Cap 16. Hela

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Al final, acepté el plan de esta gente y le mandé un mensaje a mi madre diciéndole que llegaría tarde a casa porque comeríamos fuera e iríamos a la biblioteca a terminar un trabajo. Así de paso me cubría las espaldas para quedar luego con Max. Y se diese cuenta o no de que le estaba mintiendo, me volvió a seguir el rollo, así que corrí a confirmar mi asistencia en el plan de almorzar por la zona de La Latina, uno de los distritos de Madrid.

Salimos de clases y nos reunimos en la puerta principal de la universidad sobre las tres de la tarde. Los chicos hablaban entre ellos y nosotras les metíamos prisa para encontrar algún sitio donde comer antes de que cerraran la cocina. Me había sorprendido que fuese Estani el que hubiera propuesto la idea de nuevo, a priori era el más reservado y evasivo.

Como la hora se nos echó encima porque no terminábamos de decidirnos, por mayoría casi absoluta fuimos a comprarnos kebabs en un bar que hacía esquina y nos sentamos en el parque de enfrente a comérnoslos. No era lo que nos habíamos imaginado en un principio, pero fue divertido acampar en el césped de aquel parque solitario. Parecíamos un grupito de adolescentes que una vez juntados no querían volver a separarse. Sonreí para mí y alguien me dio un toque en el hombro con el suyo.

—¿Ya estás riéndote de los demás? —se cachondeó Estani en susurros mientras colocaba a su lado la guitarra enfundada que había llevado consigo a la universidad.

Hicimos un círculo y pusimos las latas de refrescos y los sobres de salsa yogurt en el centro. Él se había sentado a la derecha, con sus tejanos desgastados, una cazadora de pana holgada y una básica gris debajo. De su cuello colgaban collares de cuero y acero a juego con los anillos de ambas manos. A diferencia de nosotros que teníamos un estilo más simple o común, él parecía una estrella del pop rock.

—Es extraño, pero esta situación me parece bonita —le respondí, tan cómoda con él que se me había olvidado poner filtro a mis palabras—. Desde ayer parece que estemos deseando tener un rato libre para volver a juntarnos.

—Eso parece. Esta mañana faltabas tú en el recreo, estos cuatro se pusieron a lo suyo y se olvidaron de mi existencia.

No pude evitar reírme, le faltaba hacer un puchero infantil. Nos integramos en la conversación con los demás y comimos disfrutando del canturreo de los pajaritos en medio de lo que parecía un silencio absoluto, aunque luego me di cuenta de que era el efecto de estar los seis, la sensación de envolvernos en una burbuja y pasarlo bien entre nosotros sin que nada exterior nos importase lo más mínimo. Guardamos todos los papeles y latas vacías en la bolsa que nos habían dado con el pedido y la tiramos al cubo de basura. Después, en lugar de marcharnos, volvimos a sentarnos haciendo círculo y nos tumbamos sobre el césped recién cortado con las manos extendidas o en el pecho. Estani y yo aspiramos profundo al mismo tiempo, embriagados por el olor que al menos yo asociaba con la lluvia.

—Pega otra ronda de preguntas —insinuó Paola relajada.

—Pero solo una, y esta vez sin machacar a nadie o no juego —refunfuñó Nicki.

—Va, empiezo —se adelantó Pao—. Contad algo de vosotros que no sepamos.

—Eso no es una pregunta —se quejó el pelirrojo.

—Hablo italiano y francés.

—¿Además del inglés? —se asombró Nicki, y Amadeo asintió orgulloso—. Me toca, de pequeña soñaba con ser modelo.

—¡Y yo actriz!

—Mi hermana y yo hemos heredado una librería de nuestros abuelos —contó Jimmy.

—Eso sí que es curioso. Algún día nos llevas —ideó Paola.

—Yo solo veo planes por todos lados —soltó Amadeo y nos echamos a reír.

—Pues yo sé tocar el piano —confesó al fin Estani.

Eso captó mi atención, siempre me había gustado ver a los pianistas tocar. Escucharlos pisar tecla tras tecla con los dedos y dibujando melodías en el aire. Giré la cabeza y lo examiné con curiosidad. Si vistiese un esmoquin blanco podría hacerse pasar por un ángel con facilidad. El cabello rubio se entremezclaba con el césped, y el cielo se le reflejaba en los ojos como un mar caribeño que luego dirigió a mí. Él sabía que yo estaba esperando a que contara algo más. Sin embargo, no lo hizo. En su lugar, endureció la expresión del rostro, desvió la vista y cerró los ojos dando por zanjada su confesión.

—¿Ya no tocas? —le murmuré casi al oído.

Él negó en silencio, sus amigos aguardaban enmudecidos. Algo me decía que el piano no era un buen recuerdo para Estani, y preferí cambiar de tema antes de que siguiesen haciéndole preguntas al respecto.

—A mí me gusta cantar —espeté.

Vamos, centraos en mí. Mis amigas se levantaron y me contemplaron como si se sintieran traicionadas, nunca les había contado nada al respecto, y de los chicos Estani fue el más impresionado, que arqueó las cejas con una mirada expectante mientras se reincorporaba para desfundar su guitarra.

—¿Se puede saber por qué no sabíamos nada?

—Es una tontería, Nicki. Nunca se ha dado el caso de que os diga eso —me excuse con la esperanza de que se olvidaran pronto—. ¿O acaso tú vas por ahí diciendo que te gusta el salchichón?

—No —se calmó—. La verdad es que no.

—Hela tiene razón, no seas exagerada. Habíamos pensado que lo decías de alguna manera más seria, cariño —dijo Paola queriendo quitarle leña al asunto, aunque su tono de voz me decía que teníamos una charla pendiente.

—Hela —me llamó Estani con la guitarra en los brazos provocando un vitoreo de emoción entre sus amigos—, ¿cantas conmigo?

—¿Podemos elegir nosotros? —inquirió Jimmy.

—No, dejad que elija ella.

©Amor por Causalidad I (APC) (COMPLETA) FINALISTA WATTYS2021Donde viven las historias. Descúbrelo ahora