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Estaba totalmente decidido; dispuesto a no cometer ningún error más. Se había preparado a conciencia, pasándose horas delante del espejo para convencerse así mismo de que podría hacerlo. Era cuestión de valentía, y sabía que podía con ello. A fin de cuentas no era nada nuevo. Había estado cerca de él el tiempo suficiente como para aprender a disimular. Hacerlo de nuevo no suponía ningún obstáculo. Era actor, lo llevaba en las venas. Tenía que sacarle partido y recordar ese día como lo que era, el cumpleaños de su madre, y no otra oportunidad de estar cerca de Yoongi.

El aeropuerto estaba sorprendentemente colapsado. Miles de voces le agujeraban los oídos, pero por suerte no tuvo que esperar demasiado para subir al avión. Intentó relajarse, pensando con objetividad. Mantendría la cabeza fría en todo momento, deseando volver a casa lo antes posible, y concentrarse de lleno en el teatro; a fin de cuentas era su único amor. No le daba tantos quebraderos de cabeza y como recompensa obtenía una oleada de aplausos.

Sostenía en el regazo su bolso. En él tenía guardado el regalo que había comprado para su madre. Seguramente no acertaría, pero no se le había ocurrido otra cosa. Un simple frasco de perfume; caro, pero perfume al fin y al cabo. Las joyas era algo que había desechado rápidamente. Taehyung habría optado por ello, si acaso no lo había hecho su padre. Confiaba en que su presencia resultara más gratificante.

Se levantó de su asiento para ir al lavabo. Cerró la puerta y se quedó observándose en el espejo reluciente. No parecía ni él. Tenía mejor aspecto que de costumbre. Las ojeras habían desaparecido y una capa de maquillaje había hecho maravillas. Los ojos delineados en color verde acrecentaban su mirada esmeralda. Las mejillas estaban ligeramente sonrosadas, y la piel permanecía tersa. Estaba guapo, más de lo habitual. Volvió a su sitio junto a la ventanilla. Escuchó unas voces alegres detrás de su asiento. Con disimulo se dio la vuelta y observó a una pareja de adolescentes que reían con fervor. Volvió a sentarse correctamente. Dejó escapar un suspiro. Estaba claro que todo le recordaría a él si era eso lo que quería creer. Tenía que desembarazarse de esos sentimientos que no hacían más que aprisionarlo. Si era capaz de disimular y comportarse de forma diferente delante de Yoongi, probablemente las cosas cambiarían de rumbo. Aún se resentía por su actitud en el campo. Se había acercado peligrosamente y lo que era peor, había permitido que le agarrase la mano. Había sido un error catastrófico. Era como haberle dado alas. Eso ya no tenía arreglo, pero al menos podía rectificar a partir de ese momento. Intentaba convencerse de que una nueva versión de sí mismo había subido al avión, con la única esperanza de pasar un agradable día con la familia. Yoongi sólo sería uno más. Si tenía intención de que Yoongi se lo creyese, antes tenía que hacerlo él mismo.

Cuando quiso darse cuenta ya habían aterrizado, pero el cuerpo estaba tenso, quizás demasiado. Y no sabía qué pensar. De repente sus pensamientos y miedos más arraigados se habían convertido en algo de carne y hueso, y lo acompañaban como una sombra invisible, sin nadie que pudiera verlo. El corazón latía como un loco y lo único que se le ocurrió fue agarrar la pequeña maleta con fuerza. Afuera, el frío se había ido. El sol pegaba con fuerza y el día conseguía apartar todo lo malo.

El coche aparcado de Taehyung aguardaba al final de la recta que proyectaba la calle. Jimin sintió vértigo al verlo. Después de tanto y aún no sabía comportarse delante de su propio hermano. Aceleró el paso y se quedó esperándolo de pie, a que él bajara del coche.

—No puedo creer que seas tú —susurró.

El estómago de Jimin tembló considerablemente.

—¿Por qué?

—Estás precioso. —Le dio un beso en la mejilla—. ¿De dónde has salido?

—Lo único que quiero es que mamá no se preocupe, así que me he esforzado al máximo tal y como me pediste.

Taehyung se acercó y le quitó la maleta de las manos.

—Sube —gruñó cariñosamente.

Dentro del coche la atmósfera se volvió opaca. Los cristales estaban cerrados y el sol se reflejaba en el salpicadero. Taehyung conducía tranquilamente, sumido en una oleada personal de calmantes, con el rostro sereno. Apenas iba maquillado pero eso no era ningún problema. Seguía siendo un chico absolutamente deslumbrante con o sin maquillaje.

Jimin notaba cierta incomodidad dentro del vehículo. Intentaba concentrarse en lo que veía a través del cristal pero sabía que tenía que decir algo. No quería empezar con mal pie.

—Me alegro de verte —dejó escapar.

Taehyung se tomó unos largos segundos antes de devolverle la mirada.

—¿Lo dices en serio?

—Sí, muy en serio. Quería volver a verte.

—Bueno, eso tiene fácil arreglo. Tienes todo un día para compartir con todos nosotros.

Jimin sonrió con ganas, deseando que las cosas salieran tal y como debían.

—Es justo lo que me apetece hacer ahora mismo. —Contuvo la respiración—. ¿Cómo están papá y mamá?

—Genial.

—Gracias por insistir para que viniera.

—¿A qué viene eso?

El hombre de ojos verdes se encogió de hombros.

—Aunque no lo creas, tú eres el más sensato de los dos. Me mantienes unido a la familia. De no ser por ti...

Taehyung dejó escapar una sonrisa. Aquel inocente gesto anunciaba que volvía a ser el de siempre, tan inocente y encantador.

—No quiero sentimentalismos a primera hora de la mañana —dijo—. Es demasiado temprano. Con mamá llorando a raudales tendremos más que suficiente.

—¿Qué le has comprado? —quiso saber su hermano mayor.

—Es una sorpresa.

—Pero no es mi cumpleaños, Taehyung. Quiero saberlo.

—Espera un poco. De todas formas vas a verlo con tus propios ojos.

Se recostó sobre el asiento del copiloto.

—Siempre mantienes el misterio hasta el final.

—De eso se trata. Una sorpresa es una sorpresa. —Arrugó la frente, divertido—. Sólo espero que no salgas huyendo como la última vez. Ya sabes lo que te juegas. Dependes totalmente de ti. No quiero excusas baratas.

Eso le inyectó adrenalina en cantidades industriales en las venas. Sabía que Taehyung tenía razón. Estaba en su mano no fallar. Ni siquiera un huracán podía estropear ese día. 

Los Ángeles También Lloran (ᴀᴅᴀᴘᴛ. ʏᴏᴏɴᴍɪɴ )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora