Cap 50. Paola

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Joder, estaba tan emocionada por lo que nos habían contado Hela y Estani que era incapaz de concentrarme en que estaba sentada en el asiento de copiloto del Audi de Amadeo. O de los padres, no lo sabía. Lo que sí sabía era que la calefacción me estaba adormilando y ya ni recordaba por qué había aceptado ir a su piso. ¿Íbamos a tener sexo? ¿Era eso lo que yo quería?

Él conducía serio, con un cigarro medio consumido entre sus labios carnosos y una mano sobre el volante. No me molestaba el humo, no como a Jimmy, que tosía y se atragantaba con una sola voluta de polvo. Tampoco me habría molestado si Amadeo hubiese desviado una de sus manos a mis piernas, aunque le habría gruñido para que no se tomase confianzas a la ligera. Suspiré. Estaba divagando, creando escenas inexistentes en mi cabeza. Y no me gustaba porque solía hacer lo que me viniese en gana sin pensar demasiado en ello.

—¿Queda mucho? —pregunté mientras bostezaba.

Amadeo me miró de reojo con el ceño fruncido.

—Maleducada, tápate la boca.

—Debería importarte que voy a quedarme dormida a este paso.

—¿Por qué debería importarme eso? Cuando lleguemos, te despierto y ya está.

—Como si fuese fácil despertarme... —mascullé y me giré hacia la ventana.

—Pues te llevo a la cama en brazos.

Chasqueé la lengua y lo reté con la mirada mientras movía la cabeza de lado a lado para dejarle claro que ni en sus sueños haría eso. Ni siquiera se dignó a prestarme atención. No entendía qué mosca le había picado para que cambiase de comportamiento de forma tan drástica; parecía desinteresado o aburrido, no sabía por cuál decantarme. Inflé los mofletes y me crucé de brazos.

—Nadie me coge en brazos, ¿te enteras? —le dije resignada.

—Eso ya lo veremos.

—Engreído.

Sonrió sin apartar la vista de la carretera y, unos minutos después, detuvo el coche y se abalanzó sobre mí. Pensé que me violaría o algo por el estilo, incluso estuve a punto de gritarle, pero buscó en la guantera hasta dar con el aparato que nos abrió la puerta de un garaje residencial.

¡Por fin habíamos llegado!

En cuanto apagó el motor, abrí la puerta y empecé a estirarme subiendo y bajando los brazos. Las luces automáticas del garaje se encendieron de sopetón revelándome a un Amadeo que se dirigía con calma hacia mí. Con una calma que me sacaba de quicio. ¿Acaso no le parecía tan atractiva como para besarme o tocarme? En el pasaje nos habíamos besado con una pasión que pocas veces había sentido, aun podía recordar sus labios como si los sintiese en los míos. Me sacudí el cabello y esperé a que estuviese al lado para anclarme a su brazo al igual que hacía con mis amigas. Él se adelantó; se quitó la gorra para ponérmela con la visera hacia atrás y entrelazó sus dedos con los míos. Y emprendió la marcha.

Idiota, ¿¡para qué me pones la visera hacia atrás si no es para besarme!?

Entramos en su piso y avanzamos hasta el salón, lo que me trajo recuerdos del primer día que nos habíamos venido todos a jugar al Jenga con unas cervezas y luego unas pizzas. Ese día el maldito de Estani me había intentado dejar en evidencia porque me había pillado echándole miraditas a su amigo. Y tanto que me había fijado en Amadeo, estaba como un tren.

—¿Quieres algo de beber? —me preguntó él antes de soltarme.

—Lo mismo que tú.

—Hecho, leona.

©Amor por Causalidad I (APC) (COMPLETA) FINALISTA WATTYS2021Donde viven las historias. Descúbrelo ahora