No podía dormir.
Me había puesto unos pantalones de franela de rayas y una camiseta blanca holgada porque ese tipo de pijamas cómodos me ayudaban a conciliar el sueño en cualquier cama que no fuese la mía. Sin embargo, el sueño no quería acompañarme aquella noche. Estaba cansada, los párpados me pesaban. Di varias vueltas sobre mí misma, suspiré al recordar la cantidad de preguntas que me había hecho mi madre y me afloraron los nervios previos a la audición. ¿Frente a cuánta gente tendría que cantar? ¿Estaba haciendo lo correcto? Si mi madre se enteraba, me encarcelaría en mi habitación para la eternidad.
Hasta las narices de pensar y rodar en la cama, aparté la manta y me levanté de un brinco para ir a tomar el fresco al jardín. Los calcetines salieron despedidos a la otra punta del cuarto y el pomo crujió al girarlo para abrir la puerta y escabullirme de la oscuridad del dormitorio. La luna iluminaba el pasillo desde el ventanal del salón comedor, caminé despacio y lo atravesé hasta llegar a la cocina a por un vaso de agua. Para mi sorpresa, cuando dirigí la mirada a la puerta corredera de cristal junto a la mesa del comedor, me topé con una silueta que por poco me hizo tirar el vaso al suelo.
—Joder, Estani —dije resoplando angustiada por el susto.
La ausencia de respuesta por su parte me hizo creer que se había dormido ahí mismo. Estaba sentado en una de las sillas con la cabeza recostada en la mesa y la vista hacia fuera. Sujeté el vaso de agua con fuerza por si volvía a pegarme un susto y fui bebiéndomelo a medida que me aproximaba a Estani. Lo posé vacío y me senté frente a él, aunque en el lado contrario para darle espacio.
Tenía el cabello suelto esparcido sobre la mesa y podía oír su respiración profunda, lenta. De pronto, se me quitaron las ganas de salir de la casa por la puerta principal o la corredera de cristal por si lo despertaba. Dejé caer la cabeza junto a la de Estani y contemplé la luna llena que nos saludaba desde lo alto del cielo negro. Ausente de color, excepto por las estrellitas que ignoraban haber desaparecido miles de años atrás.
Solté un resoplido casi insonoro. Me apabullaba el giro que había dado mi vida desde que había conocido al chico que dormía plácidamente a centímetros de mi rostro. Había sido tan atento y amable conmigo que no sabía en qué momento sería capaz de devolverle lo que le debía. Pasé de contemplar el cielo para centrar mi atención en las hebras doradas que se le mecían con mi respiración. Eran lisas, de distintas tonalidades rubias y parecían suaves. Él se había hartado de acariciarme el pelo como a un perrito cada vez que le había apetecido, pero yo nunca lo había podido hacer. Que me sacase casi veinte centímetros de altura jugaba en mi contra.
Pero ahora lo tenía tan cerca.
Sus hombros se veían más anchos desde mi ángulo que desde mi altura usual y, antes de ser consciente, el sonido de su resuello me aceleró el pulso. Estiré el brazo despacio y le acaricié el cabello con delicadeza. Con cuidado no para no desvelarlo, sino para evitar que me descubriera. Era sedoso y agradable al tacto, como la personalidad de Estani. De pronto, él sacudió la cabeza y escondí la mano bajo mi mentón.
Se volteó y nuestras miradas a centímetros se encontraron.
—Me haces cosquillas, miedica —musitó revelándome que había estado despierto desde el primer momento en que me había asustado.
El calor se me instaló en los mofletes de forma automática. Pensé en decir cualquier tontería para salir del aprieto, pero él subió su mano a la mesa y me atrapó la mía para posármela de nuevo en su cabellera.
—Pero me gusta.
Mi garganta se atascó y los labios se me tensaron, aunque mis dedos siguieron danzando entre su pelo a su antojo. Lo miré obligándome a mantener la vista en sus ojos y no bajar a sus labios, porque era lo primero que se me había pasado por la cabeza. ¿Qué diablos te pasa, Hela? Él sí lo hizo, con descaro; su expresión seria me volcó el corazón. Me aclaré el nudo en la garganta autoconvenciéndome de que esa situación era común entre personas que tenían mucha confianza e intenté sonreír con normalidad.
—¿No puedes dormir? —inquirí con un hilo de voz casi inaudible.
—Conozco a Murphy por dos razones —comentó obviando mi pregunta—. Solía venir a Chiclana a veranear con mis padres porque mi madre nació aquí. Era una vieja amiga de Murphy, de joven tocaba el piano en su taberna cada fin de semana.
Eso me impresionó lo suficiente para hacer que la sonrisa desapareciera. No imaginaba cómo sería volver para tocar donde su madre lo había hecho en vida.
—Además, hace unos años vine con mi antiguo grupo para presentarnos a una audición. Ese mismo año, tras la audición, nos propusieron firmar con una discográfica de Barcelona.
—Eso es genial, pero ¿qué pa...?
—Pasó que debíamos trasladarnos a Barcelona durante unos meses y mi madre estaba hospitalizada. Tuve que escoger entre mi grupo o ella.
—Supongo que la escogiste a ella por encima de la música.
—Sí, los abandoné sin darles una explicación. Ese año, debutaron con la discográfica y comenzaron a hacerse famosos, y mi madre falleció.
El nudo en mi garganta volvió con más fuerza. Hice un esfuerzo por mantener la compostura, aunque él parecía haberlo pensado tantas veces que ya apenas se inmutaba. Al menos, frente a mí se resistió.
—¿Te arrepientes de tu elección? —pregunté con los labios temblorosos.
Un escozor me nubló la vista.
—Para nada. —Alzó la mano y me acarició el contorno de los ojos para consolarme aun siendo yo quien debería de haberlo consolado a él—. No seas tonta, es agua pasada.
—Eres increíble.
—Si soy tan increíble, dame tu mano.
Lo hice obediente. Habría hecho cualquier cosa por verlo sonreír. Era un ángel, me sentía inmensamente afortunada de haberlo conocido, de tenerlo a mi lado, en ese lugar, en ese momento. De que me hubiese elegido para cantar sus canciones. Me rozó la palma de la mano y entrelazó sus dedos con los míos. Mis ojos se clavaron en los de Estani buscando algún tipo de reacción que me explicase por qué entrelazar nuestras manos debía ser un gesto que no me desbocara los latidos del corazón. Me habría alejado porque no soportaba tenerlo tan cerca sin sentirme abrumada por su olor o su mirada, o tocar su piel sin que una punzada se adueñara de mi pecho. Me habría ido corriendo porque me costaba enfrentar aquellas emociones, pero era Estani a quien tenía enfrente. No podía escapar de él.
Y tampoco quería.
En lugar de soltarlo, me aferré a sus dedos y cerré los ojos.
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©Amor por Causalidad I (APC) (COMPLETA) FINALISTA WATTYS2021
Romance❤️FINALISTA WATTYS2021❤️ Ninguno imaginó que una coincidencia en el pasillo de la universidad cambiaría para siempre sus vidas. Hela Luna, una joven que apenas se ha dado tiempo para descubrirse a sí misma por las exigencias de su madre divorciada...