Cap 3. Hela

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El discurso salió tan bien como lo esperaba, en público solía desenvolverme sin problemas. Además, la timidez la reservaba para momentos más especiales como el primer cara a cara con Max, que no había podido ser en esa mañana porque había tenido que salir pitando a darle el encuentro a Paola.

Estábamos paseando por las tiendas de ropa de La Vaguada, haciendo tiempo hasta que llegase la hora de su cita para hacerse la uñas. Me dijo que las quería largas y puntiagudas, de un rosa chillón que contrastara con el moreno de su piel, y lo único que se me vino a la cabeza fue el último día que habíamos salido de fiesta, cuando entré a orinar en el baño de la discoteca después de ella y me encontré un trozo de uña azul en el pulsador de la cisterna. Solo esperaba que el sábado no se dejara otro trozo —esta vez, rosa—.

—¿Qué te parece este? —me preguntó poniéndose por delante un vestido negro con brillantina dorada.

—Excesivo, ¿no? Solo será una fiesta de campo.

—Tía, que habrá piscina, alcohol y tíos buenos.

—Bueno... —susurré buscando la conversación de Max en la aplicación.

El corazón me latió con fuerza cuando vi que tenía dos mensajes sin leer. Traté de disimular la sonrisilla que se me escapaba por las comisuras y pulsé la pantalla con nerviosismo, como si él estuviese presente para ver mi reacción.

Max:

Bonito discurso, señorita ejemplar

😊

Hela:

¿Solo el discurso?

Paola debió de ver la expresión de decepción que se adueñó de mi cara porque me quitó el móvil de un tirón sin previo aviso y se puso a leer. Me miró, refunfuñó y me lo devolvió con los labios doblados.

—Será soso el tío. Espero que no sea igual de lento para todo. —Agarró otro vestido rojo sin mangas, con la cintura fruncida, y se mordió el labio frente al espejo—. Este, este.

—No sé qué voy a hacer cuando me lo encuentre en la fiesta.

—Sé que suena típico, pero actúa normal. Ya habéis hablado suficiente, hay confianza, ¿no?

—¿Confianza? —me reí irónica—. Ni siquiera sé si es de perros o gatos.

—Pues eso es muy importante —se burló de mí.

La empujé por el hombro y ella me devolvió el empujón entre risas para luego abrirse paso rumbo a la caja con el vestido hecho una bola entre los brazos.

—No entiendo por qué seguimos hablando por Tinder.

—Yo tengo doscientos contactos macizos en WhatsApp y ni siquiera hablo con ninguno, no sé qué es peor —dijo poniendo el vestido sobre el mostrador para que la dependienta, atenta a lo que había dicho, se lo cobrase.

Acalló para rebuscar dinero en la cartera y salimos en cuanto pagó. Aún faltaban diez minutos para que pasase a hacerse las uñas, así que nos sentamos en la salita de espera observando cómo limaban, pintaban y cuidaban las manos de las clientas, me parecía un trabajo increíblemente detallista. Paola parecía feliz por la nueva adquisición, de vez en cuando abría la bolsa y volvía a sonreír con los mofletes rosados. Seguro que se imaginaba ligando con algún chico de cuarto, siempre le habían gustado mayores porque se acercaban más a su nivel de madurez mental. Recordé al hombre con el que estaba saliendo mi madre, una silueta oscura y difusa apareció para restregarme que aún no lo había conocido. Me estaba generando un auténtico trauma no saber quién podría ser mi posible futuro padrastro. Divisé de soslayo a Paola despojándose de los anillos y arrancándose algún que otro pellejo de la cutícula, aburrida por la espera.

©Amor por Causalidad I (APC) (COMPLETA) FINALISTA WATTYS2021Donde viven las historias. Descúbrelo ahora