Después de que Paola me hubiese llevado a rastras al dormitorio en plena madrugada, me costó la misma vida despertarme al sonar el despertador. En realidad, me había puesto una alarma en el móvil por si la hora se nos iba de la mano, y resultó que a la única que se le fue de las manos fue a mí. Odiaba despertarme la última, no me cansaba de decirlo, y aquella mañana no era la excepción. De hecho, me sentí peor cuando escuché a los chicos ensayando la canción que tocarían en la audición al caer la tarde. Un escalofrío me estremeció.
Había llegado el día.
Avancé hasta la cocina desperezándome por el camino y con ganas de tirarme de cabeza a una piscina de café, y Paola al verme fue corriendo a abrazarme. Sus brazos me apretujaron tan fuerte que pensé que me estrangularía.
—¡Buenos días, bella durmiente! ¡Es el día, vas a cantar por primera vez en un escenario! —vociferaba ilusionada. Se acercó a mi oído simulando un achuchón y justificó su alegría confesándome un secreto que por poco me mata de la impresión—: Anoche lo hicimos, eres la primera en enterarse.
Eso me cargó las pilas al tope y también hizo que me atragantase. La aparté sujetándole los hombros, la miré a los ojos, unos que despedían una emoción contagiosa, y sonreí súper contenta.
—¡Eso es genial, Pao! ¡No sabes lo orgullosa que hace sentir... poder cantar por fin! —le seguí el rollo y nos echamos a reír.
Mi amiga estaba enamorada, podía confirmarlo. Jamás me había contado con tanta alegría que se había acostado con alguien, se ruborizó y me hincó un dedo en las costillas moviendo las cejas de forma insinuante.
—¿Qué hay de ti, pillina? —susurró desviando la vista hacia Estani con sutileza.
Puse los ojos en blanco como si acabase de decir la mayor tontería del mundo, aunque en el fondo había luchado contra mí misma por no sonrojarme también. Estani, en pijama y con el cabello rubio revuelto, tocaba la guitarra sentado en el respaldo del sofá acompañado por el bajo de Jimmy y la concentración de Amadeo repasando sus partituras. Nicki estaba tumbada en el otro sofá con los auriculares puestos y los ojos cerrados.
—Deja que me despierte antes —musité sin darle opción a objeciones porque enseguida me dirigí a la cocina.
—Los chicos compraron esta mañana azúcar, leche, café, cereales y pan —enumeró Paola—. Ah, se me olvidaban las cervezas y las patatas.
—¿Pan a secas? —inquirí desconcertada al comprobar la nevera y un armario casi vacío.
—Eso les dije yo. ¿Cómo se les puede olvidar lo más importante?
—Tienen la cabeza en las nubes.
—Por qué será.
—Eso digo yo... Por qué será.
Saqué la caja de cereales y la leche, rellené un bol de cristal hasta la mitad y vertí los aritos crujientes de colorines. Mi amiga se dejó caer de espaldas en la encimera y se cruzó de brazos como si de verdad esperase a que desayunara para que hablásemos del tema. Tragué la primera cucharada de leche fría con cereales y me coloqué a su lado.
—Me debes una confesión —lloriqueó impaciente—. La próxima vez no te lo cuento tan rápido.
—A ver —dije en un suspiro—, ¿qué quieres saber?
—Qué significa el panorama que nos encontramos Amadeo y yo anoche al llegar, por ejemplo.
—¿Qué panorama, Pao? —pregunté como si la cosa no fuera conmigo.
—¿Qué... panorama... dices? —repitió haciendo pausas irritantes—. ¿Te parece poco dormir juntos, cogidos de la mano y haciéndoos caricias en el pelo? A mí, desde luego, me parece rarísimo.
La segunda cucharada se me fue por mal camino. Tosí varias veces, me golpeé el pecho y gruñí. Gracias a Dios que la señorita chismosa que tenía a la izquierda me había despertado antes de que amaneciera, no habría podido soportar doble interrogatorio si Nicki nos hubiese visto.
—Tenemos confianza, solo es eso.
—Hela, cariño, ¿me ves cara de tonta?
—¡Es verdad! —me exalté, nos contemplamos siendo conscientes de lo absurdas que sonaban mis excusas y solté un soplido de sufrimiento—. Lo siento, no puedo darte explicaciones porque yo tampoco las tengo.
Abrió los ojos, amplió los labios y se cambió de posición para enfrentarme y zarandearme por los hombros histérica.
—Hela, cariño, sabes que te quiero con toda mi alma, te donaría un riñón si hiciese falta, pero me apetece despertarte a tortazos.
—Eres una bestia.
—Es que... Bueno, déjalo. —Se apretó el puente de la nariz unos segundos, seguro que estaba intentando unir cabos y resolver la ecuación ella solita—. Si te soy sincera, creo que hacéis muy buena pareja.
Le tapé la boca en cuanto asimilé lo que acababa de soltar por su preciosa boquita.
—¿Estás loca? ¡Somos familia!
—¿Eso es lo que te dices cuando se te acelera el corazón por él?
Eso era lo que me decía, sí. Entre otras cosas, por supuesto. Nunca había tenido un mejor amigo y, mucho menos, un «hermano», quizá solo se trataba de eso. Estaba confundida. No, mi mejor amiga me estaba confundiendo. Tenía que detener esa conversación antes de que sus suposiciones me hiciesen pensar en el asunto más de la cuenta. Me bebí el resto de la leche en silencio y dejé el bol en el fregadero. Ya lo lavaría luego.
—Te dejaré tranquila porque te quiero —espetó—, pero tengo algo pendiente con el angelito del grupo.
—No hagas nada raro, por favor —le supliqué con palabras, con la mirada y todas las armas que creí que podrían funcionar con ella.
—¿No te gustaría saber si siente algo más que una simple confianza hacia su «hermanita»? —inquirió con retintín.
Sí, me respondí a mí misma al instante y me dieron ganas de chocarme contra la pared la cocina. Una lástima que no hubiese suficiente espacio. Iba a pedirle que, por favor, no mencionase el tema delante de Nicki cuando, de pronto, apareció por la puerta de la cocina bostezando. Retrocedió al vernos reunidas de incógnito en la cocina y me faltó aire y tiempo para mirar a Paola esperando a que guardase silencio.
—¿Qué cuchicheáis aquí escondidas? —husmeó recelosa.
—Hela tenía ganas de una cerveza para calmar tensiones —me cubrió, aunque de paso me regaló varios tortazos en la espalda—. Espabila, cariño, que no tenemos toda la vida. Cerveza y a disfrutar del momento como siempre me dices, ¿no?
Eso me pareció que iba con doble intención. La música en el salón cesó. Rodé los ojos agotada y saqué una Judas del frigorífico. Sonreí al imaginar de quién habría sido la idea de comprar mi cerveza favorita. Desde aquel día de concierto en el Libertydance, no se le había olvidado.
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©Amor por Causalidad I (APC) (COMPLETA) FINALISTA WATTYS2021
Romance❤️FINALISTA WATTYS2021❤️ Ninguno imaginó que una coincidencia en el pasillo de la universidad cambiaría para siempre sus vidas. Hela Luna, una joven que apenas se ha dado tiempo para descubrirse a sí misma por las exigencias de su madre divorciada...