Cap 33. Estani

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Desde que habíamos llegado al centro de Madrid, Amadeo había tenido prisa por llevarse una cerveza a la garganta y habíamos terminado entrando en un pub cualquiera sin ser exquisitos con la música del interior. Escuchar otros géneros también nos ayudaría a desviar la atención a otras cosas y no a las canciones o a los instrumentos. No le hacía ascos a ningún género, aunque tener de fondo reggaetón durante horas me embotaba la cabeza.

Me lavé las manos y, en lugar de secármelas en la máquina con la susodicha función, me las pasé por el cabello para refrescarme los pensamientos. Había venido con la misma camiseta blanca con la que había estado trabajando toda la tarde en la librería y unos tejanos oscuros, además de la chaqueta de cuero negra. Me di varias palmaditas sobre la camiseta para alisar las posibles arrugas tras la jornada y me recoloqué los colgantes de acero a juego con mis anillos. Luego, salí para reunirme con los dos tíos que me habían hecho la encerrona y a Linda.

De lejos pude ver cómo se acercaba la bebida a los labios rojos y reía alegre con mis amigos disimulando lo mucho que le desagradaba este tipo de música y, peor aún, el ambiente y estar rodeada de tantos desconocidos que se mecían al ritmo del reggaetón. El pelo cobrizo le relampagueaba bajo los focos de distintos colores y, cuando menos me lo esperaba, dirigió la vista a mi dirección y me escudriñó con sus ojos oscuros. Mantuve la mirada en ella como si no me alterase lo más mínimo y fui hasta la mesa. Al final, fue Linda quien la apartó.

—¿Has hecho algún amigo en el baño? —inquirió burlón Amadeo—. ¡Ya vamos por la segunda ronda, amigo!

—Enhorabuena —murmuré pasota y me senté junto a él, enfrente de Jimmy.

—Estábamos hablando de lo que vio mi hermana en sus cartas antes de empezar el curso —comentó Jimmy.

—Le dije que sería un año diferente para vosotros tres.

—Así que también viste mi futuro —supuse y ella asintió. Me llevé el ron con refresco a la boca y vacié el resto del vaso de un solo trago. Estar desanimado me hacía ser bastante brusco a la hora de beber—. Se supone que no deberías ver el futuro de los demás a menos que estén de acuerdo, ¿o no funciona así?

—Era inevitable que saliera algo sobre ti en las cartas de mi hermano, pasáis mucho tiempo juntos.

—¿Y qué viste?

—Tendrás que convencerme para que te lo cuente —balbuceó juguetona y me percaté de que la primera ronda de alcohol le había surtido efecto.

Hice el amago de beber, pero ya se me había acabado. Posé el vaso con fuerza en la mesa y la chica pelirroja que compartía mesa con nosotros se levantó de golpe. Me sonrió patosa y se deshizo de la trenza para desmelenarse. Incluso dentro de aquel local con tabaco y alcohol por todas partes pude oler el champú que utilizaba. O quizá me lo había imaginado.

—¿Qué queréis, chicos?

—¿Ya vas a por la tercera copa, Linda? Estás que te sales hoy —se carcajeó Amadeo—. Quiero Fanta con gin. Gracias, guapa.

Jimmy ladeó la cabeza sopesando la idea de terminarse la copa de una, arrugó el entrecejo y decidió rechazar la oferta de su hermana, que rodeó la mesa para inclinarse sobre la mesa y acercarse a mí ante la atenta mirada de mis amigos. Un calor me recorrió el pecho y se me instaló en la cara; no quería averiguar qué gesto estaría haciendo Jimmy al verla tan cercana conmigo.

—Ron con cola —respondí al instante para que se apartara, e iba a hacerlo, pero le cogí la mano y la detuve—. ¿Voy contigo?

Me devolvió un suave apretón de mano y pestañeó lenta.

—Ven conmigo —murmuró.

Me puse de pie sin soltarla, tampoco comprobé la reacción de mis amigos, y nos escabullimos entre la multitud que bailaba pegada los unos a los otros. La sujeté con fuerza para no perderla de vista y que los empujones no nos separasen, y caí en la cuenta de que era el primer contacto físico mutuo que teníamos. Su figura se balanceaba grácil, con torpeza, eso me gustaba de ella. Contemplé las ondas en la melena que danzaban por delante de mí, fruto de la trenza que se había peinado para trabajar, y se hicieron a un lado cuando Linda se giró para detenerse en medio de la pista. Dio varios pasos y se despojó de nuestro único contacto para rodearme el cuello con los brazos. Di un respingo por acto reflejo, se me cortó la respiración.

—Quiero bailar —me susurró al oído.

Mierda. Está demasiado cerca.

—Creo que estás borracha —le contesté y ella rio.

—Puede. La verdad es que eso de ir a por otra ronda de copas era una excusa para traerte conmigo, sabía que no me dejarías sola.

No aparté la vista de sus labios mientras hablaba. Para entender qué decía sobre la música y porque siempre había querido besarlos. Y pensé en que siempre lo había querido porque me sorprendió no tener ganas de hacerlo en ese instante. Sabía que podría haberlo hecho, pero mi mente estaba en otro lugar. De repente, me imaginé la migaja de pan que le había quitado a Hela del moflete. En ese momento también me había fijado en sus labios, rosados y ligeramente carnosos.

—Estani, baila conmigo —me ordenó Linda y pegó su cuerpo al mío.

—No me gusta hacerlo con esta música. Ni siquiera sé quién canta.

—Es Maluma, ignorante —espetó y me cogió las manos para ponerlas en torno a su cintura.

La sujeté y ella dejó caer la barbilla en mi hombro. La canción era enérgica y aun así decidimos crear nuestros propios pasos de baile, lentos y sincronizados.

—Hueles muy bien, rubito.

—Siempre huelo bien. —Pero nunca te acercas a mí para comprobarlo—. Tú también.

—¿Crees que se enfadarán si no volvemos en un rato?

—Linda, pensaba que no te gustaban los chicos menores que tú.

—Los chicos creéis muchas cosas estúpidas —dijo y se recompuso para clavar las pupilas en las mías.

No sonreía, hablaba en serio.

Joder. ¿Y la chica tímida e introvertida de la librería? La que evadía cualquier mínimo roce conmigo y me soltaba sermones a la más mínima. Ahora estaba frente a mí reclamándome atención y alzando el mentón como si quisiese ponerse a mi altura para hacer algo que jamás habría esperado por su parte. ¿Era el alcohol? ¿Imaginaciones mías? Yo solo me había tomado una copa, podía notar el efecto de la bebida, aunque era consciente de mis actos al cien por cien. ¿Y ella?

Le sujeté la mejilla con una mano y centré mi atención en los labios semiabiertos que se aproximaban a los míos. Para mi asombro, no sentía deseo. No quería besarla ni imaginar qué haría si me atrevía a rechazarla. Entonces, desvié la mirada por un segundo. Un solo segundo. Y fue suficiente para que se me acelerase el corazón al distinguir a Hela junto a Paola acercándose a nosotros en dirección a la barra.

Abrió los ojos sorprendida y, antes de que hubiese podido percatarme, ya me había apartado de Linda.

©Amor por Causalidad I (APC) (COMPLETA) FINALISTA WATTYS2021Donde viven las historias. Descúbrelo ahora