Cap 28. Hela

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A decir verdad, Paola también estaba muy guapa. Se había puesto un mono de tirantes y pantalones largos, color azul oscuro con brillantina. Los aretes plateados y grandes le resaltaban gracias a la coleta, se movían al ritmo de la música que no dejaba de bailar con movimientos de cabeza. Level de Black Pistol Fire. Yo la seguía agitando las piernas y los dedos en torno a la lata de refresco que me había ofrecido. Me incliné para girar la rueda del volumen hacia la izquierda. Ella me miró de reojo, sabía que quería hablar.

—Vi que chateaba con una chica.

—¿Una amiga? —supuso.

—Dudo que un tío como Max tenga amigas.

—Quién sabe. Nunca os he visto juntos. Déjame que lo analice esta noche y te digo si está por ti o no.

—Solo quiero saber qué pretende conmigo, no voy a perder el tiempo.

—De acuerdo, no le quitaré el ojo.

Sus dedos se movían inquietos sobre el volante que sujetaba con seguridad.

—¿Qué hay de ti? —le pregunté y arqueó las cejas sin apartar la vista de la carretera, excepto para revisar que estuviésemos llegando al lugar que nos indicaba el GPS—. ¿No hay nadie que te quite el sueño?

—Atraer puede, pero ya sabes que me atraen la mitad de los tíos que conozco.

—Espero que al menos a Nicki le salga bien la jugada.

—Jimmy se ve buen tío.

—Y Amadeo —insinué.

—Y Estani.

Me eché a reír.

—Lo es —corroboré—. ¿Te mola él?

—¡Qué va, Hela! Es un quesito, nada más.

—Entonces, ¿qué te pasa?

Abrió los ojos y desvió la mirada a mí por primera vez desde que me había sentado en su sillón blanco. La sonrisa que forzó no me gustó nada.

—Bueno, Hela, ¿ya estás en modo radar?

—No necesito estarlo para saber si mi mejor amiga está más callada de lo normal.

—Anda, mira, llegamos —espetó evadiendo la respuesta.

La ubicación que Max me había enviado esa misma tarde nos llevó a una enorme casa de dos plantas en una urbanización de clase alta. A diferencia de las del resto de la zona, la suya era moderna, con paredes altas y ventanales amplios que podían apreciarse a pesar de las vallas que la rodeaban, decoradas con pilares de piedra y flores cayendo por ellas. Realicé una llamada breve para darle el aviso y la cancela del garaje comenzó a deslizarse abriéndonos paso. Paola aparcó al lado de dos coches y dejé la lata bajo el siento antes de bajarnos. Saludamos con la mano a Max y otro chico que se había asomado a la puerta mientras nos acercábamos, luego les dimos un par de besos en la mejilla y presentamos a nuestros amigos. El de Max se llamaba Iván, espigado, con el pelo oscuro al estilo militar y los brazos repletos de tatuajes. Fue como si hubiese llamado al partido perfecto para Paola, descartando que a ella le molaban con más carne y músculos. Aun así, parecía receptiva a la charla que le daba el chico.

El interior de la casa era tan exquisito como el exterior. Pasamos al salón. Suelo de mármol blanco y paredes tapizadas, jarrones con formas abstractas al igual que la lámpara que colgaba de piedras preciosas. Tomamos asiento en un sofá con forma de L y Max sacó del minibar varias botellas de alcohol en un cubo lleno de hielo y refrescos que colocó en el centro de una mesita de cristal que teníamos enfrente. Los vasos los trajo Iván de la cocina, sirvió el hielo y encendió los altavoces envolventes. Habits de Tove Lo. Cerró la puerta para que ni el sonido ni el calor de la chimenea escapasen por ella. Fijé las pupilas en las llamas que danzaban por encima de los crujidos de la madera.

©Amor por Causalidad I (APC) (COMPLETA) FINALISTA WATTYS2021Donde viven las historias. Descúbrelo ahora