Cap 40. Estani

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Podía oírla trasteando en la cocina a toda prisa.

Aunque no se lo había dicho, no sabía lo feliz que me había sentido al peinarme y secarme el pelo como no lo había hecho nadie desde la última vez que mi madre me recostó en su regazo para hacerlo ella misma.

Hela me había estado salvando durante todo el día, no merecía tanta atención ni sus cuidados a pesar de haberme cerrado y haberle ocultado que este día era uno de los más duros del año para mí. Fuese por la borrachera o por la excusa que quisiese inventarme, no había dejado de sentir punzadas en el pecho con cada roce o cada mirada que habíamos compartido. No podía ser el alcohol; por la mañana también me había acelerado al cantar frente a ella y mirarla a esos ojos rasgados y cautivadores. Incluso me había equivocado en algunas notas, pero Hela no se había dado cuenta.

¿Podía ser egoísta y tan solo compartir algo más con esta chica?

Solo una última cosa y me prometía no volver a acercarme tanto a la hija de Emi. Si supiese los pensamientos que estaba teniendo ese día de Hela, estaba seguro de que no vacilaría en cortar la relación con mi padre y largarnos de la casa. Emi quería una familia, eso no encajaba con lo que yo creía que estaba empezando a sentir por Hela Luna.

Me arrastré hasta el sofá y me tumbé mirando al techo. Solo un poco, que este día se alargue solo un poco más, mañana detendré estos sentimientos disparatados, pensaba. Cerré los ojos y a los minutos escuché los pasos acelerados de Hela de camino al salón.

—¿Te has dormido? —preguntó en voz baja por si me despertaba.

Me ahorré la sonrisa. Posó los platos en la mesita y me vino una ráfaga de olor a comida deliciosa. Habría dado lo que fuera por comerme los sándwiches recién hechos de Hela, pero enseguida me tapó con la manta que siempre tenían en el salón y se sentó en el otro extremo del sofá para cubrirse ella también. Nuestras piernas estaban tan juntas que no pude evitar ponerme ansioso. Le busqué las manos por debajo de la manta y tiré de la primera que encontré para arrimarla a mí.

—Quédate conmigo, solo hoy —murmuré en bajito, avergonzado.

Había olvidado qué era la vergüenza y cuánto la detestaba. Tenía la cara caliente. No se resistió, me sujetó la mano con más fuerza y dejó caer la mejilla en mi hombro asintiendo en silencio. Podía oír su respiración agitada, ¿o era la mía?

Sonreí feliz y pensé que ese día no volvería a ser tan doloroso si ella estaba a mi lado.

©Amor por Causalidad I (APC) (COMPLETA) FINALISTA WATTYS2021Donde viven las historias. Descúbrelo ahora