Cap 19. Estani

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Linda desempacaba las decenas de cajas de cartón que nos habían llegado de diversas editoriales con novedades literarias mientras yo me aseguraba de que los libros de las estanterías estuviesen ordenados y sin rastro de polvo o imperfecciones que tanto molestaban a los clientes. Tenía a mano el móvil, en el bolsillo trasero del pantalón, y cambié la canción que sonaba por los altavoces conectados a mi dispositivo. Puse Time de Pink Floyd y Linda empezó a cantarla en bajito. Se la sabía no porque le gustase el mismo género que a mí, sino porque estaba harta de escuchar mis canciones preferidas.

—¿Tú también estás aburrida? —le pregunté haciendo alusión a la letra de la canción.

—Eso es bastante relativo —dijo con la plácida sonrisa que la caracterizaba sin dejar de centrarse en su trabajo—. Puede que muchos de mis días sean aburridos, pero estos ratitos en la librería no entran en el saco.

—No te imagino trabajando en otro sitio.

—Yo tampoco, aunque me refería a tu compañía.

Tardé unos segundos en procesar lo que acababa de decir. Linda no solía recitar halagos de ese tipo, obvié su comentario y saqué un libro del estante porque no correspondía con el género de los demás.

—Tienes el trasero manchado de tierra. No deberías tomarte tantas confianzas solo porque trabajes con la hermana de tu amigo.

—¿Ahora te fijas en mi culo? —bromeé caminando por uno de los pasillos de novelas de fantasía.

—Serás idiota —murmuró ella—. Me ha contado Jimmy que el domingo lo pasasteis muy bien con unas chicas que invitasteis a pasar el rato.

—Hoy también hemos quedado con ellas, por eso tengo el «trasero manchado». Una de las tres, Hela, tiene una voz que deberías escuchar alguna vez. La hemos invitado al estudio.

—Anda, eso es nuevo.

—Sí, se le ocurrió a Jimmy.

—Hoy no me pillas, Estani. Me refería a que me hables de una chica. Eso es lo nuevo.

Tenía razón, hoy no la pillaba en absoluto. Había estado demasiado callada durante toda la tarde, y ahora cada comentario que hacía me impresionaba más. Puse el libro donde correspondía y volví junto a Linda para empezar a colocar los libros que había ido sacando y poniendo en lo alto del mostrador junto a ella. Me incliné a su lado y evitó mirarme a los ojos con el ceño fruncido. Resopló al sentir mi presencia observándola.

—Linda, ¿estás celosa?

Entonces, desvió los ojos desorbitados a mí.

—¿Eres tonto?

—¿Por qué me insultas?

—Sabes que no va en serio.

—Pero no es tu estilo.

Puso los ojos en blanco como si la estuviese fastidiando y se levantó sacudiéndose los pantalones con palmaditas. Yo la imité, cogí una pila de libros después de leer los títulos y relacionarlos con los estantes a los que pertenecían y me marché a otro pasillo. La librería no era grande, pero lo suficiente para desaparecer de la vista de Linda. Hoy parecía molestarle hasta que respirase el mismo aire que ella. No la entendía.

—Estani —me llamó al asomarse—, termina con esos y puedes marcharte. Ya es la hora.

—Sí, señora.

Ni la pillaba ni la entendía. Situé las obras que tenía entre manos, volví al almacén a colgarme la mochila y la guitarra enfundada y desconecté el móvil de los altavoces. La joven de cabellos cobrizos recogidos en una trenza que le bajaba por el lado izquierdo estaba en la caja, aún con el ceño fruncido, sin mirarme a la cara ni siquiera para despedirse. ¿Qué le había hecho yo? Me acerqué lento y me planté enfrente.

—Estás celosa —espeté molesto.

—Déjate de tonterías y márchate ya. Tu padre debe de estar esperándote fuera, tenéis que terminar la mudanza.

—Si no estás celosa, dame un abrazo.

—¿No me has escuchado?

—¿Y tú a mí? No me hables como si fuera tu hermano.

Cerró la caja con fuerza y volvió a resoplar. Pensé que me fulminaría con los mismos ojos oscuros que Jimmy. Sin embargo, dio una zancada, abrió los brazos y me rodeó el torso de sopetón. La respiración se me cortó. ¿Qué acababa de hacer? Escondió el rostro en mi pecho y le acaricié el cabello, suave y delicado como ella, que desprendía un sutil olor a flores y libros.

—¿Qué haces? —le susurré nervioso.

—Demostrándote que no estoy celosa.

Se apartó y nuestros hombros chocaron antes de que se dirigiera al almacén con prisas, dejando el aroma esparcido por el aire. Probablemente estuviese sonrojada y no quisiese que la viera, y yo preferí que no se percatara de la sonrisa que me había sacado. Llevé la mano al asa de la funda de la guitarra porque necesitaba sujetarme a algo, y salí de la librería en silencio.

Fuera encontré el Mercedes Benz negro de mi padre, listo para conducirnos a nuestro nuevo hogar.

©Amor por Causalidad I (APC) (COMPLETA) FINALISTA WATTYS2021Donde viven las historias. Descúbrelo ahora