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Y cuando ya creía que nada peor podía pasar, la vida le había dado una sorpresa. Aún conservaba en la mente la mirada atónita de Hoseok. Le conocía desde hacía mucho, pero jamás le había visto de aquella manera, tan enfadado. Le entendía completamente. Era comprensible que se hubiera sentido engañado, porque eso era precisamente lo que Jimin había hecho; le había estado engañando.

Las semanas pasaron y Hoseok no contestaba al teléfono. Era como si hubiera preferido desaparecer antes que toparse con el que hasta la fecha había sido su confidente. No tenía ni idea de qué iba a hacer si Hoseok le faltaba. Había contado con su apoyo siempre, y si ahora también lo abandonaba las cosas pintaban realmente feas, sin ningún tipo de esperanza. Para colmo de males estaba en posesión de la sudadera de Yoongi. Se la había llevado sin querer, y la tenía allí en su casa, guardándole tributo.

Con los primeros rayos de un nuevo día, Jimin se encontraba delante de la casa de su amigo, esperando encontrar algún tipo de señal. Tenía el cuerpo entumecido por la espera, pero al final logró su propósito de verle. Caminaba lentamente, con la cabeza en otra parte, pero su cuerpo se tensó violentamente al darse cuenta de su presencia. Jimin se adelantó y le cruzó el paso, temeroso.

—Hoseok —susurró—, ¿dónde has estado? ¿Por qué no me has devuelto las llamadas?

—Creo que ahora ya sabes lo que se siente cuando alguien que te importa desaparece sin avisar. —Lo esquivó y siguió su camino—. Es lo mismo que hiciste tú.

Con dolor e impotencia, el hombre de ojos verdes observaba cada uno de sus movimientos. El pecho le ardía y no deseaba volver a llorar. Mantenía los puños apretados y de su garganta brotaban palabras sin pensar.

—Lo siento mucho —declaró—. No tienes idea de cuánto lo lamento, Hoseok. Te mereces una explicación.

Él se dio la vuelta, con la cara convertida en un trozo de hielo.

—Te equivocas. No es a mí a quien tienes que darle una explicación.

—Sé que no debería haberte mentido, pero no sabía qué hacer.

Hoseok dejó escapar una sonrisa irónica. Estaba dolido.

—¿Sabes? Me pregunto cómo he podido ser tan idiota... Ahora entiendo muchas cosas. Ahora sé el verdadero motivo por el cual no soportas estar cerca de ellos dos. —Se rascó el mentón con rabia—. Por Dios, Jimin. No era ningún tipo misterioso. ¡Yoongi! —gritó—. Por supuesto que es él. Cómo es posible que no me haya dado cuenta antes...

—Tú no lo entiendes —se excusó él—. Hay muchas cosas que aún no sabes. Es muy complicado...

—¿Acaso vas a contármelas? —espetó—. Creo que preferirías mentirme otra vez. Después de todo, eso es lo que haces con todo el mundo, y eso incluye a Taehyung.

Eso lo hirió profundamente. Hoseok tenía toda la razón, pero le disgustaba oír la verdad descrita de forma tan directa.

—Sé que no tengo perdón, pero tienes que escucharme. Necesito que entiendas mi punto de vista.

—¿Punto de vista? Aquí no existe nada de eso, Jimin. Aquí sólo existe un matrimonio, y ahora veo que sigues empeñado en destrozarlo aunque hayas jurado que no querías hacerle daño. —Chasqueó la lengua—. Os he visto, por el amor de Dios.

Jimin lloraba sin control. Estaban en medio de la calle pero no habían reparado demasiado en ello.

—Te juro que no me ha tocado —aseguró—. No le ha sido infiel.

Los Ángeles También Lloran (ᴀᴅᴀᴘᴛ. ʏᴏᴏɴᴍɪɴ )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora