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Como respuesta a su incapacidad para dormir, Jimin se pasó todo la noche en la isla, recorriendo cada centímetro cuadrado de arena, roca y hierba. Los pensamientos se arremolinaban a su alrededor, comprendiendo que había hecho y dicho cosas que no debía, en especial la locura de confesarle a ese hombre que seguía enamorado de él, y aunque era verdad, por ese breve e intenso discurso sus intentos de hacerle entender que se había acabado cayeron en picado hacia el precipicio. Lo había intentando de todas la maneras posibles para forjar ese muro que creía que les separaría para que así no pudiera interferir, y ahora lo único que tenía entre manos era la impotencia de saber que Yoongi no iba a rendirse. Al contrario, ya dio visibles muestras de acercamiento cuando fue a verle al hospital, así que dudaba mucho de que nada pudiera pararle los pies; es más, ni siquiera sabía a ciencia cierta si deseaba que eso llegara a ocurrir, porque evocaba ese fatal accidente pero en su momento de apogeo, cuando estuvo tan cerca de su cara, y no entendía sus esfuerzos por romperse una y otra vez. Pero claro, ocupar un lugar que hacía mucho que había dejado de corresponderle no entraba dentro de sus planes, pero era imposible retroceder a esas alturas, sabiendo de mala gana que tendría que enfrentarse a él, como siempre bajo las miradas silenciosas que lo decían todo, mientras que Taehyung se mostraría encantado como siempre de tenerles a ambos cerca, sin tener ni idea de lo que en realidad pasaba.

El día comenzaba a clarear y se dio una ducha antes de desayunar. Cuando acabó, fue a la cocina para prepararse algo que llevarse a la boca aunque no tenía demasiada hambre. Su madre ya estaba allí, dándole los buenos días con una sonrisa radiante.

—Mamá —gimoteó—, ¿qué haces levantada tan temprano?

—Lo mismo podría preguntarte yo, cielo.

Jimin tomó asiento y se encogió de hombros.

—Bueno, hoy tengo algo que hacer. Ayer hablé con Taehyung y decidimos vernos hoy. —Se estiró hasta hacer desaparecer un repentino calambre—. Voy a ir a casa de... Yoongi.

Youngmi asintió con ganas mientras le servía una gran taza de café caliente.

—Me parece estupendo —comentó—. Te va a encantar.

Jimin se sobresaltó por la seguridad en sus palabras.

—¿Cómo lo sabes? ¿Has estado allí?

—Sí, cielo. Tu padre y yo ya fuimos. Taehyung nos invitó. —Se sentó a su lado—. Es precioso. Un poco grande y exagerado para dos personas, pero es muy acogedora. Tú eres el único que falta.

—Qué bien...

—Es tu hermano y su marido, Jimin. No te sientas intimidado. Creo que él va a esforzarse al máximo para recompensarte por lo que has hecho.

Comenzaba a no gustarle la idea de que le recordaran a cada momento lo que había pasado, pero se limitó a asentir.

—Me alegro de ir, pero siento que no voy a encajar.

—Créeme, ninguno de nosotros lo haría salvo tu hermano. Está encantado. Una mansión moderna situada a las afueras.

—Pero esta casa es grande...

—No es nada comparado con lo que vas a ver. —Sonrió con gracia—. Parece una de esas casas de lujo que salen en la televisión.

Jimin no parecía entender nada. Lo poco o mucho que recordaba del estilo de vida de Yoongi se reducía a un sencillo apartamento. Los lujos y los derroches no encajaban ni de lejos con su personalidad.

—¿Puede permitírselo?

—Bueno, creo que es bastante evidente que sí. Pero no te preocupes, te harán sentir cómodo enseguida.

Los Ángeles También Lloran (ᴀᴅᴀᴘᴛ. ʏᴏᴏɴᴍɪɴ )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora