Cap 9. Hela

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Al día siguiente, me bebí la taza de chocolate caliente que me había preparado Paola mientras Nicki seguía durmiendo y pedí un taxi después de un par de achuchones de despedida. No pudimos ponernos al tanto de la fiesta de anoche porque los padres estaban dormidos, además de que sentíamos punzadas resacosas en las sienes. Era esforzarme en recordar cualquier cosa y un dolor infernal me atravesaba la frente para instalarse en la cuenca de mis ojos. El chocolate caliente había sido nuestro remedio para la resaca —idea de Paola— desde la primera borrachera. Ahora solo rezaba por que surtiese efecto cuanto antes.

Ni el frío mañanero de Madrid pudo despejarme la cabeza. Me acurruqué en los comodísimos sillones de atrás y respiré con fuerza el olor a cuero que tanto me gustaba. Tenía los ojos hinchados y la garganta áspera, me froté las mejillas y procuré relajarme en el taxi con destino a casa. Sabía a la perfección las estupideces que había cometido la noche anterior, aunque me avergonzaba tanto recordarlas que prefería meditar qué ponerme para el concierto. Cómo contarles a mis amigas que me había enrollado con Max, que YO le había entrado después de haberlo llamado capullo.

—Gracias —musité y bajé del taxi cabizbaja.

Entré en casa con torpeza, subí las escaleras ayudándome de la barandilla como si mis pies fueran de plomo y me lancé de lleno sobre mi cama, que ahora sentía esponjosa, paradisíaca. Los tacones sucios cayeron al suelo provocando un estrepitoso ruido, ya los limpiaría mañana. Y el peso de los pies se esfumó para colarse en mis párpados.

Cuando desperté, mi madre había bajado las persianas, no conseguía distinguir la hora según la luz exterior. Pegué un brinco inquieta y a la vez fastidiada por haber perdido casi el día entero, y un vértigo me sacudió amenazándome con devolverme a la cama. Me senté ahora más tranquila, alcancé el móvil que estaba cargando sobre la mesita de noche y suspiré antes de encender la pantalla. Detestaba levantarme tarde. Mi sorpresa llegó cuando descubrí que solo eran las doce, tenía todo el día por delante aún. Había notificaciones sin leer, un hecho que me recordó que tenía conversaciones pendientes y me motivó a olvidarme del móvil hasta el encuentro con Paola y Nicki en el pub. Luego de desnudarme y liarme una toalla rosa desde las axilas hasta medio muslo, salí de la habitación súper feliz por haber "madrugado" incluso habiendo trasnochado. Una ráfaga de olor a sándalo procedente del antiguo cuarto de mi padre, que estaba frente por frente del mío, me impresionó. También lo hizo ver a mi madre sentada en el suelo guardando los últimos recuerdos de él en una caja mediana. Parecía que aquella persona a la que habíamos llamado papá durante tantos años estuviese desvaneciéndose en el tiempo. Como un sueño pasado.

—Tu padre y yo ni siquiera nos llevábamos bien al final de la relación —contó al mismo tiempo que limpiaba con delicadeza una figurita de madera—. Él prefería dormir aquí para estar solo y reflexionar. Debí haberme dado cuenta.

—No te martirices —le pedí al acercarme e inclinarme con el fin de acariciarle la mano en muestra de consuelo—. Todo pasa por algo, seguimos aquí juntas y tú has encontrado a otro hombre que te hace feliz.

La verdad era que me impactó saber que ella había sido consciente del declive de la relación. Siempre había pensado que mi padre un día había decidido desaparecer de nuestras vidas y empezar de cero y así lo había hecho, pero no. Si nunca se había abierto a mí ni a nadie, ¿por qué me lo contaba en este momento? Contemplé mi alrededor, había menos cajas que el día anterior. Tres en el suelo con cinta y tijeras a mano, y un cuarto vacío perfumado con olor a sándalo.

—¿Tienes que contarme algo, mamá?

Esperaba un no, como de costumbre.

—La semana que viene lo conocerás —murmuró.

©Amor por Causalidad I (APC) (COMPLETA) FINALISTA WATTYS2021Donde viven las historias. Descúbrelo ahora