Dedicarme a la música era algo intolerable en mi casa, pero tener sentimientos hacia Estani era otro nivel.

—¿Hela? —preguntó él y su aliento me hizo cosquillas en la comisura de los labios.

—Me encuentro mal, voy a salir un rato.

Su cuerpo me liberó y me mordí los labios para ocultar que me faltaba el aire. Me dirigí a la barra, dejé la copa vacía y salí del pub a toda prisa con la esperanza de que no me siguiese.

©Amor por Causalidad I (APC) (COMPLETA) FINALISTA WATTYS2021Donde viven las historias. Descúbrelo ahora