Cap 8. Hela

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La casa de campo tenía poco. Era un gran chalet perdido en medio de la sierra de Madrid que habíamos tardado en encontrar casi media hora, incluso utilizando el GPS del móvil. Eso o que Nicki necesitaba paciencia frente al volante para no ponerse de los nervios y girar al primer carril con el que se topase. Aparcó al entrar en el recinto de la casa, junto al resto de los coches, en una explanada de tierra. La música se escuchaba, aunque a lo lejos, a todo volumen. Las chicas nos miramos nerviosas con un cubata que nos habíamos servido Paola y yo a medio camino, ya que las fiestas que organizaba África León eran leyenda en nuestra universidad. Invitaba a todo el mundo a su chalet de tres plantas y diez habitaciones, aunque solo tuviese relación con la mitad de los que asistían. A ella sin embargo la conocía todo el mundo. Nosotras nunca habíamos tenido trato con África, pero sí habíamos acudido a varias de sus fiestas.

Salimos del coche y anduvimos un par de minutos por el sendero de tierra que conectaba con la casa. Los tacones se nos hundían para nuestro fastidio, aligeramos el paso y nos encontramos con varios amigos y otras parejitas que habían salido al exterior para tomar el aire o enrollarse. Habían empezado la fiesta mucho antes que nosotras. Entonces, se me vino a la cabeza Max, ni siquiera se había dignado a contestarme. Sentía tener que darle la razón a Nicki en cuanto a que siempre terminaba pasando de los chicos, pero no tenía pensamientos de arrastrarme por nadie. Era muy feliz siendo independiente y, aunque compartir con mis amigas cualquier cosa fuese lo mejor, me encantaba pasar tiempo a solas. Así que llorar por los rincones por un tío estaba fuera de mi diccionario, ya lo había hecho lo suficiente en mi anterior y única relación, y me había prometido a mí misma que eso no volvería a ocurrir.

—Cada vez que veo este casón, alucino más —comentó Nicki cuando llegamos al patio exterior.

En la piscina había decenas de jóvenes —estudiantes o no— jugando con una enorme pelota hinchable de colorines y otros sujetos al borde con una copa en la mano mientras charlaban, reían y se tiraban los tejos. ¿Quién querría novio pudiendo asistir a fiestas así? Me reí sola, no me lo creía ni yo. La fachada principal era color café, con enormes ventanales y enredaderas de jazmín creando formas abstractas sobre la pared de tres pisos. Y el camino hacia la entrada estaba adornado con grandes árboles podados a la perfección y farolillos que volaban de una punta a otra.

—Creo que es hora de que nos acabemos el cubata y vayamos a por otro —dije con la típica emoción pre-fiesta.

Mis amigas me siguieron al interior de la casa después de bebérnoslos entre las tres. Los focos alternaban luces de colores chispeantes creando un ambiente que poco tenía que envidiarles a las discotecas, varias mesas largas disponían un bufé de bebidas alcohólicas, refrescos y aperitivos. ¡Hasta había contratado a un bartender para que atendiese una de las barras del enorme salón! Sin duda alguna, nos fuimos directas allí bajo la música que ensordecía nuestros cinco sentidos.

—¿Preparas cócteles? —le preguntó Paola a gritos.

—Preparo lo que tú quieras —leí en los labios del hombre con una botella de vodka tras la barra.

Paola, sorprendida por la respuesta de él, nos lanzó una mirada encendida y apoyó cómodamente los codos sobre la barra para que su escote fuera una vista accesible (y escandalosa, porque Paola tenía pechos para repartir). Nicki le clavó un dedo por lo bajini que significaba adelante, lígatelo. Qué pronto empezaban con sus juegos. A mí no me faltaban ganas de participar en un flirteo, pero prefería esperarme por si me encontraba con Max. El capullo pasota de Max. Por órdenes de Paola, nos sirvió tres chupitos de tequila con limón y sal. Luego, unos margaritas de naranja y a la pista a bailar.

Nos pegamos como si fuéramos una y movimos las caderas al ritmo de la música. De vez en cuando, cada una tomaba su propio camino y bailaba con algún desconocido que se arrimase durante una o dos canciones, pero siempre volvíamos al punto de partida. Volvíamos a la barra a por nuestros siguientes cócteles porque a Paola le había molado el camarero musculoso con tatuajes en la cabeza rapada, hasta que en algún punto de la noche la perdimos de vista y me quedé sola con Nicki.

©Amor por Causalidad I (APC) (COMPLETA) FINALISTA WATTYS2021Donde viven las historias. Descúbrelo ahora