Cap 5. Hela

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Las primeras horas de la mañana pasaron voladas, atropelladas por la incertidumbre de si me lo encontraría o no. Había sonado la campana y el segundo intercambio de clases avecinaba un encuentro indeseado. Salí junto a mis amigas al pasillo y les seguí la conversación sobre la nueva temporada de un reality que habíamos estado viendo años atrás. No me apasionaban, sí que lo hacían las tardes que compartíamos las tres en casa de Nicki con palomitas, mantas de franela y el hermano pequeño rellenándonos los vasos de Coca-Cola. Luego, le comprábamos un paquete de chuches y se le pasaba el malhumor de haber estado aguantándonos cuatro horas. Sin embargo, la realidad era que en ese momento prefería charlar sobre la vida de los famosos que salían en el reality a estar esperando la aparición de Max.

No es que no quisiese verlo —todo lo contrario—, más bien era que visualizar en mi cabeza el momento en que nos plantásemos uno frente al otro me paralizaba. ¿Qué iba a decirle? ¿De qué íbamos a hablar? Y lo peor, me pondría muuuy roja, de eso estaba segurísima. Primero, un calor me subiría desde el estómago hasta la cabeza, y luego sufriría porque mis neuronas no harían contacto entre sí y me sería imposible pensar antes de hablar. Actúa normal, me repetía como si Paola estuviera en mi pensamiento, como si fuera fácil.

Estábamos apoyadas en la cristalera que daba al jardín trasero de la uni, con los rayos atravesándome la melena castaña y reflejando el calor en mi nuca y espalda. Nicki estaba quejándose sobre su último rollito, un chico al que había conocido también por Tinder y que, tras quedar varias veces en persona, había dejado plantado en la aplicación sin volver a contestarle a los mensajes. Las fotos que había colgado en el perfil no tenían nada que ver con la realidad, decía.

—Además, tías, cuando me invitó el otro día a tomar un café, noté un olor raro.

—¿Un olor raro? —repitió Paola interviniendo en la explicación.

Nicki puso los ojos en blanco un instante. Odiaba que la cortasen cuando estaba contando algo, y Paola tenía la manía de hacerlo por pura convicción propia. Me reí entre dientes observándolas y eché un vistazo a ambos lados del pasillo para cerciorarme de que no había ningún Max a la vista.

—Sí —afirmó contundente—. Olía a queso, a pie, tía. Pensaba que era cosa mía, pero cuando me agaché para recoger el papelito de la cuenta...

—¿Pagasteis a medias? —me surgió la idea a mitad de camino, no lo pude evitar.

—¡Eran sus pies! —gritó finalizando la explicación exasperada.

Paola echó a reír y me pegó un codazo para que escuchase lo que iba a preguntarme por bajini en tono insinuante:

—¿Dónde está tu príncipe azul? ¿No iba a venir hoy?

—Prefiero que no lo haga. —Suspiré.

—Tienes que perderles el miedo a todos los tíos que te gustan.

—¿Cómo pueden unos pies oler tanto? —Oímos de fondo a Nicki refunfuñar.

—Es incontrolable. Creo que por eso termino pasando de ellos.

—Sentir un poco de vergüenza es normal, tía. —Noté que subía la mirada y se le ampliaba la risa de una manera traviesa—. Hablando del rey de Roma.

—Ya veo lo que os importan mis anécdotas, arpías. Ahí está el profesor.

Ahí estaría el profesor de economía, pero Nicki no se había referido exactamente a él. Primero, el calor. Luego, la falta de coordinación. No quería darme la vuelta y encararlo con los mofletes como un tomate, pero lo hice porque no tenía elección, joder. Las dos cabras de mis amigas me abandonaron a mi suerte y corrieron al interior de la clase.

©Amor por Causalidad I (APC) (COMPLETA) FINALISTA WATTYS2021Donde viven las historias. Descúbrelo ahora