Cap 26. Hela

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Al día siguiente, cada pisada por los pasillos de la universidad semejaba el temblor de la Tierra en mis sienes. Tenía una jaqueca que ni con las pastillas había logrado que desapareciera. Y eso se lo debía a las horas que había pasado frente al portátil la noche anterior buscando letras de canciones y cantando en bajito con la grabadora del móvil. Estani tenía razón, nunca me había molestado en averiguar cuánto podía ofrecer mi voz, por ello me había ido a dormir a las tantas de la madrugada. Aunque la parte buena de la historia yacía en que había podido hablar con Max un buen rato, hasta me había propuesto quedar el viernes —hoy— para hacer el plan en su casa con sus amigos y las mías. Estaba dirigiéndome a la terraza para encontrarme con él cuando recibí un mensaje suyo:


Max:

Buenos días, bonita

Entrego un libro en la biblioteca y voy para allá

Hela:

Sin prisas

Ahora nos vemos

Max:

Siempre tengo prisas cuando se trata de verte


¡Dios mío, qué lanzado! ¿Qué iba a responderle a eso? Cerré el chat rápido y guardé el móvil en el bolsillo trasero de mis jeans. Me ajusté la sudadera blanca y aproveché la tardanza de Max para entrar en el servicio de las chicas y cogerme una coleta. Me encantaba sentir la tirantez en la piel que provocaban las colas altas. Para días como este era una opción más que recomendable, me abría los párpados que el sueño me cerraba. Subí a la terraza, ya no quedaban bancos libres, pero sí un hueco libre al fondo, al lado de la malla metálica que daba a las gradas. Me apoyé en ella de espaldas y no pude evitar girarme para comprobar si mis amigos estaban sentados allí abajo. Así era, resaltaban entre el tumulto de estudiantes.

—Hola, Hela —me saludó Max, que venía con la respiración agitada.

—¿Has corrido? No hacía falta que...

Se adelantó y me plantó un beso desenfrenado que quiso continuar empujando su lengua contra mis labios. Habría sido un buen beso de no ser porque por la terraza se paseaban decenas de estudiantes y el profesorado. Además, tenía la garganta seca y necesitaba desayunar, no era la ocasión más idónea para que desatara esa pasión posesiva. No abrí la boca, me eché hacia atrás chocando con la verja y puse las manos por delante para detenerlo. No pude evitar desviar la vista a ambos lados asustada. ¿Cómo era capaz de comportarse así delante de tanta gente? Se apartó con un atisbo de desagrado en el rostro.

—No es el mejor momento.

—Da igual, lo entiendo —espetó y sacó su móvil para rechazar una llamada que no dejaba de vibrarle en el bolsillo de la chaqueta—. Maldita sea.

—¿Estás bien?

—Sí, lo siento.

Se dejó caer a mi lado y abrió un chat en su móvil ignorándome por completo. Había perdido las formas y ahora se estaba... ¿Vengando? ¿O era cosa mía y él solo había tenido un mal día? Quería huir. Bajar las plantas que me separaban de mis amigos y volver con ellos. Pero no lo hice, me comí un bocadillo de jamón y queso sin apenas hambre y tiré el papel en la basura a nuestra derecha. Con la esperanza de que la campana sonara cuanto antes y me salvase de esa situación tan sumamente incómoda, miré el reloj y me llevé el primer chasco del día. Aún faltaban siete minutos.

Volví a la verja que nos separaba del precipicio de la terraza y crucé los brazos con el ceño fruncido. Me gustaba Max, pero no éramos pareja. Él seguía pasando de mí, con el teléfono en las manos como si nada le importase. Entonces, se me encendió una bombillita en la cabeza; quizá estuviese hablando con otra chica de Tinder. Podría ser que yo no fuera la única para Max, aunque mi lealtad hacia las personas que me gustaban me obligaba a descartar todas las opciones en cuanto una destacaba por encima de las demás. Muchos chicos no eran así, y muchas chicas tampoco.

No entendía cómo diablos pretendía que ese día fuese a su casa con ese comportamiento suyo. Puede incluso que estuviera provocándome para tener la excusa perfecta para cancelar el plan. Miré de soslayo el nombre del chat y vi el de una chica. Me reincorporé de inmediato.

—Max —lo llamé y atraje su atención—, ¿sigue el plan en pie? El de esta tarde.

—Claro, por supuesto.

—Bien, voy al servicio y vuelvo a clases —dije algo molesta.

—Ven, anda.

Abrió los brazos esperando un gesto cariñoso por mi parte, me acerqué y le di un abrazo fugaz.

—Nos vemos luego —me despedí.

Me separé sin mirarlo a los ojos, porque por lo poco que lo había estado conociendo sabía que lo siguiente que haría sería pedirme un beso, y atravesé la puerta que daba a las escaleras.

En cuanto supe que no podría verme, aligeré el paso y pasé de ir al cuarto de baño, prefería mil veces más correr hacia mi aula y esconderme bajo la sombra de mi capucha con los auriculares conectados y alguna canción que me hiciese olvidar lo extraño que había actuado Max. Estaba hablando con otra chica y yo le había rechazado un beso. ¿Y si eso me costaba la relación con él? La relación que en realidad no teníamos. Escribí Carry On de The Score en el buscador de canciones y pegué la frente al pupitre con la sudadera por encima.

No pasaron ni dos minutos hasta que alguien le cogió un pellizco a la capucha para tirar de ella y me descubrió. Me revoloteó el pelo y tuve que restregarme los ojos para abrirlos y gruñir.

—¿Cómo está mi niña? —inquirió Paola—. ¿Todo bien?

—No, Pao. Puede que lo mío con Max se acabe.

—¿¡Y eso, tía!? —casi gritó Nicki.

—Antes le rechacé un beso porque lo vi muy alterado y la terraza no era lugar, y...

—Y se cabreó —terminó Pao.

Yo asentí a punto de hacer un puchero infantil.

—Me ha ignorado todo el descanso. Solo al final me ha pedido un abrazo.

—Será capullo. ¿Y el plan de hoy? ¿Lo haremos?

—¡Ah, eso! Chicas, no puedo ir. Jimmy y yo vamos a quedar, hoy no tengo que cuidar de Marcus.

Giré con rapidez la vista hacia Paola y le supliqué en silencio que no se retractara. Lo comprendió y resopló dándose tiempo para ordenar los planes que tenía en la cabeza, aunque el plan de esa tarde ya lo debería tener incluido porque habíamos hablado de ello después de que Max me lo propusiese. Volvió a resoplar y me confirmó que vendría con un baja y sube del mentón.

©Amor por Causalidad I (APC) (COMPLETA) FINALISTA WATTYS2021Donde viven las historias. Descúbrelo ahora