Cap 6. Estani

286 64 4
                                    

Habíamos colocado los folletos por casi toda la universidad, pero se nos acabaron cuando solo quedaban los pasillos de economía y maldije a Amadeo por no haberme hecho caso. Le dije que estaban contados —según mis cálculos— para que alcanzasen todos los tablones del recinto, y aun así me sermoneó porque pensaba que había malgastado tinta y papel. Maldito Amadeo. Lo peor era que fui yo el que me comí el marrón de atravesar dos edificios para volver al aula y recoger el resto de los folletos.

A la vuelta estaba sediento y me compré un refresco de piña en la primera máquina expendedora que me pilló de paso. Estaba tan tranquilo subiendo las escaleras, a punto de reencontrarme con mis amigos, cuando una chica pasó por el lado y chocó su hombro con el mío. La mitad del refresco se volcó desde mi mano hasta el antebrazo, la otra mitad cayó al suelo junto a la lata. La joven se disculpó en susurros, luego desapareció de mi vista, pero yo estaba más pendiente de no haber mojado los folletos que sujetaba con la otra mano. Gracias a Dios, pensé al comprobar que seguían intactos. Recuperé la lata del suelo y la tiré en la próxima papelera, a unos metros de Amadeo y Jimmy, que estaban charlando con tres chicas y ofreciéndoles un folleto. Me sorprendió, no sabía que también se habían animado a repartirlos. Fuese como fuese, aproveché que estaban entretenidos para entrar en el baño masculino y enjuagarme la piel pegajosa antes de seguir con nuestro cometido.

Oí la campana, menos mal que no teníamos clase y tendríamos tiempo para acabar y desayunar tranquilos.

La cara de Jimmy al llegar a ellos fue como un libro abierto. Algo más tímido y acallado, con una media sonrisa delatadora y la cara ruborizada. Le entregué la mitad de los folletos a Amadeo y me dispuse a colocar los míos dejando que Jimmy siguiese en las nubes.

—¿Cuál de las tres? —pregunté para su asombro.

Me devolvió una mirada nerviosa, muy típica en él, y Amadeo se echó a reír. Sí, nuestro amigo el pelirrojo sufría flechazos amorosos a menudo. Eso podía deberse a que apenas tenía contacto con las chicas, excepto con Linda y sus amigas.

—La... —comprobó que nadie pudiera escucharnos—. La rubia.

—¿Y cómo se llama la rubia?

—Nicki —respondió Amadeo en su lugar—. Dice que mañana, si se la encuentra en el concierto, le pide el número.

—Pues ve preparando el discurso porque ese pub no es muy grande que digamos. —Le pasé un brazo por encima del hombro y me acerqué a él—. ¿Tanto te ha gustado?

—Solo ha sido un flechazo, Estani. No le tomes importancia —intervino Amadeo.

—¡Cállate! —le gritó haciendo puchero—. Sí, es que... Ayúdame, Estani, por favor. Tú eres más abierto y yo...

Dejé escapar una carcajada sonora. Cómo disfrutaba el amor el pequeño Jimmy. Era todo lo sentimental que nos faltaba a nosotros dos. O, al menos, lo mostraba mejor. Desde luego, no me imaginaba a Amadeo llorando por una chica, sí por una batalla del videojuego perdida. Y yo... Me habían gustado algunas chicas, pero no lo suficiente. Ni siquiera Amanda. Ni Linda.

—Está bien —acepté—. Si mañana nos las encontramos, las invito a tomar algo con nosotros. Así podrás hablar con ella, y pedirle el número, claro.

Volvió a hacer puchero cuando se dio cuenta de que ya lo habíamos puesto en el aprieto, me despegué de Jimmy y le pasé mis dedos por el pelo para despeinarlo en un gesto cariñoso. Amadeo suspiró como si le fastidiase la idea de volver a hablar con aquellas chicas, pero su expresión no decía lo mismo. Sonreí disfrutando de esos momentos que terminarían pronto, en un año como mucho si nos graduábamos juntos.

©Amor por Causalidad I (APC) (COMPLETA) FINALISTA WATTYS2021Donde viven las historias. Descúbrelo ahora