Cap 20. Hela

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El viaje en metro se hizo eterno. Se me olvidaron en casa los auriculares, así que al subir al tren saqué un libro que llevaba en la mochila y que hacía poco que había comprado. Era fino y casi lo había acabado, narraba en prosa poética la historia entre dos amigos que se habían conocido un día cualquiera por cosa del destino, se habían vuelto mejores amigos y, cuando ya se consideraban casi hermanos después de seis años de amistad, surgió el amor entre ellos. El hecho de que estuviese basado en hechos reales fue lo que más me llamó la atención. Veinte minutos después, llegué al destino con la lectura finalizada. Un final feliz que no consiguió aliviar la exasperación del último mensaje de mi madre. Ella jamás decía las cosas en vano.

Salí de la estación con el frío calándome los huesos; solo llevaba una sudadera gris holgada. Le di utilidad a la capucha, que evitaría que el pelo se me encrespase hasta pisar mi casa, y anduve deprisa los metros que me separaban del «cuando llegues, lo comprenderás». Saqué el móvil y abrí el chat de las supernenas en un intento por calmar mi ansia, pero vi que había mensajes no leídos en el de los seis, al que habían nombrado «3x2». No pude evitar sonreír.


Amadeo:

¿Para cuándo la quedada en el estudio?

Paola:

¿Ya nos echas de menos?

Amadeo:

Cállate, perdedora.

Jimmy:

Que hable Estani, que es el que trabaja.

Paola:

¡Que tú sepas!

Nicki:

La charlatana trabaja en una tienda de ropa.

Jimmy:

Perdóneme, señora, por favor.

Charlatana.

¿Y tú trabajas?

Nicki:

Suficiente tengo ya con encargarme

de mi hermano pequeño.

(Se llama Marcus).

Paola:

¿Os preparamos un chat privado?

Estani:

El miércoles libro

¿Os apetece?

¿Hela?

Hela:

Menudo nombre de grupo más chorra.

¿Quién ha sido el autor?


Estaba parada enfrente de mi puerta, observando el Mercedes Benz negro que había aparcado en el porche al descubierto a mi derecha, con el maletero abierto repleto de cajas anónimas cuando oí unas risas procedentes del interior de la casa. Con los ojos bien abiertos y la mente confusa, metí las manos en el bolsillo pequeño de la mochila y saqué las llaves. Me acerqué cautelosa, introduje la llave correcta a la segunda y abrí la puerta. La cerré tras dar un paso y plantarme encima de la alfombrilla. El pasillo estaba repleto de cajas plegadas y rotas, listas para ser tiradas a algún contenedor de basura. Volví a oír voces, esta vez venían al recibidor. Una mujer y un chico al que reconocí en cuanto lo vi.

—¿Estani? —pregunté apabullada al verlo de frente.

—¿Hela? —Tuvo la misma reacción que yo.

Mi madre, que venía riéndose con él, cambió su semblante a uno serio e inesperado. Nos miró unos instantes y dijo con voz afligida:

—¿Os conocíais?

—Cariño, ¿dónde has puesto las cosas del baño?

Del cuarto de baño apareció un hombre alto y enchaquetado buscando a mi madre. ¿Vincent? ¿El holandés? No me lo podía creer. ¿Qué es esto? ¿Una mudanza? Las llaves se me cayeron al suelo y me percaté de cómo se me turbaba la vista por las lágrimas contenidas que querían aflorar.

—¿Qué es esto? —le pregunté a ella. No llegó a responder, miré a Estani y también le interrogué a él—: ¿Qué haces aquí?

—Soy su... hijo —contestó señalando al hombre que nos contemplaba absorto por mi reacción.

—Hela, cariño, no montes un numerito. Déjame que te explique.

—¡No! —grité y el cuerpo le saltó—. ¿Esto era lo que no sabías cómo contarme?

Con los ojos llenos de lamentos que no recitaba en voz alta, asintió. Yo retrocedí, no sabía qué más hacer. ¿Cómo era capaz de llegar tan lejos? ¿Cómo era capaz de ocultarme algo hasta ese punto? ¿Por qué Estani no me había contado nada? Me descolgué rápido la mochila, la tiré al suelo y salí corriendo tras dar un portazo, dejando que el viento se llevase las lágrimas que no quise mostrarles a esas tres personas.

©Amor por Causalidad I (APC) (COMPLETA) FINALISTA WATTYS2021Donde viven las historias. Descúbrelo ahora