Cap 68. Hela

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Apenas colgué y volví al salón, recogimos el juego de cartas y empezamos a preparar el equipo para la audición. Amadeo estaba inquieto porque tendría que utilizar la batería de la taberna y no la suya; habría sido imposible desplazarla hasta Cádiz solo para una audición sin los medios suficientes. Por mi parte, era incapaz de sacarme de la cabeza las palabras de Gerard, mi padre, hasta el punto de que seguía faltándome el aire.

¿Cómo podía aparecer de la nada y pretender actuar como la figura paterna que debería haber sido siempre?

No era idiota, sabía que muchas familias se dividían por separaciones o divorcios, pero también sabía que seguían manteniendo el contacto con sus hijos y no huían en un acto de cobardía o egoísmo.

—Hela Luna está en la luna —se mofó Estani de mi apellido dejando caer el codo en mi hombro mientras esperábamos fuera de la casa a que el resto saliera—. ¿Nerviosa por la audición?

Aprovechó la postura para acariciarme la cabeza con delicadeza, supuse que no quería estropearme el alisado que me había costado media hora encerrada en el dormitorio. Lo miré angustiada. ¿Estaba preparada para la audición? Joder, mi padre me había llamado en el peor momento. Las imágenes de mi infancia y adolescencia se arremolinaban en mi cabeza como una marea de recuerdos borrosos y felices, aunque con un final caótico.

—¿Estás bien? —Su sonrisa se transformó en un gesto serio.

—Antes me llamó mi padre y lo cogí por accidente.

Abrió los ojos impresionado, no sabía si alegrarse o preocuparse.

—¿Y cómo estás?

—Un poco desorientada.

—¿Debería alegrarme o preocuparme? —inquirió confirmando mis suposiciones.

—Tengo miedo de fastidiar la audición, me tiembla la voz.

Estani se apartó, me recogió la cara entre sus manos y me escudriñó con su mirada turquesa. La brisa fresca de invierno le mecía el cabello y los accesorios que le colgaban del cuello. Lo observé en silencio unos segundos porque prefería perderme en sus ojos a seguir prestándoles atención a mis pensamientos.

—Estoy seguro de que darás lo mejor de ti pase lo que pase —me murmuró—. Y, pase lo que pase, continuaré tocando sobre el mismo escenario para ti.

—¿Por qué? —le pregunté sin siquiera saber a qué quería referirme.

—¿Por qué el qué?

—No sé, me has pillado desprevenida.

—Al final va a ser verdad que estás en la luna —se burló.

Aún me sujetaba la cara, que se me había empezado a calentar. Apreté los labios y el ruido de nuestros amigos aproximándose a nosotros hizo que él se alejara. Dejé de sostener el aliento y suspiré aliviada. Por fin se me desinflaba el pecho.

Sopesamos coger el coche para desplazarnos hasta la taberna y aparcar por la zona de allí, idea que descartamos al instante porque solo estábamos a un cuarto de hora a pie y preferíamos tranquilizarnos durante la caminata a estresarnos buscando aparcamiento.

Al llegar, nos topamos con varios grupos esperando fuera de la taberna con instrumentos a las espaldas. Charlaban con los demás procurando evadirse, aunque se notaba a leguas que estaban tan nerviosos como nosotros. Si todo marchaba según los horarios que Murphy nos había facilitado, seríamos los terceros y últimos en subir al escenario. Cogimos mesa en el interior para poder observar de cerca las audiciones y nos pedimos varios refrescos. Después de que Estani saludase al viejo Murphy, volvió a la mesa y ninguno se atrevió a romper el silencio que mantuvimos durante las audiciones. Las chicas comentaban de vez en cuando que uno u otro tocaba mejor, que el outfit de uno molaba más que el del otro... Pero nosotros no abrimos la boca más que para darle tragos a las bebidas y así suavizarnos el nudo en el estómago.

Cuando las dos primera audiciones finalizaron, nos pusimos en pie y los chicos salieron flechados al escenario para empezar a preparar los instrumentos. Estani me indicó que debía ajustar el micrófono a la altura que me resultase más cómoda y no encontré ninguna que lo fuera. Tantas ganas de experimentar lo que era cantar frente a otras personas y ahora la presión en el pecho me estaba matando. Solo quería huir. Jimmy, que parecía estar acostumbrado a hacerlo, tomó la iniciativa y presentó a nuestro grupo utilizando un segundo micrófono. Los aplausos del público expectante me paralizaron el corazón. ¿Era eso lo que había deseado siempre? No, desde luego que no. Mis sueños apuntaban más alto, deseaba cantar en grandes escenarios con composiciones nuestras y todo aquello cuanto había hablado con Estani. Él me había contagiado un poco de su ambición.

Así que no debía acobardarme en ese momento porque sería el primero de muchos.

¿Quién era mi padre para fastidiarme la audición volviendo después de tantos años? No se merecía que tirase por la borda nuestro esfuerzo por una simple llamada. Me planté frente al micrófono con mis pantalones ajustados negros, un top oscuro con una camisa de cuadros abierta y mis botas de tachuelas, y cuando las luces se atenuaron para que los focos nos apuntasen desde el fondo de la taberna, sujeté el micrófono con fuerza y cerré los ojos para oír cómo me fluía la voz desde lo profundo de mi garganta para cantar la canción que habíamos acordado: Blinding Lights de The Weeknd.

La melodía surgió en perfecta sincronía con los instrumentos de mi grupo. El público, que antes charlaba en murmullos y se distraía con los móviles, ahora nos contemplaba con una expresión de curiosidad hacia nosotros que me empoderaba. Agarré el micrófono para llevarlo conmigo y pasearme por el escenario mientras cantaba. Lo había planeado en mi cabeza, pero no sabía que me sentiría tan bien al hacerlo. Me sentía libre. Estani y yo nos miramos unos segundos, sonreímos mientras hacíamos lo que más nos apasionaba y volví a dirigirme al público con un «And I said, ooh, I'm blinded by the lights».

Paola nos miraba con ojitos de cordero y las palmas juntas en señal de rezo como si estuviese viendo mi sueño hecho realidad. Y era así, lo estaba haciendo realidad. Eso me motivó aún más. Subí un poco el tono de voz, algo que no debería haber hecho por muy emocionada que estuviese, y desentoné ante la sorpresa de todos.

Me maldije porque no sabía si el error había sido por la emoción o por tener la garganta irritada a causa del repentino llanto que me había provocado mi padre con su aparición. Un error y estamos fuera, ya la he fastidiado, pensaba martirizándome. Sin embargo, Estani aumentó el ritmo de la melodía con la guitarra obligando a Amadeo y Jimmy a seguirlo y provocando que todo el peso de la atención recayese sobre él. Me estaba salvando. De nuevo.

Yo también me obligué a seguirlo y me salió a la perfección. Durante unos instantes, no pude apartar la vista de él como si formase parte del público que ahora lo adoraba. Se mecía con parsimonia, con una sonrisa tranquilizadora y el cabello bailándole sobre la frente. En silencio y sin que se notase demasiado, movía los labios canturreando la canción que cobraba vida con mi voz.

—Oh, when I'm like this, you're the one I trust —cantaba en alto, aferrada al micrófono con la misma fuerza que me aferraba a su imagen—. No, I can't sleep until I feel your touch.

Cuando terminó la canción, las últimas letras que había recitado junto al choque de miradas cómplices que compartimos me aceleró el corazón. Tragué saliva, me incliné para alcanzar la botella de agua y di varios sorbos antes de la siguiente, que sería nuestra propia versión de Back in Black de AC/DC.

©Amor por Causalidad I (APC) (COMPLETA) FINALISTA WATTYS2021Donde viven las historias. Descúbrelo ahora