Miré el reloj para cerciorarme de que solo quedaba media hora para terminar la jornada e irme a casa. Me senté sobre unas cajas apiladas y suspiré exhausto. El día, que había transcurrido lento hasta drenarme la energía, no se había apiadado de mí en absoluto. De hecho, esa tarde en la librería se estaba convirtiendo en una de las más aburridas desde que había comenzado a trabajar.
—¿Por qué no recoges y te marchas? —inquirió sarcástica Linda desde el marco de la puerta con los brazos cruzados y la trenza pelirroja cayéndole por el hombro.
Con otro suspiro el doble de largo que el anterior, me ayudé de mis manos para levantarme y volver al trabajo. Pasé de largo por su lado y ella refunfuñó. No habíamos hablado apenas esa tarde, y yo tampoco estaba demasiado animado para las típicas charlas y bromas que solía mantener con ella, y que al final no nos llevaba a ningún lado.
No era buen día para eso.
Hurgué en el mostrador en busca de un trapo y el spray para limpiar el polvo y desaparecí entre los pasillos de la librería mientras Linda hacía números en la caja. No soportaba aquel ambiente tenso. Pensaba comprobar que los libros estuviesen en buenas condiciones para que los clientes no tuviesen motivos para devolver nuestros productos o plantarnos quejas, y terminé encajándome en mi sección favorita, repleta de libros sobre toda clase de mitologías. Aquellas historias las había conocido gracias a mi madre. Perfilé los lomos con el dedo y el de mitología nórdica me encontró.
Entonces, recordé aquellos ojos castaños ofreciéndome sus oídos para escuchar las canciones más personales que había escrito hasta el momento, su inocente carita con la migaja de pan en el moflete que la hacía parecer una niña pequeña incapaz de cuidarse sola. Y me reí por primera vez en todo el día. A duras penas, aunque lo hice de verdad.
A pesar de todo, solo tenía ganas de volver a casa para coger de nuevo la guitarra y ponerme a tocar junto a su voz, pero ella no estaría allí para salvarme. Hela me había dicho que había quedado con sus amigas.
—Estani —me llamó Linda desde el mostrador.
No respondí. Caminé en silencio hasta ponerme a la vista y ladeé la cabeza esperando a que respondiese. Rodó los ojos aburrida de mi actitud, salió de detrás del mostrador y se acercó desprendiendo su olor a flores por el pasillo hasta invadirme a mí.
—¿Estás bien? —me preguntó y su expresión se tornó preocupada—. Puedes contar conmigo si tienes problemas. Lo sabes, ¿verdad?
¿Jimmy no te ha contado nada? Mis problemas eran míos y de nadie más. Se me daba fatal compartirlos o mostrarme débil. Además, no me gustaba hablar del tema ni que se compadecieran de uno de mis peores días del año, así que elevé las comisuras con torpeza y le di un par de palmaditas en la cabeza.
—Tranquila, no es nada.
—¿Estás seguro?
—¿Me das un abrazo? —me burlé.
—En ese caso, sigue limpiando libros —me contestó de vuelta al mostrador, huyendo de mi petición como de costumbre.
Qué linda era cuando se enojaba o se avergonzaba. El contacto físico con los demás no era su fuerte, quizá fruto de haber sido una chica introvertida y solitaria durante casi toda la adolescencia, o eso me había contado Jimmy las veces que había conseguido sonsacarle información de su hermana mayor.
Dos minutos y el turno se acabaría.
La campana colgada encima de la puerta principal se balanceó y nos avisó de que teníamos clientes de última hora. Mi día allí aún no se había terminado, solté el aire paciente y me encaminé al mostrador por si Linda necesitaba ayuda cuando, a medio camino, unos brazos se engancharon en mi cuello y me hicieron tropezar.
—¡Mira a quién tenemos aquí! —gritó Amadeo y el ambiente dejó de oler a flores para apestar a tabaco—. ¡Pero si es mi amigo experto en ignorar los mensajes del chat!
—Cierra esa boca, por favor —le pedí angustiado.
—Cada vez fuma más. Cualquier día el tabaco acaba con él.
—Esas cosas no se dicen ni en broma, ¿te enteras? —intervino de repente Linda, que se había acercado, y le dio un coscorrón.
Amadeo y yo nos echamos a reír. Luego, se puso serio de nuevo y me miró con intensidad.
—¿Y tu móvil? ¿Por qué no respondías?
—Lo silencié esta mañana —contesté sin ganas—. No me apetecía leer mensajes.
—Te perdono solo hoy, amigo —susurró y me guiñó un ojo que hizo que pusiera los míos en blanco.
—El asunto es que esta noche tenemos plan —dijo Jimmy más animado de lo usual.
—De fiesta, a tomar algo, como queráis llamarlo —lo siguió Amadeo.
—¿Quiénes? —inquirí para que terminaran de explicar de una vez lo que se traían entre manos.
Les encantaba dar información a trompicones, eran un equipo de dos en el que cada uno se alternaba la palabra para explicar un tema poco a poco.
—Fiesta post curro. Nosotros cuatro.
—¿¡Qué!? —vociferamos Linda y yo al unísono.
ESTÁS LEYENDO
©Amor por Causalidad I (APC) (COMPLETA) FINALISTA WATTYS2021
Romance❤️FINALISTA WATTYS2021❤️ Ninguno imaginó que una coincidencia en el pasillo de la universidad cambiaría para siempre sus vidas. Hela Luna, una joven que apenas se ha dado tiempo para descubrirse a sí misma por las exigencias de su madre divorciada...