Cap 30. Hela

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Tuve que restregarme los ojos varias veces para poder ver con claridad. Luego, pegué los pies al suelo con la misma esperanza de cada mañana de que al menos el frío me despertase.

La noche anterior me había limitado a entrar en casa sin hacer ruido, a quitarme los zapatos y meterme en la cama. No había puesto a cargar el móvil, así que se había apagado y por eso mi maravillosa alarma de The Score no me había despertado. Tampoco me había desvestido, solo me había cubierto con la colcha hasta la barbilla y había rezado para que mi madre no me viese las muñecas al despedirse antes de irse de vacaciones con Vincent.

El cuerpo me dio un brinco al ver que eran casi las doce en un pequeño reloj en el escritorio, me cambié la falda y el jersey por un pijama y eché las prendas de ropa en el cesto del baño sin intención de volver a ponérmelas en un buen tiempo. No quería retener en la cabeza esa mala experiencia con Max, ni que afectase a la futura relación que pudiéramos tener. En su lugar, opté por lavarme la cara para deshacerme de los restos de maquillaje y bajar a desayunar después de haber puesto el móvil a cargar.

En cuanto tuve al alcance el televisor, seleccioné en el menú la aplicación de música y busqué Here Comes The Change de Kesha. Su voz era más grave que la mía; aun así, me sentía cómoda al cantar esa canción porque sabía que lo hacía bastante bien. Metí un par de rebanadas en la tostadora y me bebí un batido de fresa mientras esperaba a que el pan se tostara. Cuando estuvieron listas y me dispuse a untarles mantequilla, me fijé en la piel amoratada de mis muñecas.

Mi voz aflojó justo en el estribillo.

Me sentía pequeñita ante esas marcas horribles. Jamás nadie me había hecho daño de aquella extraña manera. Y era extraña porque no sabía si tomarme el comportamiento de Max a malas o si quizá le estaba dando demasiada importancia. Necesitaba hablarlo con las chicas, no tenía ni idea de cómo afrontarlo. ¿Debía estar alerta ante Max o debía preocuparme por yo haber reaccionado como lo había hecho? No sabía quién de los dos lo había hecho mal, si él o yo.

—Buenos días, dormilona —dijo una voz masculina a mis espaldas y me cubrí de inmediato las marcas—. ¿Lo pasaste bien ayer?

Era Estani. Me giré para saludarlo y mis ojos lo recorrieron de abajo arriba: descalzo, con unos pantalones grises y holgados de estar por casa, una camiseta blanca ancha y el pelo rubio revuelto. Se acercó, me removió el cabello y puso leche a calentar en el microondas.

—Estuvo bien —contesté deseando que no indagase en el asunto.

—Hace un día increíble. —Apartó las cortinas de las puertas correderas de la cocina y respiró hondo.

Yo apoyé las caderas en la encimera y cerré los ojos deleitándome de la letra de Eres tú de Carla Morrison que acababa de comenzar. Aun me resultaba extraño tener a Estani rondando por la casa como si también fuese suya, porque ahora lo era. A pesar de eso, su presencia me hacía sentir cómoda.

—¿Y tú? —inquirí escueta y le pegué un mordisco a la tostada con mantequilla. Él se quedó mirándome confuso—. ¿Hiciste algo anoche?

Sonreí. Jamás nos entendíamos a la primera.

—Intenté componer, pero no salió nada especial, así que terminé jugando hasta las tantas con Amadeo.

—¿Escribes las letras antes o vas improvisando con la guitarra?

—Según el momento —comentó mientras removía varias cucharadas de ColaCao en la leche. Esperé, estaba segura de que diría algo más—. Siempre esperas a que diga algo más —espetó serio y observándome de soslayo.

El estómago me dio un vuelco. Me recompuse nerviosa porque pareció haberme leído la mente y aparté la vista. Agradecía haberme tragado el trozo de pan antes de que me atragantase.

©Amor por Causalidad I (APC) (COMPLETA) FINALISTA WATTYS2021Donde viven las historias. Descúbrelo ahora