Cap 7. Hela

303 63 8
                                    

Esa misma noche —no, en dos horas— sería la fiesta en el campo. Y, desde el encuentro en el pasillo, no habíamos vuelto a hablar. Sí le había preguntado para rebajar tensiones por haber sido borde a qué hora iría a la fiesta, y por más que abría una y otra vez el chat, no encontraba un mensaje de respuesta. Max estaba pasando de mí. Tampoco había vuelto a la clase buscándome ni nada parecido. ¿Por qué lo haría? Mi reacción había dejado mucho que desear y él tampoco es que tuviera fama de ir tras ninguna chica. Todo lo contrario. Pero habíamos hecho match, ¿no? ¿Acaso no le habría dado me gusta a más tías en esa aplicación? Pues claro que sí. Seguro.

Arremoliné los brazos en torno a mi cabeza y pegué la frente a la mesa. Estaba sentada en el suelo de parqué del salón, con las piernas bajo la mesita que había frente al sofá y el portátil por delante. Puse una de mis playlists preferidas, sonó Nothing left to say de Imagine Dragons, que me encantaba, aunque no me sentía identificada con la letra en ese instante y fue motivo suficiente para cambiarla por Where's my love de SYML. Todas mis penas, si se podían llamar así, se resolvían cantando. Y mi madre estaba de buen humor, entretenida cocinando un pastel de calabaza, ni siquiera se enteraría si lo hacía bajito.

Me puse en pie, solté mi melena de la coleta que la apresaba y pasé los dedos entre ella para peinármela mientras cantaba con los ojos cerrados.

Cold bones, yeah that's my love. She hides away, like a ghost...

Cogí el portátil con la música en marcha y subí al piso de arriba para empezar el ritual antes de la fiesta: elegir una prenda tras otra hasta que me convenciese —aunque ya tenía algunas opciones en mente—, maquillarme, pasarme las planchas, gritar por el grupo de las supernenas las ganas que tenía de emborracharme... Al pasar por el lado del antiguo cuarto de mi padre, me detuve unos segundos, mi voz no. Las paredes celestes estaban apagadas por las persianas bajadas. Había un tumulto de cajas pegado al escritorio de roble, y el colchón de la cama individual se encontraba a la intemperie, sin sábanas que lo arropasen del frío. Era triste, el cómo había desaparecido mi padre sin dejar rastro más que algunas llamadas esporádicas que yo rechazaba. Aún no había aceptado el abandono.

Con cuidado posé el portátil en mi escritorio y abrí el chat del grupo que tenía con Paola y Nicki para contarles que mi madre, para mi asombro, pensaba pasar todo el fin de semana en casa.

Paola:

¿En serio?

Nicki:

¿Es una broma?

Hela:

Puedo decirle que nos quedamos

en casa de Paola a dormir, pero

mañana...

Nicki:

Pero mañana no tendrás excusa.

Hela:

Eso es lo malo.

Paola:

Que no cunda el pánico, podemos

recogernos antes de que termine el concierto

 y todo arreglado.

Nicki:

Qué follón, Hela.

Deberías decirle la verdad y que

acepte que tienes una edad para

salir cuando quieras.

Paola:

En eso estoy de acuerdo.

Hela:

Bueno, mañana veremos.

Por ahora le diré que nos quedamos

en tu casa, Pao.

Nicki:

¿Podemos autoinvitarnos, Pao?

Paola:

Claro, cariños míos.

Pao para lo bueno y

Pao para lo malo.

Hela:

Ahora es cuando viene la condición...

Paola:

Pero mañana me hacéis el

desayuno 😊


Dejé el móvil junto al portátil entre risas y me lancé al armario en busca del conjunto ideal. Estuve probándome varios y desparramándolos sobre la cama hasta que me sentí lo suficiente cómoda con unos pantalones negros ajustados y una blusa blanca sujeta al cuello. Tenía buena cara aquel día, así que me apañé con dibujarme una línea de gato en los ojos, un poco de rímel y una barra de labios fija de color morado. Recogí la ropa desperdigada con rapidez, colgué lo propio en las perchas y doblé el resto. Los tacones negros suponían algún que otro dolor de pies al día siguiente porque no estaba lo suficientemente acostumbrada, pero qué más daba. Los calcé con seguridad, que era lo que tanto me gustaba, y terminé de elegir los accesorios para el atuendo. No me despojé de mis piercings de la oreja, que eran cuatro en cada una, y mucho menos del piercing del ombligo, que ni se vería.

Me movía al son de la música mientras me alisaba el pelo. A pesar de no tenerlo rizado o con ondas marcadas, me gustaba liso total cuando de fiestas u ocasiones especiales se trataba. Bajé veloz a la cocina a por una cerveza para ir preparando mi estómago, le di un beso en la mejilla a mi madre y volví a subir tras unos tragos que me dejaron un sabor amargo en la garganta.

Estaba sonando de fondo Teenage fantasy de Jorja Smith. Todas sus canciones me parecían una locura, no tan de mi rollo, pero muy sensuales y cautivadoras. Cogí el perfume de la estantería y me lo esparcí por el cuello, el pecho y las muñecas, cerré los ojos bajo el olor que me embriagaba y empecé a bailar al son de mi voz.

We all want a teenage fantasy. Want it when we can't have it... When we got it we don't seem to want it...

—Así que piensas salir —espetó mi madre de repente desde el marco de la puerta.

Pegué un respingo que no sé cómo no me tropecé con los tacones de aguja. Estaba apoyada con los brazos cruzados y los labios doblados en una mueca de disgusto.

—Tú también sales a disfrutar siempre que quieres —le dije al recomponerme y recoger la dignidad que había perdido por los suelos.

Ella levantó las manos y subió las cejas en señal de paz.

—No he venido a impedírtelo. Solo quería saberlo.

—De todos modos —me preparé para la mentira—, me quedaré con Nicki en casa de Paola.

—¿Fiesta de pijamas? ¿Con esa vestimenta?

Joder, me sentía ridícula. Qué mal se me daba mentir.

—Saldremos a tomar algo antes —confesé al fin, aunque no era toda la verdad.

—Me parece muy bien. Disfruta, y llámame si necesitas algo.

Se dio media vuelta y bajó las escaleras tarareando la canción de Jorja Smith. Desde luego, se estaba comportando extraña no, lo siguiente. Quise creer que había empezado a aceptar que yo tenía una edad para hacerme cargo de mi propia libertad, pero sabía a ciencia cierta que no se trataba de eso. Había algo más que la tenía —demasiado— de buen humor. Aun así, todo se lo guardaba para ella, lo bueno y lo malo, y ya llegaría el momento de que Hela Luna se enterase. Siempre había sido igual.

Le di vueltas un minuto, luego se detuvo la música y aproveché para apagar el portátil y ponerme un abrigo negro. Tenía el tiempo justo para darles el encuentro a las chicas en casa de Nicki e irnos en su coche rumbo a la fiesta.

©Amor por Causalidad I (APC) (COMPLETA) FINALISTA WATTYS2021Donde viven las historias. Descúbrelo ahora