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Por alguna incomprensible y aterradora razón, el coche de Yoongi había sufrido un accidente, desparramándose sobre la carretera y yendo a parar directamente al agua. El amasijo de hierro se hundía lentamente, quedando a la vista la parte trasera del vehículo.

Jimin quedó paralizado; muerto en vida. Sin oxígeno, sin alma. Se negaba a creer que fuera cierto. Era incapaz de reaccionar, hasta que una vocecita dentro de su cabeza lo instó para que su encéfalo mandara órdenes a sus músculos, quemando glucosa para actuar como debía. Salió corriendo, deshaciéndose automáticamente de sus zapatos, desplazándose con los pies desnudos sobre la hierba.

—¡Oh, Dios mío! ¡Yoongi!

Se zambulló sin pensarlo dos veces. Todo se volvió negro, hostil. El agua estaba oscura y helada, golpeándolo con la fuerza de mil agujas presionando sobre la piel. Las brazadas eran arrítmicas y desesperadas, con la única misión de llegar lo antes posible. Las salpicaduras se le metían en los ojos y su visión se enturbiaba, pero no dejaba de insistir, siendo consciente de los pocos segundos de los que dispondría antes de que el coche acabara en el fondo.

Las piernas querían ser motores, pero tenía que conformarse con lo que tenía. La silueta del vehículo iba despareciendo a medida que se acercaba, y no había ni rastro de Yoongi. Habría quedado inconsciente por la colisión, y si no actuaba con rapidez, perecería allí, sin que nadie más lo supiera.

Cuando llegó al vehículo prácticamente sumergido, metió la cabeza bajo el agua para intentar localizarle. Estaba demasiado borroso. Cogió aire y nadó hasta la parte delantera que estaba inclinada hacia abajo, catapultándose hacia lo oscuro. Palpó el cristal del parabrisas. Estaba lleno de agujeros y grietas, pero por desgracia ninguna de ellas era lo suficientemente grande. Introdujo las manos dentro de uno de los orificios y tiró con fuerza, intentando que la gran superficie de cristal cediera, pero no lo hizo. Lo único que consiguió fue herirse las manos, cortes que no tardaron en sangrar. Intentó olvidarse del dolor y concentrarse en lo que tenía delante. La visión que contemplaba lo horrorizaba. Yoongi estaba allí, indefenso y perdido, con el cinturón de seguridad todavía abrochado. Estaba inclinado hacia delante, con la barbilla apoyada en el pecho. Tenía los ojos cerrados; seguía inconsciente. El agua se filtraba en el interior a una velocidad pasmosa, y comenzaba a engullirle en el más absoluto silencio. Jimin volvió a la superficie para tomar una nueva bocanada de aire. Todo él era un envoltorio de nervios histéricos. Le costaba pensar, pero sabía que no podría sacarle por ninguna de las puertas, que estarían totalmente inaccesibles, y tampoco por sus ventanillas; el espacio era reducido. Sabía que su única opción era seguir con el parabrisas, pero con sus simples manos no lograría romperlo. Tenía que encontrar algo que pudiera serle útil. Miró a su alrededor; estaba rodeado de agua. Los bordes de la isla y del otro lado de la tierra le quedaban demasiado alejados como para ir hasta allí, pero le fue suficiente con observar las piedras que descansaban en la orilla. Era justo lo que necesitaba, pero tenía que conseguir una que no estuviera alejada, así que se sumergió otra vez para nadar hasta el fondo. Era aterrador, porque la luz apenas llegaba hasta allí, pero no debía limitarse. Nadó y nadó y palpó prácticamente a tientas la estructura llena de rocas y sedimentos. Cuando creyó encontrar una lo suficientemente grande, tomó impulso y ascendió lo necesario para alcanzar el coche, que ya había abandonado la superficie. Dirigió sus movimientos hasta la parte delantera y estudió en una fracción de segundo el terrible panorama. El interior ya no se diferenciaba del exterior; estaba lleno de agua, y Yoongi seguía dentro. Era cuestión de segundos que terminara ahogándose. Con la roca aprisionada en su mano, Jimin la hizo impactar con todas sus fuerzas sobre el cristal. Un ruido amortiguado. La superficie cedió unos pocos centímetros, y nuevas fisuras aparecieron. Lo intentó varias veces más, hasta que finalmente el cristal se descompuso en miles de fragmentos, creando un nuevo agujero que abarcaba todo el perímetro. Con manos frenéticas apartó todo ese material peligroso y se introdujo dentro, palpando la cara de Yoongi en busca de algún tipo de reacción. Buscó el anclaje del cinturón y presionó. Tuvo que hacerlo de nuevo para que el enganche se soltara. Ahora el cuerpo de Yoongi se dejaba llevar por la leve corriente, flotando. Con todo el cuidado posible, lo impulsó hacia afuera, y volvió a moverse con la mayor rapidez que sus cansadas piernas le permitían. Se estaba quedando sin aire, pero no podía rendirse. Ya había hecho lo más difícil y tenía que llegar a la superficie. Rodeó la cintura de él con su brazo y siguió moviéndose de forma ascendente. La luz se volvía más clara a su alrededor, hasta que en un último segundo agonizante rompió la barrera del agua y estalló en una fuerte bocanada de aire. La mente le bailaba pero no era tiempo de auto compadecerse. Se aseguró de que la cabeza de Yoongi permaneciera fuera del agua y comenzó a nadar en dirección a la casa, impulsándose con las piernas y el brazo que le quedaba libre, mientras que con el otro seguía aferrando ese cuerpo casi inerte. Llegó a tierra firme totalmente exhausto, arrastrándole fuera. Pesaba demasiado para hacerlo él solo, pero no tenía otros recursos que sus propios miembros. Le arrastró hasta la primera capa de hierba que encontró y observó. Estaba empapado, con la cara blanca e inmóvil. Se temía lo peor. Se agachó a su lado y acercó la oreja hasta su boca para comprobar si respiraba. Tal y como era de esperar, el pecho no se movía. No respiraba. Inmovilizó su cuello para evitar daños mayores. No le quedaba más remedio que reanimarle. Había hecho la reanimación cardiopulmonar en situaciones de ensayo, pero eso era totalmente diferente. Ahora una vida estaba en juego, y nada más y nada menos que la de la persona que más le importaba. Abrió las vías respiratorias, elevando su mentón con la mano derecha y sujetando con la izquierda la frente. Se colocó aún más cerca y se inclinó sobre él. Adelantó los brazos y colocó las manos encima del pecho, una encima de otra, con los dedos entrelazados, asegurándose de no posicionarse en la parte final del esternón. Una vez seguro de estar verticalmente y con los brazos rectos, presionó para hacer descender el esternón unos pocos centímetros, vertiendo todo el peso de su cuerpo para lograrlo. Cesó de presionar y al cabo de un segundo volvió a hacerlo, concentrándose en sus brazos y manos que servían como eje. Repitió la operación hasta alcanzar las treinta compresiones, y a continuación sujetó el mentón y la frente como había hecho hacía un minuto para abrir las vías respiratorias. Llevó con rapidez sus dedos índice y pulgar hasta la nariz y la apretó. Cerró su boca alrededor de la de Yoongi y expulsó el aire a un ritmo constante durante un imperceptible segundo. Se retiró brevemente para comprobar que el pecho bajaba con la salida del aire. Volvió a sellarle la boca con la suya y sopló de nuevo. Repitió de nuevo las treinta compresiones sobre el pecho, sin ser totalmente consciente de lo que estaba pasando. Se movía por impulsos, pero temía que no fuera suficiente.

Los Ángeles También Lloran (ᴀᴅᴀᴘᴛ. ʏᴏᴏɴᴍɪɴ )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora