Cap 54. Hela

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No podía pretender hacer como si nada, primero me había ignorado y luego me había acosado con llamadas en número oculto y apareciendo en «mis» lugares. Que se presentase en el estudio ya era imperdonable, no iba a permitir que me hiciese sentir incómoda allí también. Subí las escaleras del metro y me lo encontré de frente. De pronto, una marea de sentimientos encontrados me sacudió. Culpabilidad, nostalgia, atracción, miedo y liberación. Y este último porque, a pesar de sentir todos los demás, solo quería despedirme de Max y volver con mis amigos. Sentir atracción hacia alguien ya no era suficiente para mí, no me llenaba.

—Hola —lo saludé y levanté la mano.

—Hola, preciosa. Cuánto tiempo.

Extendió una mano para acariciarme la cabeza como si fuera su mascota, pero se la aparté de una manotazo y él me fulminó con la mirada, aunque procuró disimularlo forzándose a sonreír.

—¿Así me vas a saludar después de tanto?

—No tengo mucho tiempo, Max.

—Está bien, vamos a tomar algo.

No preguntó siquiera a dónde me apetecía ir, sino que comenzó a andar esperando a que lo siguiese. Desde luego, seguía enfadado, no había cambiado su actitud desde los celos por Estani y eso era lo que menos me gustaba de él. Parecía como si en cualquier momento pudiese explotar. Veía a las parejas que venían de frente, cogidas de la mano o charlando mientras paseaban, y no me veía de ninguna de las maneras con Max. Ni siquiera era mi amigo, no me conocía en absoluto ni se había molestado en saber más de mí desde que nos liamos por primera vez.

Fuimos hasta una cafetería de dos plantas, buscamos una mesa en la planta superior y nos sentamos enfrentados junto a un ventanal que daba a un patio interior repleto de flores y esculturas abstractas. Sofás de cuero sintético color beige y mesas de hierro color cobre.

—Hay que pedir en la barra. Dime qué quieres.

Nada. Como mucho, salir por patas de aquí. O de tu lado, cualquier cosa me serviría.

—Un refresco bien frío, el que sea.

Asintió antes de marcharse en silencio. Un poco de frío para despejarme las ideas y soportar unos minutos sin salir huyendo. Inspiré hondo y solté el aire, me estaba contagiando sus malas vibras. No, Hela, tienes que pensar en qué vas a decirle ahora. Me aguanté un gruñido porque gruñir en medio de la cafetería haría que me ganase algunas miraditas indeseadas. A la mierda. Gruñí con fuerza, me quejé y pegué la frente a la mesa. Era el frío que necesitaba.

Unos minutos y la voz de Max me tronó en los oídos.

—Toma, espero haber acertado.

Dejó el vaso sobre la mesa y se sentó centrado en sus pensamientos con el móvil en la mano. Pasaron unos minutos en los que ninguno cruzó palabras. A mí no me apetecía hablar y él prefería pasar tiempo con su maldito aparato electrónico. Luché con todas mis fuerzas para no largarme y dije:

—Max, préstame atención. ¿No querías hablar?

—Me has llamado tú, ¿no?

—Porque tú me has llamado a mí cientos de veces.

—Está bien, tienes razón. —Lo posó en el centro de la mesa y entrelazó sus dedos—. Quería disculparme, sé que no me he comportado bien y quiero que entiendas que lo que ocurrió en mi casa no volverá a pasar. Se me fue de las manos, soy demasiado celoso, estoy trabajando ese aspecto de mí poco a poco. Y... —Se echó hacia atrás y resopló como si se le fuera la vida en ello—. Me gustas mucho. Bastante.

Empezaba a creérmelo, a sentir lástima por lo bonito que había sido todo al principio, por quien había sido Max para mí cuando lo observaba desde las sombras: uno de los chicos más atractivos y populares de la universidad. Sin embargo, el móvil que había dejado entre nosotros comenzó a sonar, la pantalla se encendió de manera automática y pude ver a la perfección el nombre de quien lo llamaba: «Barbi❤️». ¿Me estaba tomando el pelo? Lo agarré de sopetón y acepté la llamada.

—Max —dijo una chica alargando el nombre del capullo que me hacía aspavientos para que le devolviese su asqueroso móvil—. Dime que has terminado con tus amigos y te vienes pronto a mi casa.

—Tranquila, ya va para allá; acabamos de terminar.

Colgué con un «¿¡Cómo!? ¿¡Quién eres!?» de fondo y se lo lancé a la cara. Fue una pena que lo esquivase. Me reincorporé rápido haciéndome la fastidiada cuando en realidad me había quitado un peso de encima —aunque he de admitir que me cabreó muchísimo que fuera más capullo de lo que imaginaba— y Max me imitó.

—Es una amiga, Hela —se excusó.

Me faltó nada para gritarle las cosas que se me estaban pasando por la cabeza.

—No voy a perder ni un segundo más contigo.

—Hela, escúchame —dijo y estuvo a punto de sujetarme una muñeca para acaparar mi atención, pero logré zafarme a tiempo—. ¡Hela, escúchame! ¡Es una puta amiga! ¡Te enfadas por esto y seguro que sigues tirándote al perroflauta ese!

Se me encogió el corazón. ¿Con perroflauta se refería a Estani? La gente nos miraba estupefacta, se hacían señas y cuchicheaban entre ellos ante los gritos de Max. Qué vergüenza, estaba fuera de control. Quería irme, escapar, no volver a verlo en mi vida.

—No voy a permitir que lo insultes de nuevo, a él no —le susurré con un calor insoportable en la cara.

—¿Crees que no os he visto en Internet? ¿Crees que no me he fijado en cómo os miráis mientras tú le cantas y él toca para ti? Eres una zorr...

Cogí el vaso con rabia y el refresco, incluso los hielos, le golpearon el rostro; Max acalló. Antes de que pudiese seguir gritándome o se animase a insultarme de nuevo, cogí mis cosas y me marché de la cafetería lo más rápido que pude.

Al llegar al metro rumbo al estudio como le había prometido a Paola, tuve que armarme de valor para sujetarme a la barra de hierro amarilla y no desplomarme. Sabía que había hecho lo correcto, estaba convencida de que haberme quitado del medio a Max había sido lo mejor, pero me faltaba el aire al pensar en las posibles consecuencias de haberle humillado arrojándole el refresco delante de tanta gente. 

©Amor por Causalidad I (APC) (COMPLETA) FINALISTA WATTYS2021Donde viven las historias. Descúbrelo ahora