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El sol alumbraba con fuerza cada centímetro de la isla. El mar estaba algo revuelto y la espuma de la superficie golpeaba con fuerza la orilla. La arena estaba reluciente, brillando desde lejos y adquiriendo un tono claro. La visión le proporcionaba a aquel hombre tambaleante un suspiro de alivio. Jimin había vuelto a casa de sus padres después de admitir que era lo mejor que podía hacer. No serviría de nada esconderse, y menos en un sitio tan desolado como el hotel de la otra vez. Se sentía aliviado por volver a estar bien con su hermano. A pesar de todo, Taehyung era completamente inocente y por esa misma razón nada debía salir a la luz.

Su pelo todavía estaba algo húmedo; la ducha de minutos antes había conseguido calmarlo lo suficiente para pensar con tranquilidad, aunque pensándolo bien no disponía de demasiados segundos para malgastar. Esa misma mañana, a una hora demasiado temprana, había recibido una llamada de Hoseok, suplicándole indirectamente que volviera. A pesar de ser algo repentino, Jimin estaba encantado por algo como aquello, porque suponía la ocasión perfecta para marcharse lejos de allí, sintiéndose en paz consigo mismo porque por esa vez diría la verdad.

Estaba metiendo ropa nueva en una bolsa de deporte oscura cuando sintió unas pisadas en la escalera. En efecto, Taehyung acababa de subir y estaba en el umbral de la puerta, expectante por la escena que estaba contemplando.

—Creo que tienes un grave problema —susurró—. Eres incapaz de permanecer dos días seguidos en el mismo sitio.

Por esa vez, Jimin no iba a perder la calma. No había sido idea suya marcharse, así que nada tenía que temer.

—Esta mañana me ha llamado Hoseok.

—Ah, tu novio —masculló—. ¿Qué quería?

—En realidad, no me lo ha pedido directamente, pero creo que me necesita.

—Vaya, ¿al fin va a declararse?

Jimin reprimió una sonrisa. Sabía que los comentarios de Taehyung se debían a su confusión. Y es que a pesar de los años que habían transcurrido, su hermano menor seguía sin acostumbrarse a los viajes de última hora.

—Verás, Hoseok es un poco... ineficaz. Quiero decir, hace un gran trabajo, pero aún no está preparado para asumir el cargo más alto. Se agobia con facilidad y...

—Está bien, no hace falta que me des explicaciones —gruñó Taehyung—. De todas formas vas a marcharte.

—Quiero explicarte por qué me marcho. No quiero cometer el error de la última vez.

—Ya, pero eso no va a impedir que cojas un avión.

Jimin dejó de preparar la bolsa y se quedó observándolo, tratando de entender qué era lo que iba mal.

—¿Por qué estás tan enfadado? —preguntó—. Sólo serán dos días...

—¿Estás completamente seguro de eso?

—Claro que sí. —Asintió varias veces con la cabeza—. Dos únicos días, para poner todo en orden, hermanito. No tardaré demasiado. Estaré de vuelta antes de que te des cuenta.

—Ya, seguro...

—Esta vez será diferente —prometió Jimin—. Te juro que volveré enseguida, y entonces podrás involucrarme en el asunto que estás tramando.

La expresión de Taehyung se contrajo. Abrió la boca en un intento de decir algo, pero estaba sencillamente sorprendido por aquello.

—¿Cómo...? ¿Cómo sabes que...?

—Vamos, Taehyung. Eres demasiado transparente. Siempre tienes algún as escondido bajo la manga. —Cerró la cremallera de la bolsa—. ¿Acaso me equivoco esta vez?

—No...

—¿Lo ves? —Sonrió con ganas—. Hablo en serio. Dos días. Cuarenta y ocho horas.

—Tienes que cenar conmigo —dijo de repente Taehyung.

Jimin relajó los hombros y lo meditó durante un minuto.

—¿Así que era eso?

—Sí.

—Entonces creo que no habrá ningún problema. —Se pasó las manos por el pelo a modo de peine—. ¿Quieres que cocine yo?

Taehyung negó con la cabeza en ambas direcciones.

—No me refiero a cenar en casa, Jimin. Quiero salir a tomar el aire. —Suspiró profundamente—. Hay un restaurante de la ciudad que me gusta mucho, así que pasaré a buscarte por aquí sobre las nueve y media. Más te vale que para entonces hayas vuelto si no...

—Taehyung —interrumpió—, estaré esperándote en la puerta.

Los Ángeles También Lloran (ᴀᴅᴀᴘᴛ. ʏᴏᴏɴᴍɪɴ )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora