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El lavabo estaba desierto. Los ojos verdes lo sermoneaban con énfasis y alegría. ¿Había sido capaz de hacerlo? Sí, y por primera vez experimentaba el éxito. Se había sentido arropado por una fuerza invisible, y cuando quiso darse cuenta estaba frente a él, comportándose como el hombre fuerte que anhelaba ser. No había dudado, no había apartado la mirada... ¿Cómo lo había hecho?

El agua en su cuello lo refrescó. Volvió a mirarse en el inmenso espejo. Estaba orgulloso. Había cruzado el límite y deseaba revivir la escena. Hoseok estaría encantado cuando se enterara. Hubiera dado lo que fuera por verlo. Por fin había sido capaz de dar un paso más allá, y demostrarle a Yoongi que le había querido, pero hablando en pasado, con un futuro en el que no tenía posibilidad ninguna. Resultaba una locura, toda esa adrenalina corriendo por su piel. Estaba espléndido, maravillado. No había creído posible lo imposible y ahora se alegraba por haberse equivocado. Todo era cuestión de actitud, y aunque le había costado una barbaridad esconderse tras esa fachada de indiferencia sentimental, acababa de catapultarse a la cima.

Volvió a la mesa, donde los demás seguían conversando con ánimo. Evitó mirarle, pero no por compasión, si no para su propio deleite. Quería saborear esa satisfacción que lo envolvía; ahora se sentía con fuerzas para todo. Era capaz de autodefinirse como un hombre independiente y fuerte.

—Bueno, creo que ya va siendo hora de abrir los regalos —susurró cariñosamente Taehyung.

Su madre se ruborizó. Parecía más joven.

—No teníais que haber comprado nada. Con vuestra compañía y esta comida es más que suficiente. No podría pedir nada más.

—Bueno, pero ya es tarde para arrepentirse —pronunció su marido, haciendo un leve gesto con la mano.

Youngmi le miró extrañada pero expectante.

Al cabo de un minuto pudo observarse a lo lejos la silueta de una enorme tarta sobre una mesa con ruedas aproximarse, mientras que cuatro camareros comenzaban a cantar el cumpleaños feliz.

—Oh, Dios mío...

Taehyung y su padre se sumaron a los cánticos encantados. Estaba claro que lo habían preparado al más mínimo detalle.

Youngmi intentaba no llorar mientras sus mejillas aumentaban de color rojo y la gente se quedaba observando ese espectáculo, con la preciosa tarta de nata y florituras adornando la mesa principal.

Cuando los camareros terminaron de cantar, una oleada de aplausos conocidos y ajenos resonaron con fuerza. Seung se aproximó a su esposa y la besó.

—Feliz cumpleaños, mi amor.

—Oh, cielo —sollozó Youngmi—. Me ha encantado. Ha sido todo un detalle.

Con fervor le devolvió el beso. Habían retrocedido en el tiempo, pero con la misma pasión de siempre.

—Espera —susurró Taehyung—, aún hay más.

Youngmi levantó la cabeza, sorprendida.

—¿Más?

Seung le entregó la rosa que había sido traída junto a la tarta y se la ofreció a su mujer.

—Una rosa para la flor más bonita de mi jardín.

Varias exclamaciones de admiración se escucharon por los alrededores de la mesa.

—Es preciosa, cielo. —La olió con dulzura—. Sencillamente preciosa...

Jimin pudo ver a su hermano dedicándole un gesto de admiración a su padre. Era un señal.

—Oh...

Youngmi prestó más atención a la flor y con cuidado introdujo las yemas de los dedos índice y pulgar entre los pétalos. Después sacó un precioso anillo de diamante pulido en forma de corazón. Se quedó literalmente sin aliento.

—Dios mío —balbuceó...

Seung la tomó de la mano y se la besó, cual caballero.

—Espero que sigas cumpliendo años a mi lado.

Youngmi se lanzó a sus brazos y rompió a llorar. Todo era especialmente mágico y emotivo.

—Bueno, tranquila —interrumpió Taehyung—. Aún quedan nuestros regalos.

Se puso en pie y le indicó a Yoongi que hicieran lo mismo. Se posicionaron alrededor de ella y Taehyung le entregó un pequeño paquetito envuelto cuidadosamente.

—Mamá, este es nuestro regalo —pronunció—. Esperamos de todo corazón que te guste.

Youngmi desenvolvió el paquete con dedos temblorosos. Dejó al descubierto una cajita de cuero color verde oscuro, elegante. Deslizó la tapa hacia arriba y se encontró con dos preciosos pendientes de diamantes, a juego con el anillo. Se quitó los que llevaba puestos y se los cambió por los nuevos.

—¡Mi niño! —exclamó—. Son absolutamente preciosos. Me encantan. Ven aquí. —Lo estrechó con fuerzas mientras lloraba felizmente otra vez—. Y tú, Yoongi. No te escapes. Quiero darte las gracias a ti también.

Jimin observó cómo su ensimismada madre se movía con astucia para repartir abrazos y muestras de cariño. Sintió nervios. A continuación iba su regalo. Era caóticamente desigual. ¿Cómo podía competir con diamantes? ¿Cómo se le había ocurrido presentarse con un perfume?

Miró hacia los demás y se encontró con los azules ojos de su hermano.

—Jimin —dijo—, creo que te toca.

Se levantó de su asiento y se aproximó a coger su bolso. Deslizó la cremallera y metió la mano con cuidado. Le sobraron segundos para darse cuenta de algo escalofriante y aterrador. La respiración se le aceleró de repente. Insistió con sus dedos dentro del bolso para intentar palpar lo que tan desesperadamente estaba buscando. No lo encontraba. De repente cayó en la cuenta; acababa de acordarse. Esa misma mañana, al llegar a la isla, a casa de sus padres... Había subido a su cuarto y había sacado inocentemente el perfume del bolso, dejándolo encima del escritorio. Cuando volvió a por su bolso antes de marcharse en dirección al restaurante se olvidó completamente del frasco, dejándolo en el mismo sitio de antes...

Un mareo le bailó en las sienes. Creía que iba a desmayarse. No podía ser. Todo había salido perfectamente y ahora en cambio...

—¿Qué ocurre? —instó Taehyung, como si temiera que lo que sospechaba fuera real.

Aturdido, lo observó con terror. Quizás fue telepatía, o simplemente exceso de evidencia, pero la voz de alarma fluyó entre los hermanos. 

Los Ángeles También Lloran (ᴀᴅᴀᴘᴛ. ʏᴏᴏɴᴍɪɴ )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora