Al principio, la ciudad les había parecido —desde la vista del coche— un poco aburrida y sin demasiados lugares de ocio, algo normal porque estaban acostumbrados al bullicio de Madrid, aunque visitar la playa les había hecho cambiar de opinión. La playa de Chiclana era como un pueblo aparte. Estaba a media hora del centro de la ciudad, tenía supermercados, casas enormes y un paseo repleto de tiendas y restaurantes en primera línea de la costa.
Pasar tantas horas en carretera nos había provocado un hambre horrible y aún no había atardecido, así que decidimos ir en busca de helados y bajar a la arena para ver el espectáculo en primera línea. Encontramos varias heladerías donde también vendían crepes y yogures helados con siropes artesanales que nos hicieron babear en cuanto los vimos. Nos pedimos varias tarrinas en pleno diciembre y la lengua se nos durmió en cuestión de minutos. Jimmy no podía vocalizar y yo prefería no intentarlo. Amadeo no tuvo más remedio que esforzarse en hacerlo porque, justo cuando caminábamos rumbo al paseo junto a la arena, se puso pálido, con sudores, y nos suplicó que lo esperásemos. Necesitaba encontrar un baño urgentemente, y dudaba mucho que fuera porque se estuviese orinando.
—¿Y si entramos ahí? —Señalé una tienda de souvenirs con el fin de que Nicki dejara de quejarse por la urgencia de nuestro amigo—. Podríamos comprar algún recuerdo.
—Me parece una idea fabulosa. Vamos, pequeña —me ayudó Pao y le pasó un brazo por encima para llevársela a rastras.
Hela las siguió sin poner pegas, ella pocas veces se quejaba y eso me tranquilizaba. No le importaba que fuéramos a perdernos un atardecer, sino que arrugaba el ceño preocupada porque Amadeo aún no había vuelto y quizá estuviese con el estómago descompuesto en algún recóndito lugar de la playa.
—Tranquila, volverá vivo —le dije con la lengua patosa y cogí un trozo de helado de tarta de queso con la cucharilla de plástico—. ¿Quieres probarlo?
—¿No te da asco? —preguntó inocente y no pude resistirme. Le acerqué la cuchara y abrió los labios obediente.
Luego, hizo un sonido de placer y los ojos oscuros se le rasgaron al sonreír con los labios aun húmedos por el helado derretido. Se mordió el labio inferior e hizo lo mismo con el de arriba para limpiárselo; quería morirme porque no podía apartar la vista. Y porque me apetecía demasiado comer de la misma cuchara con la que le había dado a probar mi helado. Entonces, Nicki se le abalanzó desde atrás con unas pulseras en la mano y aproveché la ocasión para huir del peligro y correr como un condenado al lado de Jimmy, que me contemplaba perplejo. Pude adivinar por qué enarcaba una ceja al verme llegar. No se cortó y musitó en secreto:
—Tío, sé que eres un desastre, pero dime que no está pasando lo que creo que está pasando.
Cerré los ojos tan preocupado como él. Desde que tenía uso de razón, me había costado la vida identificar y admitir mis propios sentimientos a menos que fuesen demasiado evidentes. Y me estaba costando admitir que Hela me provocaba sentimientos encontrados, le tenía muchísimo cariño, pero también sentía que ese cariño se estaba volviendo más especial de lo normal. De lo que debía. Era mi hermanastra, joder. No compartíamos sangre, pero sí una familia, un hogar.
Me apreté el puente de la nariz con los dedos, no quería ni mirarlo, y resoplé antes de tragar saliva para admitirlo:
—Mierda, está pasando.
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©Amor por Causalidad I (APC) (COMPLETA) FINALISTA WATTYS2021
Romance❤️FINALISTA WATTYS2021❤️ Ninguno imaginó que una coincidencia en el pasillo de la universidad cambiaría para siempre sus vidas. Hela Luna, una joven que apenas se ha dado tiempo para descubrirse a sí misma por las exigencias de su madre divorciada...