Cap 82. Hela

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Por la mañana habíamos corrido a la universidad porque el móvil de Estani se había apagado sin batería y no había sonado el despertador. El mío —no sabía si por suerte o por desgracia— se había quedado en el bolsillo de la mochila que había abandonado bajo el perchero de mi casa. Mis amigas se encargaron de prestarme hojas y bolígrafos para tomar apuntes, y Estani me había invitado a desayunar durante el recreo. Como Jimmy había faltado a clases, tuvimos todo el recreo para ponernos al corriente de la catastrófica noche anterior tanto para la parejita rota como para nosotros. Amadeo apenas se pronunciaba al respecto cuando se trataba de Jimmy; se notaba a leguas que le desagradaba la manera en que Nicki había hecho las cosas y estaba resentido con ella por haberle hecho daño a su amigo. Los demás procuramos ser imparciales y hablar lo mínimo del tema.

Cuando terminaron las clases, Estani y yo fuimos a comer a un restaurante de comida rápida y volvimos al estudio para pasar el rato hasta que llegase la hora de ensayar con el resto. Por miedo a que nuestra fuga empeorase la situación, Estani se acercó a casa para hablar con el padre, rescatar mi mochila y traerme una muda de ropa junto al cargador del móvil. La hora que estuve sola en el estudio se me hizo eterna. Sabía que no podía depender de él, que no debía refugiarme de esa manera en la seguridad y tranquilidad que me aportaba, pero era inevitable. Solo él era capaz de entenderme a la perfección y hacerme sentir mejor con una mirada o un abrazo. Me senté en la silla del estudio con música de fondo e incluso me emocioné pensando en lo afortunada que era de haberlo conocido. No tenía ni maldita idea de cuándo mis sentimientos por él se habían vuelto tan fuertes. Luego, lloré porque las circunstancias me superaban. Llegué a pensar que estaba siendo exagerada y, de hecho, me sentí mal por sentirme mal, pero me lo permití.

Necesitaba llorar y echar fuera todo el dolor.

Si acataba la vida que mi madre quería imponerme a cambio de mantener una buena relación con ella, jamás podría cantar y dedicarme a lo que me apasionaba, jamás podría tener un trato cercano con mi padre, jamás podría tener los sentimientos que tenía hacia Estani. Debía renunciar a todo ello y más. No sabía si estaba dispuesta a aceptarlo. Era mi vida o mi madre. ¿De verdad tenía que elegir? De pronto, me recordó a la elección que había tenido que hacer mi padre tiempo atrás.

Cuánto lo entendía.

Y, por un instante, me alegré de que hubiese tomado la decisión de marcharse. Nadie se merecía aquello. Me llevé las manos a la cara y grité de la rabia entre lágrimas. Yo también quería ser libre.

Abandoné la silla para tumbarme en el sofá con la manta por encima y traté de calmar mi ansiedad respirando hondo. Tenía el perfume de él impregnado. Desde el sofá podía contemplar los apuntes que había dejado sobre la mesa. Odiaba esa carrera, no sabía si por mi madre o porque de verdad detestaba cada una de sus asignaturas. Me arrebujé con la manta y cerré los ojos esperando que así el tiempo pasase rápido.

El girar de la cerradura me hizo pegar un bote. Me restregué los ojos y me atusé los mechones despeinados disimulando con los apuntes en la falda.

—¿Has estado estudiando? —inquirió Estani al entrar con unas bolsas y mi mochila colgada.

Se había cambiado de ropa; tejanos oscuros y camiseta granate con una cazadora de cuero abierta.

—No creo que vuelva a estudiar esta mierda —espeté tirando las hojas a la mesa.

¿A quién quería engañar? Él alzó las cejas sorprendido por mi forma de hablar.

—¿Eso significa que piensas abandonar la carrera? ¿A estas alturas? —dijo tendiéndome la mochila y un cargador que había sacado de una de las bolsas. Suspiré—. ¿Estás segura?

—No sé qué me pasa, estoy atravesando una crisis existencial —comenté mientras me despeinaba exasperada los pelos que antes me había peinado—. Si mi madre me echa de casa por hablar con mi padre, ¿te imaginas lo que haría si supiese que quiero abandonar la carrera?

—Prefiero no imaginármelo —dijo casi entre risas.

—Pues eso —contesté a punto de reírme no porque me hiciese gracia, sino por lo ridículo que sonaba—. ¿Traes noticias de la base militar?

Él rio negando en silencio.

—Sí —afirmó al acercarse y recogerme la cara entre sus manos para besarme la frente—. Dicen que te pones muy bonita cuando estás enfadada, aunque esa ropa que llevas huele un poco a... ¿Establo?

Le aparté las manos y le di un tortazo en el brazo en venganza.

—Que sepas que el único establo en el que he estado han sido tus brazos.

Me miró perplejo y no fui consciente de la vergüenza que me daba recordar que habíamos dormido toda la noche abrazados hasta que sentí el calor de la rojez en las mejillas. Carraspeó y volvió a la nevera para guardar lo que había traído en las bolsas.

—No quería decir... —musité apenada por lo que se podría haber malentendido—. Tus brazos no son un establo ni nada de eso.

—Lo sé, tonta. —Cerró la nevera y se sentó en la silla con la vista puesta al frente, donde las cristaleras conectaban con la sala repleta de instrumentos.

Pensé que diría algo más, pero guardó silencio. Conecté el cargador a la pared y al móvil, y esperé paciente a que se encendiese. Decenas de llamadas de Paola y Amadeo, pero ninguna de mi madre. Ni un solo mensaje de ella, solo de mis amigas y mi padre, que estaba en línea. Abrí el chat y resoplé:


Papá:

¿Cómo estás, cariño?

¿Hablaste con tu madre ayer?

Hela:

No se puede hablar con ella.

Lo siento por haberte guardado

rencor todos estos años.

¿Cuándo vuelves a bcn?

Papá:

El lunes.

¿Por qué?


¿Puedo escapar contigo como lo hiciste tú? Apagué la pantalla antes de responder algo de lo que pudiese arrepentirme y miré a Estani, que tarareaba una canción para sí con los ojos cerrados. La aparición de mi padre parecía cosa del destino, un tren al que debía sopesar si subirme o dejarlo marchar en menos de una semana. Tragué saliva para aliviar el nudo en la garganta de un resoplido, esta vez más sutil. Tenía tantas dudas y preguntas que agradecí que nuestros amigos aporrearan la puerta para comenzar el ensayo. Me levanté enseguida y los recibí con un fuerte achuchón, sobre todo a Jimmy. No me extrañó comprobar que Nicki había decidido ausentarse.

—Hoy es día de elecciones —anunció Amadeo—. Necesitamos pensar un nombre para el grupo para enviarle al italiano ese el portfolio que tenemos grabado.

—Podríamos añadir la inicial de Hela al nombre actual —sugirió Jimmy.

—Lo enviaremos con el nombre actual —zanjó Estani con la mirada aun fijada en las cristaleras. Se levantó con las manos en los bolsillos y me tendió una al aproximarse al sofá—. Hoy no será un día de elecciones, pero sí será el tuyo.

—¿Qué quieres decir? —pregunté confusa.

—Entra ahí y canta para nosotros —me pidió con una sonrisa. Lo observé sin estar demasiado convencida de sus intenciones y él ladeó la cabeza—. ¿Qué? Te vendrá bien para desahogarte.

—Está bien —acepté al final y el grupo vitoreó—. Te apuntaré mis canciones preferidas.

—No hace falta, ya sé cuáles son.

Paola me echó una miradita traviesa que me hizo sonreír. Qué le gustaba el salseo. Me puse en pie y cerré la puerta tras atravesar la sala. Luego, ajusté el micrófono a la misma altura de siempre, me posicioné y les hice la señal confiando ciegamente en la decisión de Estani.

©Amor por Causalidad I (APC) (COMPLETA) FINALISTA WATTYS2021Donde viven las historias. Descúbrelo ahora